tag:blogger.com,1999:blog-31409854872024684172024-03-12T22:59:28.376-03:00Rompezabezas: Una historia que busca a RositaFederico Gabriel Sequeirahttp://www.blogger.com/profile/03886178131600484209noreply@blogger.comBlogger17125tag:blogger.com,1999:blog-3140985487202468417.post-47965991574727339422013-02-06T12:12:00.001-03:002013-02-06T12:12:38.420-03:00Comienza el juicio por la apropiación del hijo de Liliana Pereyra<span style="background-color: white; color: #333333; font-family: 'lucida grande', tahoma, verdana, arial, sans-serif; font-size: 13px; line-height: 18px;">COMUNICADO DE PRENSA</span><br style="background-color: white; color: #333333; font-family: 'lucida grande', tahoma, verdana, arial, sans-serif; font-size: 13px; line-height: 18px;" /><span style="background-color: white; color: #333333; font-family: 'lucida grande', tahoma, verdana, arial, sans-serif; font-size: 13px; line-height: 18px;">Comienza el juicio por la apropiación del hijo </span><span style="background-color: white; color: #333333; font-family: 'lucida grande', tahoma, verdana, arial, sans-serif; font-size: 13px; line-height: 18px;">de Liliana Pereyra y Eduardo Cagnola*.</span><br />
<br style="background-color: white; color: #333333; font-family: 'lucida grande', tahoma, verdana, arial, sans-serif; font-size: 13px; line-height: 18px;" /><br style="background-color: white; color: #333333; font-family: 'lucida grande', tahoma, verdana, arial, sans-serif; font-size: 13px; line-height: 18px;" /><span style="background-color: white; color: #333333; font-family: 'lucida grande', tahoma, verdana, arial, sans-serif; font-size: 13px; line-height: 18px;">Abuelas de Plaza de Mayo informa que el próximo viernes 8 de febrero, a las 10 en los Tribunales de Comodoro Py, comienza el juicio por la apropiación del hijo de Liliana Carmen Pereyra y Eduardo Alberto Cagnola. </span><br />
<span style="background-color: white; color: #333333; font-family: 'lucida grande', tahoma, verdana, arial, sans-serif; font-size: 13px; line-height: 18px;">El joven es el nieto de la referente de la filial de La Plata la Abuela “</span><span class="text_exposed_show" style="background-color: white; color: #333333; display: inline; font-family: 'lucida grande', tahoma, verdana, arial, sans-serif; font-size: 13px; line-height: 18px;">Coqui” Jorgelina Azzarri de Pereyra, quien recuperó a su nieto en septiembre de 2008.<br />El TOF Nº4, integrado en este caso por los doctores Néstor Guillermo Costabel, junto a Pablo Bertuzzi y Leopoldo Bruglia juzgará a los apropiadores José Ernesto Bacca y Cristina Gloria Mariñelarena y a Inés Graciela Lugones, la mujer que habría actuado como entregadora, por el delito de apropiación.<br />El caso<br />El hijo de Liliana y Eduardo nació en la ESMA, durante el cautiverio de su madre, en febrero de 1978. La pareja había sido secuestrada de la pensión en la que vivían en Mar del Plata, el 5 de octubre del año anterior y ella estaba embarazada de cinco meses. Ambos permanecieron detenidos en la Base Naval de Buzos Tácticos de Mar del Plata, hasta que Liliana fue trasladada a la ESMA para dar a luz.<br />Según testimonios de sobrevivientes, Liliana permaneció detenida en la denominada "pieza de las embarazadas" y en febrero de 1978 dio a luz un niño al que llamó Federico, el 15 de julio de ese mismo año fue asesinada. Su cuerpo fue exhumado e identificado por el EAAF en 1985 en el Cementerio de Mar del Plata.<br />En 1981, las familias Pereyra y Cagnola denunciaron la desaparición de Eduardo y de Liliana embarazada y comenzaron la intensa búsqueda. Años más tarde, llegaron a Abuelas denuncias sobre un matrimonio que tendría en su poder a un posible hijo de desaparecidos. A partir de allí comenzaron las averiguaciones de Abuelas y la comisión Hermanos de H.I.J.O.S., hasta que lograron dar con el paradero de Federico. Fue entonces que luego de obtener muestras de ADN pertenecientes al joven, se confirmó que se trataba del hijo de Liliana y Eduardo.<br />Está previsto que el viernes se realice la lectura de la acusación y de las indagatorias. Las audiencias serán públicas y se desarrollarán los días martes y viernes en los Tribunales de Comodoro Py, en la Sala B, ubicada en la planta baja, frente a la sala de periodista.<br />Esperamos que nos ayuden a difundir esta convocatoria y que nos acompañen en estas audiencias para buscar la condena a quienes robaron la identidad de nuestros nietos.<br /><br />Ciudad de Buenos Aires, martes 5 de febrero de 2013.</span><br />
<span class="text_exposed_show" style="background-color: white; color: #333333; display: inline; font-family: 'lucida grande', tahoma, verdana, arial, sans-serif; font-size: 13px; line-height: 18px;"><br /></span>
<span class="text_exposed_show" style="background-color: white; color: #333333; display: inline; font-family: 'lucida grande', tahoma, verdana, arial, sans-serif; font-size: 13px; line-height: 18px;">*Liliana Pereyra era compañera de Camila Azar, en una pensión en La Plata, cuando Azar fue secuestrada. </span>Federico Gabriel Sequeirahttp://www.blogger.com/profile/03886178131600484209noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3140985487202468417.post-12322215444398741032011-11-30T18:27:00.000-03:002012-01-03T18:28:51.853-03:00Apéndice a esta historia I<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR"></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-AR"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-AR">Después de que se escribió este libro, las investigaciones siguieron en marcha, y no sólo se lograron avances en materia judicial.</span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-AR">También hubo otros triunfos de la verdad, como la identificación de los restos de varios de los protagonistas de esta historia.</span></div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-39g9uusr1pU/TwNyoejFhAI/AAAAAAAAEUU/jf-srkGU9pY/s1600/invitacioncamila.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="149" src="http://2.bp.blogspot.com/-39g9uusr1pU/TwNyoejFhAI/AAAAAAAAEUU/jf-srkGU9pY/s320/invitacioncamila.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-m3nxImNEI4k/TwNyo3x1FTI/AAAAAAAAEUc/FFGt5bkwXcE/s1600/camila.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://3.bp.blogspot.com/-m3nxImNEI4k/TwNyo3x1FTI/AAAAAAAAEUc/FFGt5bkwXcE/s320/camila.jpg" width="203" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">El sábado 1º de
octubre de <st1:metricconverter productid="2011, a" w:st="on">2011, a</st1:metricconverter>
las 11, fueron inhumados en el Cementario Parque Campanario de Florencio Varela
(Ruta nº <st1:metricconverter productid="2, km" w:st="on">2, km</st1:metricconverter>
142, Rotonda de Alpargatas), los restos de Caminal Elisabet Azar. </span><span lang="ES-AR">El Equipo
Argentino de Antropología Forense logró identificar sus restos en el mes de
mayo de 2011, en el mes de septiembre fueron restituidos a su familia, y
recibieron sepultura y sus debidos homenajes, en el primer día de octubre. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Aquí, la nota de
la agencia Télam, dando cuenta de la identificación de los restos de Camila:</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">“La Justicia
identifica los restos de tres desaparecidos”</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Los restos de
tres desaparecidos durante la última dictadura fueron identificados por la
justicia, con lo cual el número total asciende a 212, informó hoy la Cámara
Federal de la Capital.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Se trata de
Wolfgang Achtig, Ernesto María Saravia, y Camila Elisabet Azar, cuyos restos
forman parte de los 336 esqueletos recuperados, entre los años 1988 y 1992, en
el Cementerio Municipal de Avellaneda. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Ciudadano
austríaco y trabajador de la fábrica Ferrum, Achtig fue secuestrado el 15 de
septiembre de 1977 en Avellaneda, a los 32 años, mientras que Saravia tenía 19
años al ser secuestrado el 6 de agosto de 1976 y fue asesinado en la llamada
“masacre de Fátima”, como se denomina a la voladura de unas treinta personas en
esa localidad bonaerense próxima a Pilar. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">El tercer
identificado, Camila Azar, era una estudiante de derecho de 21 años, que fue
secuestrada el 20 de diciembre de 1976 en La Plata. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">El presidente de
la Sala II de la Cámara, Horacio Cattani, indicó que las exhumaciones fueron
realizadas por el Equipo Argentino de Antropología Forense, e identificados por
los laboratorios The Bode Technology Group Inc., de Estados Unidos, UU) y
LIDMO, de Córdoba. </span></div>Federico Gabriel Sequeirahttp://www.blogger.com/profile/03886178131600484209noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3140985487202468417.post-79521828140075103302011-11-30T18:25:00.000-03:002012-01-03T18:30:19.775-03:00Apéndice a esta historia II<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">En julio de 2010
fueron inhumados los restos de Generosa Fratassi, la enfermera secuestrada
después de discutir con el director del hospital Isidoro Iriarte de Quilmes,
días después del nacimiento de Rosita, cuando éste le negó a la abuela de la
bebé que hubiera nacido allí, y que hubiera sobrevivido. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">El atrevimiento
le valió a Generosa Fratassi el secuestro, y su posterior paso por el centro
clandestino de detención El Vesubio, donde compartió cautiverio con su
compañera de trabajo, la partera María Luisa Martínez.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">La nota que
escribí, y que fue recogida entre otros portales, por la página de la
<a href="http://saludmunicipioquilmes.blogspot.com/2011/08/silvia-isabella-valenzi-detenida.html">Secretaría de Salud</a> de la Municipalidad de Quilmes y <a href="http://www.agrupacion21.com/2010/07/generosa-fratassi-que-descanses-en-paz.html">Agrupación de Enfermería 21 de Noviembre</a>.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Treinta y tres
años después de su secuestro, los restos fueron identificados por el Equipo
Argentino de Antropología Forense. Su historia es emblemática, y muestra hasta
qué punto la solidaridad era un arma que el gobierno de facto no podía
tolerar. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Fue una italiana
que en los treinta y dos años que vivió, le hizo honor a su nombre. Generosa
Fratassi, la enfermera del Hospital Iriarte que fue secuestrada sólo por
contrariar la versión que negaba el parto de una detenida, podrá por fin
descansar en paz. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Este sábado, a
las 11, y con la presencia del intendente de Quilmes, se realizará el entierro
de sus restos en el Cementerio Municipal de Quilmes, ubicado en Ezpeleta. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Nada se supo de
la mujer después de que el 14 de abril de 1977, Fratassi fue capturada por
cuatro hombres, en la puerta del Hospital de Quilmes. Recién el retorno
de la democracia, en 1983, y las investigaciones que impulsó el gobierno
de Raúl Alfonsín, a través de la CONADEP (Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas), permitió sumar un dato, aunque ínfimo: a Generosa la
habían visto en el centro clandestino de detención “El Vesubio”, junto a la
partera María Luisa Martínez, su compañera de trabajo, a quien habían
secuestrado siete días antes. El dato lo había aportado una de las pocas
sobrevivientes de ese lugar, Elena Alfaro.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Pasaron casi
tres décadas desde entonces, y más de treinta y tres años de su desaparición,
una cantidad de años mayor a la edad que la propia enfermera tenía cuando se la
llevaron. Sin embargo, mediante la Iniciativa Latinoamericana para la
Identificación de Personas, el Equipo Argentino e Antropología Forense logró
identificar sus restos. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">En medio, la
Cámara Federal de La Plata llevó adelante los Juicios por la Verdad, con el
impulso de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) platense. Y
por allí pasaron la hermana de Generosa, la hermana de la parturienta que puso
en marcha la red de solidaridad que terminó convirtiendo a la enfermera en
víctima, también lo hicieron muchos de quienes por entonces eran médicos y
enfermeros en el hospital quilmeño. Buena parte de ellos dijo no recordar los
hechos. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Pero los hechos
quedaron claros para muchos otros de los protagonistas, que los fueron
reconstruyendo. Y que permitieron armar el rompecabezas. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">El parto</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Silvia Mabel
Isabella Valenzi tenía 20 años y un embarazo de cuatro meses cuando
desapareció, un 22 de diciembre de 1976, saliendo de La Plata rumbo a Quilmes.
