En julio de 2010
fueron inhumados los restos de Generosa Fratassi, la enfermera secuestrada
después de discutir con el director del hospital Isidoro Iriarte de Quilmes,
días después del nacimiento de Rosita, cuando éste le negó a la abuela de la
bebé que hubiera nacido allí, y que hubiera sobrevivido.
El atrevimiento
le valió a Generosa Fratassi el secuestro, y su posterior paso por el centro
clandestino de detención El Vesubio, donde compartió cautiverio con su
compañera de trabajo, la partera María Luisa Martínez.
Treinta y tres
años después de su secuestro, los restos fueron identificados por el Equipo
Argentino de Antropología Forense. Su historia es emblemática, y muestra hasta
qué punto la solidaridad era un arma que el gobierno de facto no podía
tolerar.
Fue una italiana
que en los treinta y dos años que vivió, le hizo honor a su nombre. Generosa
Fratassi, la enfermera del Hospital Iriarte que fue secuestrada sólo por
contrariar la versión que negaba el parto de una detenida, podrá por fin
descansar en paz.
Este sábado, a
las 11, y con la presencia del intendente de Quilmes, se realizará el entierro
de sus restos en el Cementerio Municipal de Quilmes, ubicado en Ezpeleta.
Nada se supo de
la mujer después de que el 14 de abril de 1977, Fratassi fue capturada por
cuatro hombres, en la puerta del Hospital de Quilmes. Recién el retorno
de la democracia, en 1983, y las investigaciones que impulsó el gobierno
de Raúl Alfonsín, a través de la CONADEP (Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas), permitió sumar un dato, aunque ínfimo: a Generosa la
habían visto en el centro clandestino de detención “El Vesubio”, junto a la
partera María Luisa Martínez, su compañera de trabajo, a quien habían
secuestrado siete días antes. El dato lo había aportado una de las pocas
sobrevivientes de ese lugar, Elena Alfaro.
Pasaron casi
tres décadas desde entonces, y más de treinta y tres años de su desaparición,
una cantidad de años mayor a la edad que la propia enfermera tenía cuando se la
llevaron. Sin embargo, mediante la Iniciativa Latinoamericana para la
Identificación de Personas, el Equipo Argentino e Antropología Forense logró
identificar sus restos.
En medio, la
Cámara Federal de La Plata llevó adelante los Juicios por la Verdad, con el
impulso de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) platense. Y
por allí pasaron la hermana de Generosa, la hermana de la parturienta que puso
en marcha la red de solidaridad que terminó convirtiendo a la enfermera en
víctima, también lo hicieron muchos de quienes por entonces eran médicos y
enfermeros en el hospital quilmeño. Buena parte de ellos dijo no recordar los
hechos.
Pero los hechos
quedaron claros para muchos otros de los protagonistas, que los fueron
reconstruyendo. Y que permitieron armar el rompecabezas.
El parto
Silvia Mabel
Isabella Valenzi tenía 20 años y un embarazo de cuatro meses cuando
desapareció, un 22 de diciembre de 1976, saliendo de La Plata rumbo a Quilmes.
Nada se supo de ella, y en vano fueron todos los esfuerzos de sus padres, y del
resto de su familia para encontrarla.
Para saber de su
paso por el centro clandestino de detención Pozo de Quilmes, en la actual sede
de la DDI, a cien metros del hospital Iriarte, habría que esperar, al menos,
hasta 1982, cuando el entonces Obispo Jorge Novak recibiera abiertamente a
familiares y empezara a confeccionar listas de secuestrados, para cruzar
datos.
Allí, la madre
de una joven bernalense, hoy también desaparecida, conoció a Rosa Isabella
Valenzi, la hermana mayor de Silvia. A partir de allí se sabría que Silvia
había estado en el Pozo de Quilmes.
De su destino
final, en el Pozo de Banfield, durante algo más de una veintena de días, desde
la mañana posterior al parto, y hasta que se perdiera todo rastro, se sabría ya
en democracia.
Pero ya en 1977
se supo del parto, y de la inusual situación de que este tuviera lugar en un
hospital (por entonces) municipal, como el Iriarte, dado que la joven se
encontraba en calidad de secuestrada.
En la noche del
1º de abril de 1977, Silvia Isabella Valenzi fue llevada a la Maternidad del
Hospital, fue atendida, y alrededor de las 3 de la madrugada del día siguiente,
nació su hija, a la que llamó Rosita. Tres horas más tarde, la madre era llevada
por uniformados en una camioneta sin identificación.
Al ser
arrastrada por los pasillos del hospital, gritó su nombre y su domicilio, en La
Plata. Una partera que la escuchó mandó a avisar a su familia, en forma
secreta, y por un anónimo. Era María Luisa Martínez, y sería secuestrada en su
casa de Quilmes el 7 de abril.
La intervención
de Generosa
Seis días más
tarde, la madre de Silvia Isabella Valenzi se hizo presente en el hospital
Iriarte, y explicó su situación. Una enfermera le dijo que la bebé había
quedado alojada en el nosocomio, porque había nacido con bajo peso, y no se la
podía retirar, pero que nada se sabía de la madre.
Concepción
Isabella Valenzi, la madre de Silvia, fue acompañada por Generosa Fratassi
hasta la oficina del director del hospital. Todo le fue negado a la mujer,
desde la presencia de la bebé, hasta la existencia del parto, y los demás
detalles que la enfermera había narrado.
Ante la
desmentida de Roberto Iriarte, el entonces director del nosocomio, Fratassi fue
lapidaria: “no lo niegue más, doctor, que el nacimiento fue anotado en el Libro
de partos”.
Las dos mujeres
debieron salir de la oficina, y la angustiada madre también del Hospital. En el
camino un médico le dijo que su nieta aún estaba en Neonatología, y la mujer
confesó a su familia que hasta había creído ver a una pequeña con la que sintió
una especial conexión. Nada pudo hacer.
El Libro de
partos fue luego burdamente tachado, y en lugar del nombre de Isabella Valenzi,
que pudo seguir leyéndose, se inscribió NN.
Un día más
tarde, ya 14 de abril de 1977, y mientras realizaba sus tareas habituales,
Fratassi recibió una llamada de Carlos Eduardo Miranda, portero del Iriarte,
quien le comunicó que un hombre la buscaba en la entrada. Cuando la mujer
llegó, eran cuatro los sujetos, estaban armados, y la atenazaron de los
brazos.
Generosa salió
el vilo, llevada por los desconocidos, y con sus pies arrastrándose sobre el
suelo, para perderse en la misteriosa noche de la dictadura, de la que sólo
podría salir treinta y tres años después.