Nada se supo de ella, y en vano fueron todos los esfuerzos de sus padres, y del
resto de su familia para encontrarla. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Para saber de su
paso por el centro clandestino de detención Pozo de Quilmes, en la actual sede
de la DDI, a cien metros del hospital Iriarte, habría que esperar, al menos,
hasta 1982, cuando el entonces Obispo Jorge Novak recibiera abiertamente a
familiares y empezara a confeccionar listas de secuestrados, para cruzar
datos. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Allí, la madre
de una joven bernalense, hoy también desaparecida, conoció a Rosa Isabella
Valenzi, la hermana mayor de Silvia. A partir de allí se sabría que Silvia
había estado en el Pozo de Quilmes. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">De su destino
final, en el Pozo de Banfield, durante algo más de una veintena de días, desde
la mañana posterior al parto, y hasta que se perdiera todo rastro, se sabría ya
en democracia. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Pero ya en 1977
se supo del parto, y de la inusual situación de que este tuviera lugar en un
hospital (por entonces) municipal, como el Iriarte, dado que la joven se
encontraba en calidad de secuestrada.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">En la noche del
1º de abril de 1977, Silvia Isabella Valenzi fue llevada a la Maternidad del
Hospital, fue atendida, y alrededor de las 3 de la madrugada del día siguiente,
nació su hija, a la que llamó Rosita. Tres horas más tarde, la madre era llevada
por uniformados en una camioneta sin identificación. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Al ser
arrastrada por los pasillos del hospital, gritó su nombre y su domicilio, en La
Plata. Una partera que la escuchó mandó a avisar a su familia, en forma
secreta, y por un anónimo. Era María Luisa Martínez, y sería secuestrada en su
casa de Quilmes el 7 de abril.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">La intervención
de Generosa</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Seis días más
tarde, la madre de Silvia Isabella Valenzi se hizo presente en el hospital
Iriarte, y explicó su situación. Una enfermera le dijo que la bebé había
quedado alojada en el nosocomio, porque había nacido con bajo peso, y no se la
podía retirar, pero que nada se sabía de la madre. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Concepción
Isabella Valenzi, la madre de Silvia, fue acompañada por Generosa Fratassi
hasta la oficina del director del hospital. Todo le fue negado a la mujer,
desde la presencia de la bebé, hasta la existencia del parto, y los demás
detalles que la enfermera había narrado. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Ante la
desmentida de Roberto Iriarte, el entonces director del nosocomio, Fratassi fue
lapidaria: “no lo niegue más, doctor, que el nacimiento fue anotado en el Libro
de partos”. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Las dos mujeres
debieron salir de la oficina, y la angustiada madre también del Hospital. En el
camino un médico le dijo que su nieta aún estaba en Neonatología, y la mujer
confesó a su familia que hasta había creído ver a una pequeña con la que sintió
una especial conexión. Nada pudo hacer. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">El Libro de
partos fue luego burdamente tachado, y en lugar del nombre de Isabella Valenzi,
que pudo seguir leyéndose, se inscribió NN.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Un día más
tarde, ya 14 de abril de 1977, y mientras realizaba sus tareas habituales,
Fratassi recibió una llamada de Carlos Eduardo Miranda, portero del Iriarte,
quien le comunicó que un hombre la buscaba en la entrada. Cuando la mujer
llegó, eran cuatro los sujetos, estaban armados, y la atenazaron de los
brazos. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Generosa salió
el vilo, llevada por los desconocidos, y con sus pies arrastrándose sobre el
suelo, para perderse en la misteriosa noche de la dictadura, de la que sólo
podría salir treinta y tres años después. </span></div>Federico Gabriel Sequeirahttp://www.blogger.com/profile/03886178131600484209noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3140985487202468417.post-70059379372267906872011-11-30T18:23:00.000-03:002012-01-03T18:31:59.285-03:00Apéndice a esta historia III<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-sgqJoVk9m5M/TwNxz8lk8KI/AAAAAAAAEUI/F5K3RPYbUz4/s1600/mar%25C3%25ADa+luisa.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="223" src="http://1.bp.blogspot.com/-sgqJoVk9m5M/TwNxz8lk8KI/AAAAAAAAEUI/F5K3RPYbUz4/s320/mar%25C3%25ADa+luisa.jpg" width="320" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">En diciembre de
2010, fueron inhumados los restos de la partera María Luisa Martínez de
González, quien fue la responsable de poner sobre aviso a la familia de Silvia
Mabel Isabella Valenzi acerca del nacimiento de Rosita. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Su acción fue
delatada por alguien entre sus compañeros del Hospital Isidoro Iriarte cuando
esto se supo, y por esa razón, se produjo su secuestro. Pero no comenzaba allí
su historia de compromiso militante, sino que ya tenía una larga lista de
antecedentes.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Aquí la nota del
periódico Mirada de Quilmes Oeste, sobre la inhumación de sus restos. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">“Inhumaron los
restos de María Luisa Martínez”</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">María Luisa
Martínez era una de las enfermeras del Hospital Iriarte que desparecieron en
abril de 1977. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">La ceremonia se
realizó ayer al mediodía en el Cemenetrio de Ezpeleta, con la intervención del
Equipo de Antropología Forense (EAAF). María Luisa Martínez era una de las
enfermeras del hospital Iriarte que desaparecieron en abril de 1977, cuando
avisaron a la familia de una mujer secuestrada el nacimiento de un bebé en el
Hospital</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">La subsecretaria
de Derechos Humanos, Lila Manuwall opinó que la historia de María Luisa
Martínez se une a la de Generosa Fratassi, la otra de las enfermeras desaparecidas
luego de avisar a familiares de Isabela Valenzi, del nacimiento de su bebe en
el Hospital Iriarte.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">A partir de este
aviso Maria Luisa fue secuestrada al otro día en su casa, mientras que Generosa
Fratassi fue llevada desde el Hospital y recién este año sus cuerpos fueron
reconocidos. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Y el informe que
ofrece la página de la <a href="http://derechoshumanosquilmes.blogspot.com/2010/12/despedida-de-maria-luiza-martines-de.html">Subsecretaría de Derechos Humanos</a> de Quilmes:</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">El día
11-12-2010 sus familiares, amigos y compañeros junto al intendente de Quilmes,
Francisco Gutiérrez y a la subsecretaria de Derechos Humanos. Lila Mannuwal,
encabezaron el acto homenaje que se realizó en el cementerio de Ezpeleta, donde
fueron inhumados los restos, recuperados por el Equipo Argentino de
Antropología Forense, de Maria Luisa Martinez de Gonzalez, partera del hospital
de Quilmes, secuestrada y desaparecida en la última dictadura militar. “Hoy se
está haciendo justicia con quienes la asesinaron a ella y tal vez a la madre de
la niña, pero todavía falta el mayor de los sentidos para ese sacrificio enorme
que fue la entrega de su vida que es la aparición con vida y en el seno de su
familia de esa niña”, manifiesto en parte de su elocución el intendente
Gutiérrez. Durante el acto, Gutiérrez aseguró que “hace bien poder tener un
lugar donde descansen los restos de María Luisa, una compañera militante de
toda la vida, muy querida por todos y que dio un testimonio y un ejemplo en el
mundo cuando sabía, por su profesión, lo que estaba ocurriendo en el hospital.
Tuvo noticias de que una compañera detenida estaba dando a luz, en forma
clandestina por los militares y sabía que su familia no tenía conocimiento de
esto. Fiel a su compromiso ideológico, como profesional y por su profundo
sentido de vida no dudó un momento en hacer conocer que la niña estaba
naciendo, que la madre estaba dando a luz a esa chica y que su familia la conociera”.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Justicia para
María Luisa</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">La subsecretaria
de Derechos Humanos, Lila Manuwall junto a la hija de María Luisa, María Leonor
González, y sus nietos Lisandro, Francisco y José, detallaron la historia de
María Luisa Martínez, que se une a la de Generosa Fratassi otra de las
enfermeras desaparecidas luego de avisar el nacimiento de Rosa Isabella
Valenzi, la hija de Silvia Isabella Valenzi, en el Hospital Isidoro Iriarte de
Quilmes. En el marco de la Justicia, se tramita una causa por los crímenes y
las detenciones cometidos en el centro clandestino El Vesubio.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Finalmente, el
intendente Gutiérrez aseguró que “Las fieras, animales, hienas, en su momento
no dudaron en hacerla desaparecer, asesinarla y esconder esa niña que aún no se
sabe dónde está. Esa chica tiene que aparecer. Hoy se está haciendo justicia
con quienes la asesinaron a ella y tal vez a la madre de la niña, pero todavía
falta el mayor de los sentidos para ese sacrificio enorme que fue la entrega de
su vida que es la aparición con vida y en el seno de su familia de esa niña que
ella vio nacer”.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Mensaje del Equipo de
Antropología Forense</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Todas las
identificaciones tienen sus particularidades. En definitiva, eso es
identificar. Hacer de alguien “N.N.” que quiere decir algo así como “cualquier
persona” una persona determinada. Hoy podemos despedir a Maria Luisa MARTINEZ.
Y con ella, conocer su historia. Y particularmente, la historia de la búsqueda
de Maria Luisa que es una de nuestras primeras historias de búsqueda. Hace ya
muchos años, de la mano de Lila, conocimos a su hija; hace tantos años que por
entonces el ADN no era ni siquiera una esperanza. Por aquellas épocas
tratábamos de buscar datos que nos permitieran confirmar lo que suponíamos: que
la gran mayoría de los N.N. que habían sido enterrados en los cementerios
municipales del sur del Gran Buenos Aires eran las personas que habían
desaparecido en la misma zona.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Tuvo que pasar
mucho tiempo. Tuvo que venir la Iniciativa Latinoamericana (que fue presentada
en Quilmes en un acto multitudinario en La Cañada, con la presencia del
Intendente) para que aquello que era una posibilidad se transformara en
certeza. Para que una de las NN recuperadas en el Cementerio de Lomas de Zamora
fuera identificada como Maria Luisa.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Esto permite
confirmar esa relación: muchas de las personas secuestradas en la zona sur o
llevada a centros clandestinos de la zona Sur (Maria Luisa estuvo en el
Vesubio) tienen que corresponder con los N.N. enterrados en los Cementerios de
Avellaneda, Lomas de Zamora, Ezpeleta, Villegas, La Plata. Pero eso es otra
historia. La historia que hoy venimos a rescatar es la de Maria Luisa, esa
partera del Hospital de Quilmes que no pudo aceptar la exigencia de ocultar un
nacimiento ocurrido en ese Hospital.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">Y esa historia
nos enseña que siempre hay formas de negar el terror, el abuso, la brutalidad.
Y no hay mejor enseñanza que esa. Campaña nacional para la identificación de
personas El programa es impulsado por el Ministerio de Salud y la Secretaría de
Derechos Humanos de la Nación y está dirigido a las personas con familiares
biológicos víctimas de desaparición forzada entre 1974 y 1983, y a quienes
tengan dudas sobre su identidad.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-AR">El análisis de
la muestra es realizado por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF),
una organización científica, no gubernamental y sin fines de lucro que, a
través de técnicas de la Antropología social y forense, la Arqueología, la
Informática y la Genética, investiga casos de personas desaparecidas o muertas
como consecuencia de procesos de violencia política en diversas partes del
mundo. </span></div>Federico Gabriel Sequeirahttp://www.blogger.com/profile/03886178131600484209noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3140985487202468417.post-89252864134664349082010-06-25T23:10:00.000-03:002012-01-09T23:10:41.903-03:00Prólogo<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Este libro se escribió en 2006, con la intención de que
pudiera estar listo y publicado para el 2 de abril de 2007, cuando la
protagonista principal, y que es a quien está dirigido, cumplía 30 años. Aunque
estaba claro que no lo sabría, ni lo festejaría en esa fecha, por las
circunstancias de su historia que denuncian estas páginas. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Por razones que no merecen ser contadas, este libro, que
estuvo listo para ser editado antes, y presentado ese 2 de abril, no lo fue. Y
por eso, dos años después, se convirtió en esta publicación virtual, porque su
objetivo era llegar a la destinataria para la que, en definitiva estaba
escrito. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Y es por eso mismo, porque esa mujer que no había logrado
reencontrase hasta entonces con su propia historia, que las páginas de este
libro están motadas sobre una estructura sencilla, por momentos demasiado
simple desde lo literario, y mucho más cándidas aún desde la mirada histórica. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Porque nunca buscaron dirigirse a una militante, sino todo
lo contrario, a quien seguramente no estaba preparada para entrar de lleno en
su historia… </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Por eso, disculpas de autor mediante, a partir de aquí hay
un texto que podría haber sido escrito de muchas maneras, pero lo fue de esta…
que podría haber buscado potenciarse en lo estético, y eligió la simplicidad de
un mensaje claro…</div>Federico Gabriel Sequeirahttp://www.blogger.com/profile/03886178131600484209noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3140985487202468417.post-80245808146875496592009-06-22T17:18:00.000-03:002009-06-22T17:22:22.321-03:00<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhcRrP8cA-yq9LxXwGFeMhpq-PlAVX51JQ5kgeLoGqRwKZMfH-KVaFDQVC67JuuA1a4g-FUKiExbEXdvTFsftfUNKIdAlmAR13B_LP9CTlSb_4pCDMpgs4VYkvI1iQAG98WGwSi3gL_q0Q/s1600-h/la+adulteraci%C3%B3n+en+el+libro+de+partos.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5350249638691819010" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 296px; CURSOR: hand; HEIGHT: 400px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhcRrP8cA-yq9LxXwGFeMhpq-PlAVX51JQ5kgeLoGqRwKZMfH-KVaFDQVC67JuuA1a4g-FUKiExbEXdvTFsftfUNKIdAlmAR13B_LP9CTlSb_4pCDMpgs4VYkvI1iQAG98WGwSi3gL_q0Q/s400/la+adulteraci%C3%B3n+en+el+libro+de+partos.jpg" border="0" /></a><br /><span style="font-size:85%;">El libro de partos del Hospital Iriarte, en la página en que se dejó constancia del nacimiento de Rosita, para luego ser burdamente tachado, y reescrito como "NN".</span><br /><br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgt0dWoYIqQaq0AvswnDMxJHp0UIxXWT0I0cCEs3BJt26_Wm-MGAXfuPcLxUGICgI0LymBn4ulDC1hy2V7R-ItqEIjnB0p0bhq6OH3UR9xH5NqDi-zdYR3uSA7b2mdV5rhi8OfRib0vFC0/s1600-h/recordatorio+publicado+en+P%C3%A1gina+12.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5350249375867458210" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: hand; HEIGHT: 316px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgt0dWoYIqQaq0AvswnDMxJHp0UIxXWT0I0cCEs3BJt26_Wm-MGAXfuPcLxUGICgI0LymBn4ulDC1hy2V7R-ItqEIjnB0p0bhq6OH3UR9xH5NqDi-zdYR3uSA7b2mdV5rhi8OfRib0vFC0/s400/recordatorio+publicado+en+P%C3%A1gina+12.jpg" border="0" /></a> </div><br /><div><span style="font-size:85%;">Recordatorio publicado en Página/12 el 2 de diciembre de 2006.</span></div><br /><div></div><br /><div><br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEibMW8jlE1qgabz0vyHJlTpIITqJGBMwz5wyV2dq7s334L7_A96e2aZTpl112rDT7A4tTW2jaNC87mUM-bKh9oYnUfOwIrVScy_BT6KdNT-vl2lXru2DmgKel1qjundYViG7xStt5_y6I8/s1600-h/primera+comuni%C3%B3n.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5350249142294413778" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 179px; CURSOR: hand; HEIGHT: 400px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEibMW8jlE1qgabz0vyHJlTpIITqJGBMwz5wyV2dq7s334L7_A96e2aZTpl112rDT7A4tTW2jaNC87mUM-bKh9oYnUfOwIrVScy_BT6KdNT-vl2lXru2DmgKel1qjundYViG7xStt5_y6I8/s400/primera+comuni%C3%B3n.jpg" border="0" /></a><br /><br /><br /><div></div></div><span style="font-size:85%;">Silvia Mabel Isabella Valenzi al tomar la comunión.</span></div>Federico Gabriel Sequeirahttp://www.blogger.com/profile/03886178131600484209noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3140985487202468417.post-75182941574872333922009-06-22T17:12:00.000-03:002012-01-03T18:33:49.747-03:00<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3SEcqXEja37GTQv8T-fh1HJlQXOkHbvjntlhlH-pJFZyvBnnBhIC0fEh6jzkn-aOhJmV5Ip0A-T2Hp-urZKDCHDz1NbU-yI6sW-7feFVh1EaCX8RJOY6Y7oBHLRkWQ-_QXRfxjJGlKGg/s1600-h/reclamo+por+Rosita.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5350248591739999234" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3SEcqXEja37GTQv8T-fh1HJlQXOkHbvjntlhlH-pJFZyvBnnBhIC0fEh6jzkn-aOhJmV5Ip0A-T2Hp-urZKDCHDz1NbU-yI6sW-7feFVh1EaCX8RJOY6Y7oBHLRkWQ-_QXRfxjJGlKGg/s400/reclamo+por+Rosita.jpg" style="cursor: hand; display: block; height: 400px; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 282px;" /></a><br />
<span style="font-size: 85%;">Reclamo por la aparición de Rosita Isabella Valenzi en el Hospital de Quilmes.</span><br />
<br />
<div>
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhw8Gh2hKEDprGIAB9cf7tOE1w0wWVuvTvdqhmuFnbDSyEIZ295-8ADNQa0lhqiWP2u_jLBZWg8VtgVwNBBA517aeychOppF1NKFtd2H2EX-RJ0iBxBJd0KITvJClG7Sq4GCBAw5diecVQ/s1600-h/berges+detenido.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5350248340514038018" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhw8Gh2hKEDprGIAB9cf7tOE1w0wWVuvTvdqhmuFnbDSyEIZ295-8ADNQa0lhqiWP2u_jLBZWg8VtgVwNBBA517aeychOppF1NKFtd2H2EX-RJ0iBxBJd0KITvJClG7Sq4GCBAw5diecVQ/s400/berges+detenido.jpg" style="cursor: hand; display: block; height: 400px; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 234px;" /></a> </div>
<br />
<div>
<span style="font-size: 85%;">Un recorte de periódico que da cuenta de la detención del médico policial Jorge Bergés.</span><br />
<span style="font-size: 85%;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-CjowH67ZI7A/TwNz8GGg0gI/AAAAAAAAEUo/o9J17PpSJJc/s1600/mar%25C3%25ADa+cristina+lefteroff.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://4.bp.blogspot.com/-CjowH67ZI7A/TwNz8GGg0gI/AAAAAAAAEUo/o9J17PpSJJc/s320/mar%25C3%25ADa+cristina+lefteroff.jpg" width="213" /></a></div>
<br />
<div>
</div>
<br />
<blockquote class="tr_bq">
María Cristina Lefteroff, también desaparecida, compartió parte del cautiverio con Silvia, en el Pozo de Quilmes.</blockquote>
<div>
<br />
<br />
<div>
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhsPYvf5SlYzeWZQdbZm7VAKSnWZq_C0lbdGbObCVk2Ph2Fp69z_7uV5IQV8D0IiinhtTbkQrdLtyISy8eBwRFgvV7-Co3FB9xhzr6_YD0ZAu8On0XhZceQVMn93aVvHjjShK-fIVU9Hf8/s1600-h/generosa+frattasi.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5350248033331728722" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhsPYvf5SlYzeWZQdbZm7VAKSnWZq_C0lbdGbObCVk2Ph2Fp69z_7uV5IQV8D0IiinhtTbkQrdLtyISy8eBwRFgvV7-Co3FB9xhzr6_YD0ZAu8On0XhZceQVMn93aVvHjjShK-fIVU9Hf8/s400/generosa+frattasi.jpg" style="cursor: hand; display: block; height: 400px; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 371px;" /></a> </div>
<br />
<br />
<div>
<span style="font-size: 85%;">La hermana de la enfermera Generosa Frattasi en una de las marchas de las Madres de Plaza de Mayo.</span></div>
<br />
<br />
<div>
<br />
<br />
<br />
<div>
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjBgFmAp2_JKMDQY5t5sSNLW39L9c-ASXshfiHocbDKFIAdyoAKxRR1tmsPOaDMqpVTDfaD5_zSdNEjlYOJ9ItOe6Bfxs2pTt1tGC-bwu8aamfKSCtyJ7WpngMJRELxGB2e-3i62mP0YuU/s1600-h/Camila+Azar.gif"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5350247753209096818" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjBgFmAp2_JKMDQY5t5sSNLW39L9c-ASXshfiHocbDKFIAdyoAKxRR1tmsPOaDMqpVTDfaD5_zSdNEjlYOJ9ItOe6Bfxs2pTt1tGC-bwu8aamfKSCtyJ7WpngMJRELxGB2e-3i62mP0YuU/s400/Camila+Azar.gif" style="cursor: hand; display: block; height: 83px; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 70px;" /></a><span style="font-size: 85%;">Camila Azar, amiga de Silvia Isabella Valenzi, y también desaparecida.</span><br />
<br />
<br />
<br />
<div>
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9ZXgnEe1IUf0rkHHe_eHUCpe3tIkQoUdiR5zDbC6GGCq0jcCO20crOPpXcufYN6QnrUe7b9AcpFWdLNdD9ODsVL0z0EpfnP9603jHiT3gC6KcQ_9Yu18ALQ4F_qV4C5Y-9pVmZocQmLw/s1600-h/Stella+Azar.gif"></a><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<div>
</div>
</div>
</div>
</div>
</div>Federico Gabriel Sequeirahttp://www.blogger.com/profile/03886178131600484209noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3140985487202468417.post-60396764283262919402009-06-22T16:25:00.000-03:002009-06-22T17:22:58.004-03:00<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghv3qiIpdYblQK_nCXYWQ8YdCaMpeque6YgDCa01ztLFSwLmTxTTY7fwb4UVXnAB0omLxEQ7o40BWM5Syh_dGrBLLEDjx6JHNqh3YoQWuomMABjv3f2vnC0JmXBXuMmCZCUz9ySxoRe5c/s1600-h/Silvia+Isabella+Valenzi+al+a%C3%B1o+de+vida.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5350236132115840194" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 242px; CURSOR: hand; HEIGHT: 400px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghv3qiIpdYblQK_nCXYWQ8YdCaMpeque6YgDCa01ztLFSwLmTxTTY7fwb4UVXnAB0omLxEQ7o40BWM5Syh_dGrBLLEDjx6JHNqh3YoQWuomMABjv3f2vnC0JmXBXuMmCZCUz9ySxoRe5c/s400/Silvia+Isabella+Valenzi+al+a%C3%B1o+de+vida.jpg" border="0" /></a><br /><span style="font-size:85%;">Silvia Isabella Valenzi al año de vida.</span><br /><span style="font-size:85%;"></span><br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiO2jwKI7mjDvxUq8ZziLu1hPp-cKiTq9Ro0tvcREsV5gfCmRB9MhrEOdaWgGF8gMUSrn1ao4qUdPOkW9taE14I-N-CiHMwye3q-s64Gcl2kGjMHLYJeFnfszHaWIrXq0UBf_czT59Axuc/s1600-h/Silvia+Mabel+Isabella+Valenzi.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5350235885410625698" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 267px; CURSOR: hand; HEIGHT: 400px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiO2jwKI7mjDvxUq8ZziLu1hPp-cKiTq9Ro0tvcREsV5gfCmRB9MhrEOdaWgGF8gMUSrn1ao4qUdPOkW9taE14I-N-CiHMwye3q-s64Gcl2kGjMHLYJeFnfszHaWIrXq0UBf_czT59Axuc/s400/Silvia+Mabel+Isabella+Valenzi.jpg" border="0" /></a><br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8VU_nmXIbI_ifDj8q2teoN19-JCnhx1sX0LXO2MrPInRTowIsUjAWpRW0N18Q1EqsgHBrqLzFd7tdh0hrybSFjuYYQijDw93_qBRUuHSL1QAhctZOzjJbNh1gyYumuVFvlNe7R96m38o/s1600-h/Silvia+M.+Isabella+Valenzi.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5350235696702845186" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 136px; CURSOR: hand; HEIGHT: 103px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8VU_nmXIbI_ifDj8q2teoN19-JCnhx1sX0LXO2MrPInRTowIsUjAWpRW0N18Q1EqsgHBrqLzFd7tdh0hrybSFjuYYQijDw93_qBRUuHSL1QAhctZOzjJbNh1gyYumuVFvlNe7R96m38o/s400/Silvia+M.+Isabella+Valenzi.jpg" border="0" /></a> </div><br /><br /><div><span style="font-size:85%;">Dos imágenes de Silvia Mabel Isabella Valenzi en distintos momentos de su adolescencia.</span> </div><div><br /><br /><br /></div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7Ele2B46oQcKBfoO0wclCQjXMHNgxp7Ojo0ebdtShbeLY6QMANVUh5KKTmcseckaF5DwIu4WGgQ7yS03pWrvU9DnwnHliyyNoh9Zle9xDAdVEN89ApglKioO4A8tVssTR5OhRxXF_0_o/s1600-h/Carlos+Alberto+L%C3%B3pez+Mateos.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5350235417405500290" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 272px; CURSOR: hand; HEIGHT: 400px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7Ele2B46oQcKBfoO0wclCQjXMHNgxp7Ojo0ebdtShbeLY6QMANVUh5KKTmcseckaF5DwIu4WGgQ7yS03pWrvU9DnwnHliyyNoh9Zle9xDAdVEN89ApglKioO4A8tVssTR5OhRxXF_0_o/s400/Carlos+Alberto+L%C3%B3pez+Mateos.jpg" border="0" /></a><br /><div><span style="font-size:85%;">Una de las pocas fotos que se conservan de Carlos Alberto López Mateos.</span></div><br /></div><div><br /><div><span style="font-size:85%;"></span></div><br /><br /><br /><div></div></div></div>Federico Gabriel Sequeirahttp://www.blogger.com/profile/03886178131600484209noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3140985487202468417.post-51401713440772267002009-06-22T16:10:00.000-03:002009-06-22T16:12:44.657-03:00Capítulo 1 - Llegó Rosita<div align="right"><span style="font-size:78%;"><br /><em>Menos tu vientre, todo es confuso. </em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>Menos tu vientre, todo es futuro fugaz, </em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>pasado baldío, turbio. </em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>Menos tu vientre, todo es oculto. </em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>Menos tu vientre, todo inseguro, </em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>todo postrero, polvo sin mundo. </em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>Menos tu vientre, todo es oscuro. </em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>Menos tu vientre claro y profundo.<br /></em><br />Miguel Hernández</span></div><div align="center"><br /><br /><span style="font-size:180%;color:#006600;">Capítulo 1<br /><br />Llegó Rosita</span></div><div align="justify"><br /><br /><br /><br />Era un día común, uno más. La hoja arrancada del almanaque esa mañana indicaba que era 1º de abril de 1977. El otoño había comenzado pocos días antes, pero ya era perceptible en las primeras hojas ocres que se iban enredando en los pasos de los transeúntes de la calle Allison Bell.<br />Esa misma vereda había transitado Justo Horacio Blanco para ir a tomar su guardia en el Hospital Isidoro Iriarte en Quilmes, donde permanecería hasta la mañana siguiente.<br />La jornada había sido casi más tranquila que otras para el médico, que al atardecer, y después de haber corroborado cómo se encontraban las parturientas y los recién nacidos todavía internados, respiró hondo.<br />La vida bullía en la Maternidad, la vida se respiraba en el aire, y el aire tenía un sabor puro, incontaminado, pese a que a tan corta distancia, apenas cien metros calle abajo, la muerte exhalara su aliento.<br />Nadie hablaba abiertamente, pero la calle cerrada, los constantes movimientos de autos, civiles en su mayoría; identificables como de las fuerzas de seguridad, los menos; movían a una sospecha casi certera.<br />De noche las luces bañaban de pronto la calle y se iban como llegaban, e incluso en ocasiones, con el viento favorable hacia el sur, en medio del silencio espeso y compacto del verano, se escuchaban canciones entrecortadas, ritmos alegres, melodías circenses.<br />Ese atardecer era como cualquier otro, una guardia en la que la tarea era para Blanco colaborar en la llegada de la vida, y no pensar en la muerte a la que no dejaba de ver por el rabillo del ojo, en los escasos momentos de distensión autoimpuesta.<br />De esa misma rutina, del otoño que avanzaba, de la inusitada tranquilidad de la jornada debe haber hablado Justo Horacio Blanco con la partera Norma Brola, que lo acompañaba en la guardia de ese día, para así llenar el espacio vacante que las horas iban acumulando.<br />Puede ser que poco antes haya mirado el reloj en su muñeca, para tener después la certeza de que eran las 23 cuando llegó una comisión policial, con agentes uniformados que seguían a un elegante hombre de bigotes. Con ellos venía una embarazada de cara blanca y descompuesta, donde no sólo podía adivinarse el alumbramiento inminente, sino también, y por sobre todas las cosas, un miedo difícil de conmensurar.<br />Blanco conocía al otro. Podía ser que lo hubiera cruzado en la ciudad, porque ambos vivían allí. Podía ser que supiera de él porque ambos eran médicos, e incluso compartían la misma especialidad. Podía ser que los médicos fueran tan pocos, entonces, que en Quilmes todos se conocieran. Podía ser, también, que mientras el silencio flotaba en la superficie para guardar las apariencias en tiempos en que reinaba la paz de los cementerios, impuesta por la dictadura militar desde el 24 de marzo de 1976, por debajo los rumores no lograran acallarse ni aún por el temor sembrado a granel. Y si era así, entonces, Blanco sabía que el otro era Jorge Antonio Bergéz, médico de la policía, y responsable de la salud de las embarazadas en los centros de detención clandestinos de la dictadura. ¿O de eso se enteraría andados los años, cuando con la llegada de la democracia se conocieran al detalle las atrocidades?<br />Sabiendo lo que supiera por entonces, esa noche del 1º de abril de 1977, alrededor de las 23, Blanco se enteró de que la detenida que traían debía tener familia en la Maternidad por esa noche a su cargo, porque estaba ya en labor de parto. Una custodia policial se encargaría de vigilarla para que el profesional estuviera tranquilo, y los detalles de filiación y otros particulares y minucias se arreglarían después, en vista de la hora avanzada, de que era viernes, y de esas cosas que usted ya sabe y las que no vale la pena entrar en detalles.<br />Como había venido, dando media vuelta, y sin dejar nunca de lado sus finos modales, el médico policial se retiró. Los uniformados esperaron las indicaciones de Blanco, sosteniendo por los brazos a la embarazada, que llevaba esposas colocadas en sus muñecas.<br />El clima cambió, el aire se enrareció, se puso espeso de pronto. El médico y la partera de guardia sintieron una suave agitación, una leve aceleración de los latidos, y la mirada persistente, casi penetrante de los uniformados que, estáticos, los miraban. En un instante que se eternizó infinitamente, Blanco tomó la decisión y pidió que llevaran a la detenida a la sala de guardia. Tenía una dilatación de siete u ocho centímetros, según corroboró.<br />Los minutos pasaban lentos, como una gota que cae metódica pero espaciadamente de una canilla mal cerrada. Contaban las contracciones, cada vez más fuertes, cada vez más cerca cada una de la anterior. Entonces, la chica fue trasladada a la sala de partos<br />Los policías quisieron entrar también, y Blanco tuvo que explicarles que por sus características, ese lugar no admitía el ingreso de personas ajenas al servicio. Era necesario preservar la asepsia del espacio. Los otros comprendieron, sin llegar a comprender, y aceptaron. De cualquier manera, la mujer no iba a irse a ningún lado, débil como estaba, embrazada como estaba, y estando en el segundo piso del edificio, para más datos.<br />Médico y partera aprontan los elementos necesarios. Recogen algunos datos de la paciente y los vuelcan en una historia clínica: Se llama Silvia Mabel Isabella Valenzi... tiene 20, no 21 años, le cuesta creerlo a ella misma, porque los cumplió estando secuestrada, poco días antes. Y sí, la torturaron, pero eso mejor no asentarlo. ¿Controles durante el embarazo? No, ningún control, si cuando la detuvieron estaba entrando en el cuarto mes de gestación. Entonces el parto es prematuro. Y por las condiciones físicas de la madre, podría ser que haya alguna complicación. Mejor no hablar tan fuerte, a ver si todavía afuera los policías escuchan.<br />-¿Cada cuánto son las contracciones, Norma? ¿Y la dilatación?... Bueno, mami, parece que el bebé ya viene...<br />Brola le explicó cómo tenía que respirar, la mejor posición, y la manera correcta de hacer los pujes. No podía ser difícil, porque la criatura no debía ser muy grande, pero...<br />Un grito interrumpe... ya está, ya sale... viene de cola... la chica, la paciente, no entiende, no escucha... duele, duele mucho, pero no tanto como la tortura... es otro dolor, pero es menos doloroso. Es más dulce, es una sensación que se confunde con otra... Y va saliendo... las manos del médico acomodan el cuerpito frágil, diminuto... la madre se agita, sopla, se le confunden los pujes y las respiraciones profundas, pierde el ritmo y lo recupera... ¡ya está!... Mirá que chiquita que es, es una nena.<br />Lo pensó tantas veces, tantas veces, y al final nunca se decidía. Tenía nombres de varón y nombres de nena... había empezado a escogerlos con Carlos, alguna noche, hablando con las luces apagadas, tomados de la mano. Después en la celda los repasó, descartó algunos, imaginó otros que no había contemplado antes... ¡Rosa!... Rosita, para cuando fuera chiquita, cuando la tuviera que retar sin convencerse del todo de que había que estar enojada... cuando pudiera criarla, si es que alguna vez terminaba el infierno para ella.<br />Rosita. Rosa, como la tía... “Rosa”, pensó. “Llegó Rosita”, pero no lo dijo.<br />-¿Va a estar bien? –fue lo primero que quiso saber. Nada más importaba en ese momento y en el mundo, que la recién nacida.<br />Blanco le explicó que había que ponerla en la incubadora, que la iban a derivar a Neonatología porque la chiquita tenía muy bajo peso, apenas un kilo y novecientos gramos, respiraba con algunas dificultades. El no podía decirlo, porque no era experto en pediatría, pero sí, seguramente que se iba a poner bien. La ciencia médica había avanzado mucho.<br />Entonces, otra vez a pujar, esta vez para expulsar la placenta. Y después a completar el libro de partos, página 156. ¿A qué hora fue?: 3.15 de la madrugada del 2 de abril de 1977, apellido: Isabella Valenzi.<br />La bebé pasó a las enfermeras de Neonatología, un servicio que no contaba con médicos durante las veinticuatro horas del día. La mamá fue llevada a la sala de puerperio, una habitación con tres camas, para reponerse de los dolores, el agotamiento del alumbramiento y las contracciones que seguían; espasmos más leves ya, de un útero que empezaba a volver a su posición.<br />Blanco ya no podrá dormir por esa noche, aunque fuera en lo sucesivo la más tranquila de su vida profesional. Se había secado las sienes sudadas una y mil veces, y parecía que no podía contener la agitación interior.<br />Entonces era como si la canilla que antes goteaba, en lugar de cerrarse, hubiera sido abierta hasta el tope. Los minutos se deslizaban vertiginosos, o era la sensación que le dejaban los nervios. Y para colmo, los policías, como fieles granaderos en su puesto, seguían apostados junto a la puerta de la sala de puerperios.<br />Como si algo le faltara a la noche llegaron dos partos casi juntos, a las 5.30 y las 5.40.<br />Desde la ventana los pudo ver, poco después de eso, ¿a qué hora? ¿serían ya las 6.30?... Los mismos policías que habían estado de custodia en la Maternidad y los otros que habían llegado minutos antes hasta la habitación, llevaban a la chica de los brazos, otra vez esposada y casi a rastras, sin tocar el suelo apenas con la punta de los pies. Y con indiferencia, quizá con desprecio, ignorantes de los dolores que la aquejaban o sádicamente gozando de eso, la arrojaban en la parte trasera de una camioneta sin identificación y con la cúpula cubierta.<br />Habían entrado como dueños de casa, sin preguntar ni notificar, deslizándose hasta la habitación con alevosía, sin escabullirse ni disimular, para salir otra vez con la joven. No. Realmente Blanco no podía dar crédito a la experiencia de esa noche que todavía no terminaba. ¿Qué podía depararle? ¿Qué tendrían para él los días siguientes, después de ser testigo de un hecho semejante? Y qué le quedaba, ¿volver a la casa y contarlo?, pero había que ser muy cuidadoso, porque no era cuestión de ventilarlo por ahí. Bueno, el que no podía dejar de saberlo era Oscar García, el jefe del Servicio de Obstetricia. A él sí había que decirle con lujo de detalles, dentro de lo posible, de lo que retuviera, porque le parecía que la pesadilla podía esfumarse cuando el cansancio le doblegara la resistencia y se le cayeran los párpados. ¿Podría volverlos a abrir y despertar de un sueño macabro? ¿No había parpadeado ya mil y una veces, y nada?.<br />No, esa camioneta que arrancaba en la calle y se perdía en quién sabe qué laberintos de la represión y la muerte, esa chica que apenas había cumplido la mayoría de edad unos cuantos días antes, esa bebé que él había ayudado a nacer, que tuvo en sus brazos, esos rostros insondables y sombríos de los policías de la custodia... todo eso no podía ser un mal sueño. Aunque hasta que las cosas no cambiaran, de esa manera tuviera que vivirlo.1<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><span style="font-size:78%;">1-Basado en una entrevista con Justo Horacio Blanco, las declaraciones del médico en el juicio por la Verdad, el Juicio a las Juntas, ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, (CONADEP) y en el juicio contra Jorge Antonio Bergés, de Lomas de Zamora.<br />Por su intensa colaboración para esclarecer el caso del parto de Silvia M. Isabella Valenzi, el 24 de febrero de 1987 fue detonada una bomba en la casa del doctor Blanco, que no tuvo como saldo ni muertes ni miembros de su familia heridos.</span></div>Federico Gabriel Sequeirahttp://www.blogger.com/profile/03886178131600484209noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3140985487202468417.post-17858586568659516932009-06-22T16:05:00.000-03:002009-06-22T16:13:19.498-03:00Capítulo 2 - Nacidos bajo el signo de la proscripción<div align="right"><br /><span style="font-size:78%;"><em>Cuando canta el gallo negro</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>es porque que se acaba el día...</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>Si cantara el gallo rojo,</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>otro gallo cantaría(...)<br />Se encontraron en la arena</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>los dos gallos frente a frente.</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>El gallo negro era fuerte,<br />pero el rojo era valiente.</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>Se miraron a la cara</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>y atacó el negro primero.<br />El gallo rojo es valiente,</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>pero el negro es traicionero</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>Gallo negro, gallo negro,</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>gallo negro, te lo advierto:</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>No se rinde un gallo rojo</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>más que cuando está ya muerto</em><br /><br />Los dos gallos, canción popular española</span> </div><div align="center"><br /><br /><br /><br /><span style="font-size:180%;color:#006600;">Capítulo 2<br />Nacidos bajo el signo de la proscripción</span></div><div align="justify"><br /><br /><br /><br />El gobierno peronista<br />Juan Domingo Perón había llegado a la presidencia de la Nación en 1946, y puesto en marcha un proceso de distribución de la riqueza a favor de las clases hasta entonces más postergadas. Su estrategia política se había iniciado en el momento mismo en que formó parte del golpe militar de 1943.<br />Ocupando distintos cargos, entre ellos la Secretaría de Trabajo y Previsión, había otorgado notables mejoras a los asalariados, y como consecuencia directa, su poder se incrementó aceleradamente hasta llegar a convertirse en un peligroso enemigo para el propio régimen que lo había llevado hasta allí.<br />Obligado a dejar su cargo en medio de una crisis que desembocó en la renuncia de todo el gabinete y la convocatoria a elecciones para el 7 de abril del año siguiente, Perón se trasladó el 11 de octubre de 1945 al Delta del Tigre. Dos días más tarde fue detenido y trasladado a la Isla Martín García.<br />Una multitudinaria manifestación popular que comenzó a movilizarse en la noche del 16 y se incrementó el 17, colmó la Plaza de Mayo, exigiendo la liberación de Perón.<br />Un año más tarde, imponiéndose con el 52,40 por ciento de los votos al candidato de la Unión Democrática -una alianza de radicales, conservadores, socialistas, comunistas, así como terratenientes y hombres de negocios respaldada por el gobierno de los Estados Unidos-, Perón se convirtió en presidente de los argentinos.<br />Entre 1946 y 1949, el nivel de vida de la clase obrera siguió en marcado ascenso, y eso, junto al fuerte respaldo dado a la industria en el período, configuraron una trasformación de la Argentina.<br />Gozando de circunstancias económicas propicias, no sólo por la acumulación de reservas generadas durante el período de la Segunda Guerra Mundial, sino por la postración europea de posguerra, Perón aplicó una política de corte nacionalista: estatizó los ferrocarriles, el gas, el Banco Central, los transportes de Buenos Aires, la navegación fluvial y de ultramar, y la red telefónica. La perspectiva permitiría apreciar que esa política peronista coincidía con la necesidad de Gran Bretaña de eliminar pérdidas en el extranjero, y que, además, en esas “apropiaciones” de los bienes estratégicos se evaporaría el 45 por ciento de las divisas disponibles en reserva.<br />Pero para los argentinos, la realidad sólo mostraba una economía desbordante, con pleno empleo, y sin inflación, con lo cual los incrementos salariales y las mejoras laborales se traducían directamente en más dinero en el bolsillo. Y esto, a su vez permitía comprar cada vez más cosas porque éstas seguían valiendo lo mismo.<br />Comenzaron a generalizarse artículos de uso doméstico que la industria liviana fabricaba en grandes cantidades: llegaron las heladeras eléctricas en reemplazo de aquellas viejas refrigeradoras que funcionaban con 10 centavos de hielo, y las cocinas a gas reemplazaron a las “económicas” a leña.<br />La euforia económica de los primeros años del peronismo contó, además, con una figura que marcó una bisagra en la historia: Eva Duarte, la segunda esposa de Perón, que ocupó un rol protagónico.<br />Desde la Fundación que llevaba su nombre realizó innumerables campañas de asistencia a los que menos tenían, pero, además, dio un paso fundamental al posibilitar el acceso de las mujeres al voto, un derecho del que carecían hasta entonces, y que pudieron ejercer por primera vez en los comicios de 1951. Perón logró así su segunda presidencia con el 62,49 por ciento del total de los sufragios emitidos.<br /><br />De Italia a Argentina<br />El fantasma de una nueva conflagración a escala planetaria impulsaba a muchos a alejarse de la desgarrada Europa de posguerra en la segunda mitad de la década del ’40. Gran parte de ellos encontraban destino en la Argentina, donde la certeza casi incuestionable de un conflicto inminente impulsaba un programa político y económico verdaderamente revolucionario para entonces.<br />Si bien poco faltaba para que la especulación sobre una posibilidad de una tercera guerra mundial se diluyera, y el modelo empezara a mostrar sus primeras grietas, en el año 1949 el país más austral de América seguía mostrándose como la meca para los sueños de quienes no vislumbraban futuro alguno en sus tierras arrasadas.<br />El 5 de julio de 1949 un barco dejó en el puerto de Buenos Aires a Alberto Isabella Valenzi, su esposa, Concepción Isabella Valenzi, y los hijos de ambos: Rosaria, de 7 años, y Domingo de 5.<br />Atrás había quedado el pequeño pueblito de la provincia italiana de Catanzaro, rodeado de montañas y cercano al mar, donde casi todos los habitantes guardaban algún parentesco, lo que hacía que llamaran al lugar “Los Valenzi”.<br />Alberto y Concepción se habían casado el 13 de abril de 1939, en el mismo año en que, con toda su furia, la Segunda Guerra Mundial estalló; y mientras Italia se debatía en sucesivas contiendas como integrante del Eje, nacieron los primeros hijos del matrimonio.<br />Rosaria llegó en 1942, cuando su joven madre contaba con apenas 18 años. Domingo nacería en 1944, cuando ya la suerte del país estuviera decidida.<br />El Gran Consejo del Fascismo había destituido a Benito Mussolini, arrestándolo, y designando en su lugar al mariscal Pietro Badoglio, para que el nuevo gobierno firmara un armisticio con los aliados entre 1943 y 1944, cuando la invasión de Italia ya había comenzado desde el sur, tras el desembarco en Salerno.<br />Alemania, sin embargo, no toleró el cambio de posición italiano, e inició una embestida contra el país desde la región norte, lo que dejó a la península virtualmente fraccionada en dos. El norte volvió a quedar bajo el dominio de Benito Mussolini hasta el final de la guerra en 1945; mientras que trasladando su sede a Brindisi, el rey y el gobierno pretendieron conducir el país al sur de Nápoles, donde se mantenía la ocupación aliada.<br />Tras la decisión masiva de respaldar una república constitucional el 2 de junio de 1946 y la firma de los tratados de paz en París, en febrero de 1947, Italia echó mano a lo poco que le había quedado para iniciar la reconstrucción. La tarea no era fácil: había escasez, hambre, desempleo, y muy pocas posibilidades para muchos.<br />El matrimonio Isabella Valenzi logró que desde la Argentina familiares ya afincados le extendieran el acta de llamada, y entonces se embarcaron en busca de un futuro mejor, en procura de paz y trabajo, y alejándose del fantasma de la guerra que no se había ido del todo de su terruño natal.<br />El primer hogar argentino de Alberto, su esposa y sus hijos estuvo en el Bernal de 1949, un poblado pequeño y casi rural, que contaba con pocos residentes. Se establecieron en la calle De Pinedo al 200, en la casa del tío paterno de Concepción, que había posibilitado la llegada al país.<br />Apenas unos meses después, otros familiares afincados en La Plata consiguieron una pequeña vivienda en alquiler para el matrimonio de recién llegados, que se instaló en la calle 57, entre 127 y 128.<br />Eran todavía buenos tiempos en materia económica, y el empleo abundaba en la Argentina peronista, por lo que Alberto y Concepción tuvieron rápidamente la oportunidad de adquirir un terreno en el 733 de la calle 57, y con un crédito “blando” pudieron levantar la que fue su primera casa propia en el país. Allí se quedarían hasta el año 1967.<br /><br />La guerra que no fue<br />No fue sino hasta el año 1952, que Perón desistió finalmente de la hipótesis que había sido uno de los pilares de su modelo de “euforia económica”: Estados Unidos y la Unión Soviética no se enfrentaron abiertamente para dar inicio a una guerra que le permitiera a la Argentina multiplicar nuevamente sus reservas, ni tampoco el conflicto bélico de 1950, en Corea, fue el primer paso de una escalada planetaria.<br />Las reservas del país comenzaron a agotarse visiblemente para el año 1949, e incluso no se había logrado concretar la inclusión en el Plan Marshall, diseñado por los Estados Unidos, para vender productos a Europa en el marco de su reconstrucción.<br />Tanto el propio Perón, como Miguel Miranda, el hombre que manejaba la economía, tenían grandes esperanzas en que esa posibilidad se concretara, dando así aire a la complicada situación económica del país. Pero fuera como represalia por el enfrentamiento de Perón con el embajador norteamericano durante la campaña electoral de 1945, o por cualquier otra razón, lo cierto es que Argentina no se contó entre los países que le vendieron dentro del esquema diseñado por los Estados Unidos a Europa, y no llegaron los dólares que el gobierno necesitaba entonces casi desesperadamente.<br />El Gobierno, que había desarrollado fuertemente sus industrias livianas, no había logrado incentivar la creación de industrias de base: la producción petrolera no había aumentado sustancialmente, ni era significativa la de metales básicos, productos químicos y petroquímicos.<br />El agro, que había dejado de ser durante el gobierno peronista el sector productivo mimado desde el Estado, respondió con un catastrófico descenso de sus superficies cultivadas en pocos años. Un duro golpe se sumó en 1949 con una prolongadísima sequía que redujo al mínimo los saldos exportables del sector.<br />La euforia estaba llegando a su fin de manera alarmante e inesperada, y Perón solicitó el alejamiento del hasta entonces hombre fuerte de la economía. Sólo quedaba una alternativa, que debía manejarse con suma cautela, porque de lo contrario se mostraría en clara oposición a lo preconizado en los primeros años de gobierno: atraer capitales extranjeros.<br />La inflación había nacido, y se sostenía en un persistente 20 por ciento anual, mientras las industrias livianas, favorecidas hasta entonces, marchaban a convertirse en una inoportuna carga si no se lograba poner en marcha la industria pesada.<br />Dos problemas se presentaron en 1950. Por un lado, los capitales extranjeros que se requerían con urgencia se mostraban reticentes frente a un gobierno que con anterioridad había evidenciado hostilidad hacia el imperialismo.<br />Al mismo tiempo, la oposición, y en especial la Unión Cívica Radical adoptó una postura más férrea frente a Perón y su política. La actitud del Gobierno se endureció: fue detenido Ricardo Balbín, el principal referente del radicalismo, se modificó la Ley electoral y se instauró el “estado de guerra interno”.<br />Finalmente, el exhausto tesoro de Buenos Aires debió aceptar un empréstito de 125 millones de dólares que Washington había girado.<br /><br />Nelly, una mujer audaz<br />En el seno de una de esas familias pobres que habían logrado vislumbrar un futuro mejor de la mano del peronismo, el 1º de mayo de 1950, Isabel Nelly López de Mateos dio a luz a un hijo al que llamó Carlos Alberto.<br />Durante el invierno de ese mismo año, apenas tres meses después del nacimiento del pequeño, Nelly se quedó sola. Su esposo abandonó el hogar.<br />La mujer, que trabajaba como empleada doméstica, no pudo entregarse al dolor. No bajó los brazos, al igual que no lo había hecho antes, cuando la meningitis le había arrebatado a uno de sus hijos.<br />Amaba a Perón, y especialmente a Eva, la abanderada de los humildes, como todos la llamaban, y confiaba en la política del Gobierno Nacional, pese a que las cosas ya no fueran exactamente iguales a las de los años anteriores. Así y todo, la realidad la superaba, y por eso debió enviar al pequeño Carlos con su abuela, para poder ella misma hacerse cargo de sus otros dos vástagos: Adolfo Luis y Elsa Noemí López Mateos.<br />Pasarían siete años antes de que Carlos Alberto, hecho ya un chico maduro para su edad y marcado por el dolor y las dificultades que le había tocado atravesar, regresara al hogar de su madre y sus hermanos.<br />Poco después, casi al terminar la década del ’50, la familia se mudaría a City Bell, a una sencilla casa plantada en la esquina de Sarmiento y Luján.<br /><br />El golpe del 55<br />Tras la muerte de Eva Perón, víctima del cáncer, el 26 de julio de 1952, Perón no había logrado mantener sobre las masas el mismo encanto que hasta entonces. Después se fueron haciendo más visibles, aún, los efectos de la crisis, y llegó la pelea con la Iglesia, que terminó de tensar los ánimos y marcar dos posiciones más hondamente divididas que nunca en el país desde 1945.<br />El 16 de junio de 1955, la Plaza de Mayo fue bombardeada por aviones de la Marina de Guerra que pretendían asesinar a Perón, pero que terminaron en cambio con la vida de decenas de civiles. Era, a partir de entonces, cuestión de tiempo. Y ese tiempo llegó tres meses después.<br />El 16 de septiembre el general retirado Eduardo Lonardi dirigió desde la provincia de Córdoba un levantamiento militar que se extendió a otras ciudades, y que tuvo un importante eco en Buenos Aires. Era el final de la era peronista, que para muchos podía presagiarse.<br />Cuando el contralmirante Isaac Francisco Rojas, responsable de la Marina amenazó con volar la destilería de La Plata y la dársena de inflamables de Dock Sud, todo estuvo terminado.<br />Juan Domingo Perón, que no había accedido al pedido de sus allegados de armar al pueblo para que lo defendiera, ofreció su renuncia el día 19 y se refugió en la embajada del Paraguay, primero, y en una cañonera de esa bandera, después, para partir más tarde rumbo a Asunción.<br />El 23, Lonardi asumió como presidente provisional de la Nación de la autodenominada Revolución Libertadora, designando a Rojas como vicepresidente.<br />Bajo el lema: “Ni vencedores, ni vencidos”, el presidente de facto se planteó un esquema conciliador hacia toda la sociedad, que finalmente no podrá llevar a la práctica, porque un golpe palaciego lo destituyó el 4 de noviembre, apenas a cincuenta de días de estar en el cargo.<br />Lonardi fue reemplazado por Aramburu, feroz antiperonista, que inició una verdadera “caza de brujas”: el partido Peronista fue declarado ilegal y sus pertenencias fueron incautadas pocos días después. Se llegó al extremo de prohibir toda publicación con el nombre de Perón, o cualquier símbolo, palabra o imagen que tuviera relación con su movimiento.<br />Con una purga que incluyó al ámbito sindical, con la intervención de la Confederación General del Trabajo (CGT), la Revolución Libertadora declaró ineptos para ocupar cargos públicos a todos aquellos que hubieran desempeñado puestos electivos o por nombramiento en el régimen depuesto.<br />Hubo detenciones en masa, no sólo de obreros, sino también de ex miembros de la estructura gubernamental, e incluso, el gobierno de Aramburu avanzó sobre lo que consideraba las “simbologías peronistas”, expatriando el cadáver de Eva Perón, sin que se conociera a ciencia cierta el destino que se le había dado.<br />Los medios de comunicación, que desde 1947 habían sido adquiridos por el Estado, fueron devueltos a sus antiguos propietarios, en algunos casos, o cedidos a nuevos dueños, tal como ocurrió con el diario El Día, de La Plata, que dejó de ser de propiedad sindical como hasta entonces, y pasó a manos del empresario David Kraiselburd.<br />Pero donde más impacto tuvo el nuevo gobierno dictatorial fue sobre los derechos de los obreros, y también sobre sus bolsillos.<br />En el primero de los casos, y avanzando por encima de los controles a los gremios y demás expresiones sindicales, la Revolución Libertadora estableció, por decreto de abril de 1956, el regreso a la Constitución del año 1853, considerando que la reforma de 1949 era nula por haberse implementado con el solo objeto de permitir la reelección de Perón.<br />Claro que no tardaron en alzarse voces de denuncia, asegurando que el desconocimiento del texto de la Carta Magna de 1949 apuntaba claramente a eliminar los “Derechos del Trabajador” que allí se habían plasmado por primera vez en la Constitución, así como el “artículo 40”.<br />Un informe de Raúl Prebisch, el nuevo conductor de los destinos económicos de la Argentina post-Perón, señalaba que “el estatismo, el nacionalismo y los intentos autarquizantes de la era justicialista eran los causantes de un fracaso que había dilapidado las reservas de oro y divisas, retrasado la producción agropecuaria, creando una industria artificial, y agravando la obsolescencia de la infraestructura de transportes y comunicaciones y que, en definitiva, legaba un panorama trágico cuya solución era el retorno a las leyes clásicas de la economía”1.<br />Atacados permanentemente, los peronistas proscritos y sin canales de difusión a través de los cuales defenderse, comenzaron a gestar la que sería vista, después, como la primera de sus etapas de resistencia organizada, de la mano del ex legislador peronista John William Cooke, y que cristalizaría a lo largo de la dictadura y hasta 1959 en huelgas, principalmente, y en menor medida, en desórdenes en operaciones relámpago para repartir volantes.<br />Fue durante esos años cuando el peronismo adquirió su “ala izquierda”.<br /><br />El alzamiento de Valle<br />El 8 de junio de 1956, la policía procedió a la detención de cientos de militantes gremiales peronistas a fin de desalentar la participación obrera en masa en los movimientos planeados por un grupo de rebeldes acaudillados por el general Juan José Valle.<br />Los rebeldes iniciaron el levantamiento entre las 23 y la medianoche del sábado 9 de junio, logrando el control del Regimiento VII de Infantería de La Plata, y la posesión temporaria de radioemisoras en varias ciudades del interior. Pero la acción represiva del gobierno, que ya conocía los planes de los alzados, sofocaría el levantamiento al día siguiente.<br />Veintisiete personas (dieciocho militares y nueve civiles) serían fusiladas. Algunos de ellos, en forma clandestina y sin proceso alguno, mediante la aplicación retroactiva de la ley marcial, en un basural de José León Suárez. El 12 de junio, fue el turno del líder de la revuelta, el general Valle.<br />Y fueron justamente los veintisiete fusilamientos, y no la caída en combate de siete de los rebeldes durante los enfrentamientos en las primeras horas del alzamiento, lo que enfurecería a los peronistas.<br />El Gobierno recibió el impacto de la oleada de descontento desatada en gran parte de la población a partir de esos hechos, y en el mes de octubre de 1956 lanzó una convocatoria a elecciones para conformar una Asamblea Constituyente.<br />En los comicios del 28 de julio de 1957 la UCR del Pueblo y los sectores más ligados al gobierno lograron 120 bancas, contra 85 de los reformistas.<br /><br />La niña mimada<br />La hija que Alberto y Concepción ya esperaban cuando la Revolución Libertadora derrocó a Perón llegó al mundo el 11 de marzo de 1956 en la Maternidad de La Plata, de 69 y 115.<br />Domingo contaba ya 12 años, y Rosa, 14; quizá por eso vio en la recién nacida, a la que sus padres llamaron Silvia Mabel, más que a una hermana. El tiempo y las obligaciones de Concepción se encargarían de que en los años siguientes, el rol de la adolescente se tornara casi maternal.<br />El Frigorífico Swift, que había sido el primer trabajo de Concepción, fue el que Alberto mantuvo hasta jubilarse, después de dejar el corralón de maderas Artola, de 7 y 65, en La Plata. Su esposa pasó, entonces, a la pródiga fábrica Alpargatas, ubicada en los límites entre Berazategui y Florencio Varela.<br />El primer año de la bebé, que creció rodeada de atenciones y afectos, transcurrió con normalidad, como el de cualquier pequeño de su edad. Y fue recién cuando Silvia intentó dar sus primeros pasos, que los padres comenzaron a notar que algo no estaba bien: la chiquita se caía, no lograba mantener el equilibrio sobre sus pequeñas piernas.<br />El diagnóstico lo hicieron los médicos del Hospital de Niños de La Plata y fue inapelable: había nacido con luxación de la cadera izquierda, y a menos que se tomaran medidas, no podría caminar.<br />El primer intento fue el de colocarle un yeso para forzar la corrección de los huesos, evitando así recurrir a una intervención quirúrgica; pero pese a que lo llevó por algunos meses, no produjo el resultado esperado.<br />La operación, que se había hecho ya inevitable, fue practicada cuando la pequeña contaba con apenas dos años: se le colocaron clavos y plaquetas, que un largo tiempo después, y con otra operación mediante, le fueron retirados.<br />La situación que le tocó vivir hasta los cuatros años, hizo que Silvia recibiera cuidados extremos y mimos en abundancia, no sólo de la hermana que la tenía a su cuidado, o de la tía abuela que vivía con ellas, sino de toda la familia que se compadecía del problema de la niña. A partir de allí comenzó a moldearse su carácter: un poco caprichoso, un poco aniñado, un poco arrebatado.<br />La conducta poco se modificó, aunque cuando cumplió los cuatro años el problema de caderas de Silvia había sido resuelto por completo. Ella llegó a ser tan consentida, que incluso, con tal de hacerla comer, Rosa la seguía hasta la casa de la vecina con el plato de comida en una mano y el tenedor en la otra.<br />En el mismo barrio de Villa Argüello donde estaba el hogar familiar, Silvia cursaría el único año de jardín de infantes que la recuperación de la cadera luxada le permitiría realizar, en el edificio de 126 y 60.<br />Para cuando la chica empezó, después, la educación primaria en la Escuela Nº 8, de 64 y 125, su hermana Rosa ya tenía veinte años, y llevaba casi dos años de casada.<br />En el país se habían dado cambios enormes en todo el tiempo que la vida familiar giró en torno de la salud de la más chica.<br /><br />La UCRI al gobierno, con el apoyo de Perón<br />Pese a las airadas declaraciones sobre la libertad reinante, la democracia y los grandes principios que pregonaba defender la gestión de Aramburu, en 1957 nada lograba disimular el atascamiento político y el fiasco económico de los primeros dos años de gobierno.<br />La Revolución Libertadora había “aumentado los quebrantos comerciales el ciento por ciento con respecto a 1956, y a los empresarios nacionales no les fue mejor que a los obreros. Mientras que la estabilización monetaria fue transitoria, por estar asentada en la contracción forzada de la demanda, subsistían las causas de inflación, que pasó de una tasa del 12,3 por ciento en 1955 al 24,7 por ciento en 1957”2.<br />Cuando cada vez parecía más preciso convocar a elecciones, dos hechos dados en el seno de las Fuerzas Armadas dejaron en claro cuál era la política de Aramburu, y su gobierno, que contaba con el férreo apoyo de la Marina: el primero fue el planteo de la Fuerza Aérea, en reclamo de la convocatoria a comicios para devolver el poder a un gobierno civil.<br />El segundo fue una revelación periodística, acompañada con cartas del contralmirante Rial, en las que éste hacía referencia a la maniobra desplegada desde la Revolución Libertadora para obstaculizar la acción política de Arturo Frondizi.<br />Ambos episodios contribuirían a acelerar los tiempos, y entonces Aramburu finalmente anunciaría que el 23 de febrero del año siguiente, 1958, se celebrarían elecciones.<br />A partir de enero comenzaron las negociaciones entre la UCRI y el exiliado Perón, donde acordarían, finalmente, que de imponerse Frondizi, éste levantaría las medidas de excepción tomadas contra los peronistas, restablecería en un plazo de 90 días las conquistas en el plano social, económico y político, y retrotraería la situación de los sindicatos y la CGT a la que existía en 1955, antes del golpe militar. Finalmente, el nuevo gobierno abriría la vía electoral para el Justicialismo.<br />Mediante una conferencia de prensa en Santo Domingo, capital de la República Dominicana, Juan Domingo Perón llamó a sus huestes a sufragar a favor de la UCRI.<br />La fórmula Arturo Frondizi-Alejandro Gómez se llevaría todas las gobernaciones de provincia, el total de los escaños del Senado, y 133 bancas de Diputados, contra 52 de la UCR del Pueblo, así como un triunfo electoral con el 44,79 por ciento de los votos.<br />Pese a las presiones para desconocer el resultado electoral, Aramburu entregó el poder el 1º de mayo de 1958 a su sucesor, y éste, en recompensa por la decisiva ayuda que prestaron en las elecciones, otorgaría a los peronistas una amnistía general, la posibilidad concreta de reorganizar el movimiento obrero a nivel nacional de la mano de una nueva Ley de Asociaciones Profesionales, e incluso, mejoras salariales del 60 por ciento.<br />Sin embargo, algunas otras promesas hechas por el “desarrollista” al exiliado Perón para ganar el respaldo de sus huestes, serían de más lento cumplimiento, o por el contrario, jamás llegarían a cristalizar. Un caso emblemático fue la normalización de la Confederación General del Trabajo (CGT), intervenida por la Revolución Libertadora en 1955, y que no se daría sino hasta 1961, tres años después de la llegada del radicalismo al poder.<br />La crisis se fue instalando lenta y silenciosa, pero también implacable: en 1963, los salarios serían un 15 por ciento más bajos que en 1958, y la participación de los sueldos y salarios en el producto nacional bruto argentino, en comparación con los rendimientos de capital, descendería en varios puntos entre el derrocamiento de Perón y su futuro regreso a la presidencia a comienzos de la década del ’70.<br />Frondizi rápidamente renegó de sus afirmaciones preelectorales de nacionalismo, y firmó contratos con ocho compañías petroleras extranjeras, en tanto que en 1959 desnacionalizó el Frigorífico Lisandro de la Torre, desatando un intento de “huelga general revolucionaria” convocado por John William Cooke.<br />El peronismo, aún proscrito, volvía a desafiar al poder en demanda de legalidad, pero denunciando lo que consideraba una política antiobrera y pro-imperialista. Se desataron importantes huelgas, y algunas de las actividades de resistencia se tornaron violentas.<br />La UCRI escuchó las sugerencias militares y declaró el estado de sitio en 1959, para un año más tarde poner en marcha el plan Conintes (Conmoción Interna del Estado), que declaró zonas militares a Berisso, La Plata y Ensenada, permitió someter a jurisdicción militar a los acusados de terrorismo, y se tradujo al mismo tiempo en detenciones masivas de huelguista e intervenciones de sindicatos.<br />Frondizi navegaba entre dos fuegos: por un lado, los planteos militares eran incesantes, a tal punto que poco más tarde, cuando fuera derrocado el 29 de marzo de 1962, habría sumado 34 en total. Por otro lado, desde el arco político de la oposición casi en su totalidad, e incluso por parte del propio Aramburu, se exigía al Gobierno la legalización del peronismo; aunque quedaba claro que sin otorgar la posibilidad a Perón de retornar al país.<br /><br />Vientos de cambio desde el Caribe<br />Cuando el 1º de enero de 1959 la Revolución liderada por Fidel Castro, el también cubano Camilo Cienfuegos y el argentino Ernesto “Che” Guevara logró el control total de la isla caribeña de Cuba, y la expulsión definitiva del gobierno de Fulgencio Batista, en Argentina fueron los miembros encolumnados detrás de la Revolución Libertadora los que saludaron el triunfo rebelde.<br />De la misma manera que lo habían palpitado en cada una de sus instancias, el levantamiento castrista era para los más acérrimos antiperonistas una réplica caribeña de la asonada con que habían derribado del poder al peronismo en 1955. E incluso, llegaron a equiparar a Perón con Batista, considerándolos dos tiranos de la misma estatura.<br />Paradójicamente, la masa peronista se mostró escéptica con el triunfo de la guerrilla cubana, incluso en la opinión de los referentes de su ala más izquierdista, como Cooke.<br />Rápidamente cambiaría el tablero, poco después, cuando en 1962 el gobierno cubano se declarara socialista.<br />Sin duda, lo ocurrido en Cuba, sumado a la revolución cultural China en marcha, que llevaría al gobierno de ese país a romper con la Unión Soviética, la creciente concientización de la clase obrera a través de sus luchas constantes contra los atropellos a sus derechos y la proscripción del peronismo confluirían para perfilar una nueva conciencia política en la Argentina.<br />Y si bien faltaban entonces varios años para que, sobre el final de la década de los ’60, se produjera una explosión social en demanda de un nuevo orden político y social, los primeros bosquejos comenzaban a delinearse.<br />A mediados de los años sesenta Perón reformularía su Tercera Posición (equidistante de los imperialismos: el de la Unión Soviética y el de Estados Unidos), para asociarla con las luchas de liberación contra el colonialismo y el neocolonialismo del tercer mundo.<br />Pero ya entre 1959 y 1960, la influencia cubana se dejó sentir con la formación de un foco guerrillero en los montes enclavados en los límites entre las provincias de Tucumán y Santiago del Estero, conocido como Uturuncos.<br /><br />El fracaso de la legalidad<br />Cuando las presiones para legalizar al peronismo se habían tornado demasiado fuertes, Frondizi autorizó a los peronistas a participar en la contienda electoral de 1962, para elegir gobernadores provinciales.<br />Creyó ver en los pedidos emanados de todo el arco político el respaldo que creía necesario para doblar el estado de ánimo en contrario de las Fuerzas Armadas. Pero el éxito de los hasta entonces proscritos en los comicios fue demasiado abrumador como para que los inquietos jefes militares se mostraran dispuestos a autorizar la ratificación de los resultados arrojados por las urnas el 19 de marzo de 1962.<br />La UCRI se quedó con diez provincias y la Capital Federal, pero cuatro fueron para los “neoperonistas”, ligados al líder exiliado pero no oficialmente, que también se habían impuesto, en cierta forma, en Jujuy, tras apoyar a un candidato cristianodemócrata.<br />Oficialmente, el peronismo como tal había logrado cinco gobernaciones, incluida Buenos Aires, la más importante del país, donde había sido electo Andrés Framini. Y fue justamente para esa campaña electoral donde Adolfo Luis López Mateos comenzó a meterse en la militancia activa, con tan sólo 13 años.<br />Apenas diez días después de las elecciones, un nuevo alzamiento militar puso fin al gobierno democrático, y fue designado el civil José María Guido, como presidente provisional veinticuatro horas más tarde.<br /><br />Azules y Colorados<br />Tensiones latentes entre las dos facciones internas del Ejército no tardaron en hacerse manifiestas, y eclosionaron en abril de ese mismo año, con un enfrentamiento entre ambos sectores: los denominados “Colorados”, liderados por el general Guillermo Toranzo Montero, y los “Azules”, donde ya se percibía la figura del general Juan Carlos Onganía.<br />En el mes de septiembre triunfaron los “Azules”, quienes se oponían en lo inmediato a que los militares se hicieran cargo del gobierno, pero al igual que sus pares de la facción colorada, eran firmes antiperonistas.<br />Por entonces, desde Estados Unidos se definía una nueva política hacia América Latina, que buscaba orientar a las Fuerzas Armadas nacionales a velar por los intereses “occidentales y cristianos”, y en contra del avance del comunismo internacional, que en el contexto de la “Guerra Fría”, y siempre según el discurso exportado por la principal potencia del norte, buscaba hacer pie en países del Tercer Mundo.<br />Puertas adentro del país, el triunfo de los “Azules”, marcó el camino hacia nuevas elecciones, y entonces los partidos políticos comenzaron a prepararse. Se barajó la posibilidad de un frente “nacional y popular”, al que aspiraban la Democracia Cristiana, la UCRI, los conservadores, y la Unidad Popular, nombre que habían elegido algunos referentes del peronismo para la construcción de una alternativa política.<br />Los “Colorados”, que eran clara mayoría dentro de la Armada, no vieron con buenos ojos la posibilidad de una participación peronista en los comicios, e incluso en un posible nuevo gobierno, por lo que en abril de 1963 se sublevaron. El resultado fue la proscripción, pese a que la intentona fue sofocada sin inconvenientes por el gobierno y las fuerzas leales. Ante ese estado de cosas, Perón, ya exiliado en Madrid, donde permanecería hasta su retorno al país, llamó a sus huestes a sufragar en blanco.<br /><br />Un hombre que carecía de respaldo popular<br />Arturo Humberto Illia, candidato por la Unión Cívica Radical del Pueblo, fue elegido presidente con el 25,2 por ciento de los votos, menos del porcentaje logrado por los votos emitidos en blanco.<br />Poco después, en marzo de 1964, fue desmantelado en la provincia de Salta y por tropas de la Policía Federal, el Ejército Guerrillero de los Pobres, un intento de foco revolucionario impulsado por el periodista Ricardo Masetti, y apoyado por combatientes cubanos, del que se dirá, mucho después, que fue una avanzada para apoyar el que luego será el proyecto revolucionario de Ernesto “Che” Guevara en Bolivia.<br />La CGT, liderada por Augusto Timoteo Vandor, apodado “el Lobo”, declaró rápidamente la ilegitimidad del gobierno, y se lanzó en el primer trimestre del año 1964 a una intensa campaña de boicot, que incluyó manifestaciones, miles de actos de sabotaje, ocupaciones de fábricas. La mayoría de los peronistas, sumada activamente o no a la convocatoria que endurecía su postura general en reclamo del retorno de Perón, comenzaba a vislumbrar que la lucha y la acción directa serían la única forma de recuperar el estado de cosas que los militares le habían quitado a la masa trabajadora en 1955.<br />Pero no pasaría demasiado tiempo hasta que quedara claro que la intención de Vandor no era la de forzar el retorno del viejo líder exiliado, sino la de ocupar su lugar. Por eso, desde Madrid, Perón comenzó a desplegar una suerte de “juego pendular”, como se lo denominará andando el tiempo, y que se prolongará a lo largo de toda la década del ’60 y comienzos de la del ’70.<br />En agosto de 1964, un congreso con dos mil asistentes dio nacimiento al Movimiento Revolucionario Peronista (MRP), que no sería, como muchos creyeron, la opción definitiva de Perón por el ala izquierda del peronismo. Todo lo que quería el líder era reencauzar a los rebeldes y dejar en claro quién comandaba al Movimiento Peronista, estando o no en el país. Y cuando los vandoristas volaron a Madrid a hacer las paces con su conductor, el MRP fue desmantelado.<br />Algo similar ocurrirá en 1965, cuando aliente la creación de las 62 De Pie Junto a Perón, liderada por José Alonso, para oponerse a las 62 Organizaciones peronistas, dominadas por los vandoristas.<br />Y nuevamente en 1968, cuando Perón fomente el surgimiento, en el mes de marzo, de la CGT de los Argentinos, recibiendo a su futuro líder, Raimundo Ongaro, en Madrid. Tras escuchar los vandoristas las advertencias necesarias, nuevamente llegó la orden de desmantelamiento, a finales del mismo año, propiciando una reunificación de la CGT, aunque esta no se concretaría hasta 1970, algunos meses después del asesinato de Vandor por parte de una agrupación guerrillera de poco relieve en lo sucesivo.<br /><br />Leales a Perón<br />Los Isabella Valenzi y los López Mateos no se conocían todavía por entonces, y no será sino hasta que las dos familias estén instaladas en City Bell, sobre el final de la década, cuando comience el trato entre ellas. Sin embargo, ya entonces, e incluso desde muchos años antes, tenían algo en común: su simpatía por el peronismo y su líder.<br />Concepción y Alberto, que por su condición de ciudadanos italianos estaban imposibilitados de sufragar, no podían sentir otra cosa que agradecimiento hacia el presidente exiliado, dado que fue gracias a los créditos conseguidos durante su gobierno que habían logrado el sueño de la casa propia en el país, apenas poco tiempo después de haber llegado.<br />Los tres hermanos López Mateos, en cambio, recibieron de su madre, y como la más básica de las lecciones, que desde que el gobierno peronista había sido depuesto, ningún otro había logrado reproducir las condiciones alcanzadas por el pueblo durante la década en que Perón había ostentado el poder.<br />Dirá Luis muchos años después, que Nelly les enseñó “a ser buenos peronistas”.<br />Esa simpatía política compartida se manifestará sobre el final de la década como un factor que contribuirá a unir a las familias en un entramado de relaciones, cuando Rosa se convierta en la peluquera del barrio y cuente entre sus clientas a Nelly, o cuando Carlos y Luis trabajen codo a codo con el esposo de Rosa en la que fue la primera Unidad Básica abierta en el barrio, cuando el funcionamiento de los partidos políticos vuelva a ser autorizado a comienzos de los ’70.<br /><br />Mayor aislamiento<br />En diciembre de 1964 Perón fue detenido en Brasil a bordo del llamado “avión negro” cuando intentaba regresar al país. Y ese episodio contribuyó a ahondar más aún la sensación de aislamiento que rodeaba al gobierno de Illia, percibido por los observadores políticos como profundamente debilitado.<br />Las presiones llovían sobre el veterano presidente radical, que se mostraba respetuoso de las libertades individuales, como quizá pocos de sus antecesores lo habían sido. Atreverse a revisar los contratos petroleros firmados por Frondizi, y meterse en la pulseada con los laboratorios farmacéuticos de capitales transnacionales en busca de una alternativa a la ley de patentes fueron dos episodios que le costarían el gobierno.<br />A eso se sumó, sobre finales de 1965, el pase a retiro del teniente general Juan Carlos Onganía como comandante en jefe del Ejército, a consecuencia de las reiteradas pretensiones de influir sobre la gestión.<br />Un nuevo golpe militar estaba en marcha.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><span style="font-size:78%;">1-“Historia de la Argentina 1955-1966: Los debates postergados”, Crónica – Hyspamérica, Editorial Sarmiento S.A. 1992.<br />2-“Libertadores y desarrollistas”, Isidro Odena, Ediciones La Bastilla, Buenos Aires, 1977.</span></div>Federico Gabriel Sequeirahttp://www.blogger.com/profile/03886178131600484209noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3140985487202468417.post-45771559084011404262009-06-22T16:00:00.000-03:002009-06-22T16:13:40.623-03:00Capítulo 3 - Resistencia y adolescencia<div align="center"><span style="font-size:180%;color:#006600;"></span></div><div align="center"><span style="font-size:180%;color:#006600;">Capítulo 3<br />Resistencia y adolescencia</span> </div><div align="justify"><br /><br /><br /><strong>El golpe de Onganía</strong><br />Casi dos meses después de que Carlos Alberto López Mateos cumpliera 16 años, y tres meses y medio después que Silvia Mabel Isabella Valenzi soplara diez velitas en la torta, un nuevo golpe de Estado sacudió al país.<br />El general Juan Carlos Onganía desplazó sin necesidad de grandes despliegues de fuerza al radical Arturo Illia de la Casa Rosada, e implantó una violenta dictadura que disolvió el Congreso y las Legislaturas provinciales, prohibió la actividad política, y a poco de estrenada, irrumpió con violencia en las universidades, en un episodio que pasaría a la historia como “La Noche de los Bastones Largos”.<br />Se dictaron leyes de “seguridad nacional”, se implantó la pena de muerte contra los “subversivos marxistas”, y fueron encarcelados desde militantes de esa corriente ideológica hasta liberales progresistas.<br />La excusa de los militares había sido, en esa oportunidad, la necesidad de controlar una “inflación galopante” del 6,7 por ciento anual, el desorden desatado por las huelgas y manifestaciones obreras y populares, y “la corrupción e ineficiencia” de la administración desplazada. Sin embargo, el principal fantasma que asustaba a la dictadura era el avance del peronismo y de la izquierda contestataria.<br />Paradójicamente, el cuartelazo había contado con el beneplácito de una parte de la población, aunque el apoyo más singular provino de Vandor, ya abiertamente enfrentado con Perón.<br />Los nuevos conductores de los destinos del país traían, además, un modelo de reconversión económica para la Argentina, en asociación con el capital extranjero, mediante el cual la industria básica sería absorbida junto a la de sustitución de importaciones, sepultando al mismo tiempo a la “industria obsoleta”.<br />“La política económica del equipo de Adalberto Krieguer Vasena puede resumirse así: tratar de que la Argentina, pais de industrialización media, se convirtiera en exportadora de productos industriales mediante la importacion de insumos intermedios de menor costo que los nacionales, facilitando las inversiones extranjeras, centralizando el crédito y suprimiendo las trabas arancelarias a las exportaciones para que la economía funcionase a costos internacionalmente competitivos. Para ello se devaluó el peso y se aplicaron retenciones a los productos tradicionales de exportación, a fin de evitar su encarecimiento en el mercado interno, y poder así mantener el congelamiento de salarios. Pero las únicas industrias en condiciones de exportar eran las pertenecientes al capital extranjero (principalmente norteamericanas) que no impulsaron las exportaciones por no encuadrar dentro de sus intereses”.1<br /><br /><strong>Luis, el bancario</strong><br />Mientras que la pobreza había templado el carácter de Nelly Mateos y sus hijos, los esmeros con que la mujer sorteaba las dificultades de todos los días con denodado esfuerzo llevaron a que la unión entre los cuatro fuera un vínculo muy férreo.<br />Las cosas no fueron fáciles sino hasta que Luis se fue a Mar del Plata con una propuesta para jugar al fútbol y la chance de trabajar como empleado bancario, ya que el dueño de la entidad era al mismo tiempo presidente del club Kimberley.<br />El joven de apenas 20 años logró rápidamente acomodarse para vivir con lo que ganaba como deportista, y entonces decidió enviar puntualmente todos los meses sus haberes de empleado al hogar materno, donde habían quedado la madre y los hermanos.<br />Ese fue el segundo paso que lograron dar los López Mateos para salir adelante. Aunque claro, todo estuvo a punto de terminar repentinamente cuando los jefes de Luis le advirtieron que no podían tolerar su militancia en el peronismo proscrito bajo la dictadura de Onganía.<br />La amenaza de abandonar el club si perdía ese otro trabajo se traducía de inmediato en una reprimenda del dueño del banco al gerente de la sucursal, y las cosas volvían a la normalidad por un tiempo, hasta que la escena volvía a repetirse.<br />El primer paso, en tanto, lo habían dado cuando Oscar Alende se convirtió en gobernador de la provincia de Buenos Aires en la elección que a nivel nacional ganó Arturo Frondizi en 1958.<br />Un hombre conocido de los López Mateos había sido designado entonces como intendente de La Plata, y Nelly consiguió un puesto como enfermera en el Hospital San Martín. Inquieta como era, la mujer analfabeta que había aprendido a leer y escribir con sus hijos, porque su padre consideró que una mujer no necesitaba escolarizarse, haría después un curso de laboratorista, para avanzar en su carrera.<br />Finalmente, sería la hija de Nelly, Elsa Noemí, la que sumaría a su turno mayores ingresos al hogar familiar, cuando comenzara a trabajar como maestra en escuelas rurales en El Pato y en Florencio Varela, lugares a los que tenía que trasladarse haciendo "dedo" en la ruta.<br /><br /><strong>Una nueva conciencia política</strong><br />Las luchas de la resistencia peronista siempre por debajo de la superficie de aguas que parecían aquietarse con la llegada de los sucesivos golpes militares; la añoranza de una prosperidad perdida con el derrocamiento de Perón, que no volvería a darse en los años sucesivos, y la desazón de los sectores más progresistas frente al avance reaccionario sobre sus bastiones de libertad históricos como las universidades y la libertad de prensa, fueron configurando una cada vez más profunda conciencia política en el país.<br />El orden mundial acompañaba ese cambio, con expresiones similares que iban dándose en los lugares más remotos del globo, y que en el país despertaban la pasión política por el cambio social, que prendía más fuertemente en los universitarios.<br />En ese marco, durante la dictadura de Onganía muchos comenzaron a ver en el peronismo la expresión de un modelo que privilegiaba a las clases más oprimidas, al mismo tiempo las más fuertemente atacadas por los sucesivos gobiernos desde 1955. No habían vivido el peronismo por sus cortas edades, pero lo saboreaban, lo intuían en el fervor y la fidelidad que expresaba la clase trabajadora.<br />El sindicalismo estaba, por su parte, dividido. Por un lado, la CGT, de la mano de Vandor, se había tornado cada vez más funcional a la dictadura. Como expresión alternativa, y alentada por Perón, en marzo de 1968 nacería la CGT de los Argentinos, conducida por Raimundo Ongaro, secretario general de la Federación Gráfica Argentina.<br />La teoría de los focos de insurgencia también fue importada por una generación de jóvenes argentinos. A la experiencia fallida de los Uturuncos, se sumó el desmantelamiento, el 1 de septiembre de 1968, de una nueva tentativa, esta vez en Taco Ralo, un año después de que el 8 de octubre de 1967, Ernesto “Che” Guevara fuera detenido y asesinado en Bolivia, y su avanzada guerrillera completamente desactivada.<br />La Iglesia no estaba exenta a las nuevas corrientes. El primer paso se había dado a través del Concilio Vaticano II en 1965, que condenaba “la pobreza, la injusticia y la explotación como resultado del afán humano de poder y riqueza” e incitaba a los cristianos a que “lucharan por la igualdad”.<br />Dos años más tarde, el Papa Paulo VI promulgó la vulgata Populorum Progressio, que atacaba la codicia, la desigualdad, el racismo y el egoísmo de las naciones ricas y no descartaba la violencia en aquellos casos donde “hubiera una tiranía manifiesta y duradera que pudiera perjudicar derechos personales fundamentales y dañar peligrosamente el bien común del país”.<br />Ese mismo año de 1967, se creó el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, que tendría en el país un rol de suma importancia al impartir una teología radical a una generación de jóvenes. Y si bien condenaba la violencia abierta, promovería involuntariamente que muchos de esos jóvenes se integraran después a agrupaciones revolucionarias.<br /><br /><strong>Las amigas</strong><br />En 1967, los Isabella Valenzi se mudaron a City Bell con los dos hijos que aún cobijaban bajo su techo: Silvia, de 11 años, y Domingo, de 23. El lugar era una propiedad ubicada dentro del Club del Sindicato de Trabajadores Telefónicos, donde el matrimonio consiguió trabajo como caseros.<br />La nueva dirección era 493, entre 26 y 27, en pleno corazón de un barrio con apenas una calle pavimentada, donde la gente llevaba un ritmo verdaderamente sereno, y el clima era casi pueblerino. El único sello del ritmo agitado de los tiempos que corrían lo ofrecía el Camino General Belgrano, mientras que hacia el interior, hacia el sur, el dibujo del plano se diluía apenas poco más de una decena de cuadras más allá.<br />Extrovertida y siempre dispuesta para la amistad como era, Silvia enseguida conoció a sus primeras amigas, que serían, sin embargo, las de toda la vida: Camila Azar, que vivía a media cuadra de su casa y que tenía la misma edad, y Stella, su hermana, tres años menor.<br />Con Camila trabaría amistad a través de Mónica Biancolini, porque ambas eran compañeras de la escuela. Después se sumarían las demás, así como los chicos: Jorge Balleto y Jorge Lazarte, entre los más allegados. Todos ellos formarían parte de una barra inseparable.<br />Y si bien todo transcurría en un radio muy pequeño, porque incluso la Escuela Nº 36 “Carlos Spegazzini” a la que asistiría para terminar la primaria también estaba muy cerca de su casa, Silvia conocería el barrio de la mano de Mónica.<br />Con Camila, la tercera de cuatro hermanos, que había perdido a su papá en un accidente automovilístico dos años antes y vivía en el barrio desde hacía cinco, la amistad se estrecharía más en los años siguientes.<br />Con Stella Azar el lazo también se afianzaría con el tiempo, y dejaría, incluso, marcas imborrables, al punto de que tres décadas y media después ella recuerde el consejo que Silvia le dio después de un viaje realizado a los 12 años sobre como enjuagar la ropa después de lavarla para que no se arruine.<br /><br /><strong>El Cordobazo</strong><br />La dictadura de Onganía había logrado algunas mejoras tenues en lo económico. “Hubo un par de años de expansión: en 1967-68 el PBI se incremento en un 6,2 por ciento anual. No obstante, en 1969 el ritmo de crecimiento bajó a 4,1 por ciento. Como resultado de ello comenzaron a aumentar rápidamente los precios internos, mientras los salarios continuaban congelados y crecía el descontento en el campo por la política de retenciones y las restricciones crediticias. A eso se sumó el descontento de gran parte de la burguesía industrial nacional media, que protestaba por la estrechez del mercado interno y el alto costo del dólar para la importación de equipos. El fracaso de la política económica se extendió al plano político y cultural en 1969”.2<br />Pero el detonante de la furia contenida llegó en mayo de ese año, cuando la Ley Nº 18.204 unificó la duración de la jornada laboral en todo el país, en una avanzada que implicaba para muchos sectores la pérdida de beneficios adquiridos. Dos sindicatos cordobeses anunciaron una huelga por tiempo indeterminado y se encendió la mecha.<br />Rápidamente la CGT de los Argentinos se plegó, y la CGT “oficial” y vandorista convocó a un paro nacional, aunque recién el 29 de mayo. En medio de ambos hechos, dos jóvenes habían caído bajo las balas de la represión en protestas estudiantiles y obreras desatadas en las principales ciudades del país, pero con el epicentro del conflicto en Córdoba, donde la ciudad quedó virtualmente en poder de la ciudadanía levantada contra la dictadura durante varios días.<br />El episodio, que sería conocido desde entonces como “El Cordobazo”, forzó la salida de Krieguer Vasena de la cartera económica, para que en su lugar llegara Dagnino Pastore, quien traería la promesa de convocar a paritarias. Pero las consignas pintadas con aerosol en las paredes cordobesas, señalaban que el capitalismo tambaleaba ante una voluntad de cambio cada vez más extendida.<br />Y ese no era el único signo: siguieron en las semanas y meses sucesivos el asesinato de Vandor por parte de un comando peronista, el ataque por parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) a varias sucursales de la cadena de supermercados Minimax en ocasión de la visita al país del magnate norteamericano Nelson Rockefeller, su propietario. Estallidos similares al Cordobazo, que se conocerán como “El Tucumanazo”, “El Mendozazo”, “El Rosariazo”, y el Viborazo (en Córdoba, en marzo de 1971) se repetirán en los años sucesivos.<br />Desde su exilio en Madrid, Perón advirtió el rumbo que estaban tomando las cosas, y alentó la rebelión.<br /><br /><strong>Un estudiante de derecho</strong><br />En tiempos en que el país era un hervidero, y cuando los abogados fueron el primer sector de profesionales que se sumó a la radicalización progresiva pero generalizada de la sociedad, incluso prestando servicios muchos de ellos a la CGT de los Argentinos, Carlos López Mateos comenzó a cursar la carrera de Derecho en la Universidad de la Plata. Era el año 1969.<br />Para costear sus estudios, el joven de diecinueve años empezó a trabajar en el ferrocarril, cargando valijas. Y al tiempo que nacía a la militancia estudiantil en la universidad intervenida por el régimen militar en el gobierno, comenzaba a desplegar también una militancia social y política en el barrio donde vivía.<br />Fue también durante ese mismo año que un reducido grupo de no más de una decena de jóvenes se lanzaba a realizar operaciones de apropiación de armas y de dinero, con ataques a comisarías y asaltos a bancos. Las acciones se realizaban en Córdoba, principalmente, y en Buenos Aires, en menor medida, que eran los lugares donde los futuros fundadores de la agrupación Montoneros habían hecho pie. Sin embargo, y para mantener hasta entonces oculto el carácter político de la organización en formación, simulaban ser delincuentes comunes.<br /><br /><strong>El fugaz paso de Levingston</strong><br />El 29 de mayo de 1970, al cumplirse el primer aniversario del “Cordobazo”, el ex presidente de facto, Pedro Eugenio Aramburu fue detenido en su domicilio por desconocidos que pronto dejarían de serlo: mediante un comunicado, la agrupación Montoneros salió a la luz.<br />Estaba apenas compuesta por algo más de una decena de integrantes, de la misma manera que se mantendría por un largo tiempo, y carecía de los recursos necesarios, todavía, como para representar una verdadera amenaza para la dictadura.<br />A Aramburu se le realizó, según explicaron los guerrilleros, un “juicio revolucionario” bajo las acusaciones de ser el responsable del golpe de septiembre de 1955, y de ser también responsable de la desaparición del cadáver de Eva Perón. Por esos, entre otros hechos, fue hallado culpable y ejecutado.<br />Ese episodio abriría para la agrupación naciente el camino de las simpatías populares, ya que Aramburu era efectivamente considerado responsable de la caída de Perón por la gran masa peronista de la población.<br />El “Aramburazo”, como se conoció al episodio, enardeció a los militares, que desplazaron a Onganía, sustituyéndolo por Roberto Levingston. Este, sin embargo, no tardaría en perder la confianza de los altos mandos, que volverían a realizar un cambio presidencial, colocando al general Alejandro Agustín Lanusse en la Casa Rosada en marzo de 1971.<br />La debilidad de la organización llevó a que Montoneros perdiera a uno de sus fundadores rápidamente, e incluso a que, al ser descubiertos sus integrantes, entre julio y agosto de 1970 estuviera a punto de desaparecer por completo.<br />Fueron “salvados” por las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), y lograron recuperarse para realizar varias incursiones que les permitieran hacerse de dinero en el último trimestre de 1970. Sin embargo, por entonces, sus integrantes no superaban, aún, la veintena.<br />De allí en más, las operaciones de la agrupación guerrillera se convertirían en verdaderos actos de propaganda, y acciones heroicas. No abandonarían la metodología de apropiación de armas y de dinero, mediante incursiones orientadas a fortalecer su estructura. Y sumarían, además, el apoyo de Juan Domingo Perón desde el exilio.<br />El viejo líder enviaba al país grabaciones en cintas magnetofónicas con discursos en los que alentaba las acciones de las “formaciones especiales”, como las llamaba. Dejaba, al mismo tiempo, entrever el necesario “trasvasamiento generacional” que debía producirse en el Movimiento peronista, y en el cual, los Montoneros rápidamente comenzaron a sentirse los herederos de la estructura creada en torno a la figura de Perón.<br />Confluyeron varios factores: la necesidad de Perón de demostrarle a la dictadura que debía convocar a elecciones, primero, y luego que debería cumplir con esa promesa; pero también la juventud e ingenuidad política de los militantes.<br />En ese marco, había diferentes puntos de vista dentro de la organización, porque mientras algunos montoneros creían que el objetivo perseguido era una variante nacional del socialismo, otros veían la necesidad de una forma socialista de revolución nacional. Perón, por su parte, había aggiornado su “Tercera Posición” histórica y equidistante de los dos imperios (la Unión Soviética y Estados Unidos), para reconvertirla en un proyecto de socialismo nacional, acorde a los cambios que se daban en el mundo.<br /><br /><strong>Vida de barrio</strong><br />Con los propios amigos del grupo, las chicas tenían noviazgos inocentes de la primera etapa de la adolescencia, que solían acabar a las pocas semanas.<br />Los sábados eran de asalto en los últimos años de la década del ’60 y comienzos de la siguiente. Las chicas llevaban la comida, los varones algo para tomar, y la reunión se hacía en la casa de alguno de los integrantes de la barra.<br />El regreso era siempre en grupo, caminando por las calles de tierra, a las 4, las 5 de la mañana. No existían peligros, entonces, en el barrio donde todos se conocían.<br />Las chicas llegaban cada una a su casa, que estaban prácticamente juntas, Camila y Stella a cincuenta metros de Silvia, Alicia una cuadra y media más allá de ellas.<br />En las tardes, en cambio, uno de los destinos predilectos eran las plantas de moras en el límite del plano, donde ya no había casi casas, y las calles se desdibujaban. Había que hacer quince, veinte cuadras de caminata, pero no había apuro, sobraba el tiempo y no había otros intereses que la amistad, la charla compartida, los chismes en barra, las risas que se multiplicaban.<br />Si una de las chicas tenía que ir al kiosco, las demás asumían el compromiso obligado de acompañarla, y llegaban a formarse grupos numerosos, incluso, para recorrer los cuatrocientos o quinientos metros de distancia, sólo para hacer una compra que en definitiva no era demasiado importante. Y la rutina volvía a repetirse una y otra vez, varias veces al día, infinidad de veces a la semana.<br /><br /><strong>Trelew</strong><br />En un penal de máxima seguridad de Rawson, en la provincia de Chubut, se encontraban los más importantes presos políticos de la dictadura lanussista: Marcos Osatinsky y Roberto Quieto, líderes de las FAR, Mario Roberto Santucho y Enrique Gorriarán Merlo, de la cúpula del ERP, y Fernando Vaca Narvaja, de Montoneros, así como un centenar de militantes de esas organizaciones, y dirigentes gremiales de izquierda.<br />Siguiendo un plan trazado por Santucho, casi la totalidad de los allí alojados habían sido numerados (por orden de importancia política) para protagonizar la fuga más audaz de la historia, con fecha 15 de agosto de 1972.<br />Sin embargo, y aunque inicialmente el plan marchó bien, pronto los detenidos perderían el control de la situación: de todos los vehículos que debían aguardar su salida, únicamente quedó uno, como consecuencia de un error de coordinación. Y sólo el reducido grupo de los líderes logró, entonces, llevar el escape proyectado a la práctica, partiendo hacia el aeropuerto y tomando de rehén al piloto de un avión para trasladarse en él hacia Chile.<br />Los demás quedaron literalmente varados a las puertas del penal tomado, y desde la guardia llamaron taxis y remises. Lograron alcanzar el aeropuerto, pero cuando lo hicieron, el avión en que iban por sus compañeros carreteaba en la pista.<br />Los fugados, diecinueve en total, se apoderaron del aeropuerto y resistieron durante algunas horas el cerco de las fuerzas de seguridad, para entregarse después de negociar controles médicos para evitar torturas y la restitución a la cárcel de la que habían huido.<br />Aunque recibieron el asentimiento a su petitorio, fueron trasladados a la base naval Almirante Zar, en la ciudad chubutense de Trelew, y allí ferozmente torturados.<br />Una semana más tarde, el 22 de agosto, y fraguando un intento de fuga inverosímil, los diecinueve presos fueron acribillados. Sólo tres sobrevivirían, mientras que la esposa de Santucho, Ana María Villarreal, presuntamente embarazada, formó parte de la lista de muertos.<br />Lanusse asumió la responsabilidad de lo ocurrido en forma inmediata, y el contraalmirante Hermes Quijada difundió la “versión oficial” de los hechos. Las otras deberían conocerse por fuera de los medios de prensa, ya que la Ley Nº 19.797, sancionada en la noche de ese mismo 22, prohibió la difusión de noticias sobre o de organizaciones guerrilleras.<br />En los días sucesivos hubo manifestaciones de repudio en todo el país, y explotaron 60 bombas en respuesta a la “Masacre de Trelew”, como se la llamó.<br />Peronistas, radicales, intransigentes, socialistas, comunitas, trotskistas y demócratacristianos condenaron al Gobierno por lo ocurrido, mientras que Perón, desde el exilio, calificó las muertes como “asesinatos”.<br /><br /><strong>Las lleva Carnevale</strong><br />Promediaba 1971, y Camila y Silvia, con 15 años, tenían prevista una salida. Habían logrado, incluso, que Daniel Azar las llevara. Sólo faltaba un detalle, conseguir la autorización de Concepción Isabella Valenzi, que no cedía.<br />Las chicas prepararon todo: a la madre de Silvia la llevaron a la casa de Camila, para que su mamá la convenciera, y ellas se quedaron alrededor de los sillones enfrentados donde las dos mujeres negociaban.<br />Si bien era una ceremonia que solía darse, y de la cual ya casi conocían al detalle las instancias de su desarrollo, las dos madres aceptaban representar la escena sin mayores conflictos, y seguras ambas de que lograrían imponer su voluntad.<br />La madre de Camila argumentaba que las chicas ya tenían edad para salir, que no se trataba de nada peligroso, y que incluso, su hijo iba a llevarlas. Concepción, menos temerosa que restrictiva, insistía en su media lengua donde el acento italiano seguía deformando algunas palabras:<br />-Pero yo le digo a la Chilvi, ¿para qué van a salir ahora, si después viene carnevale y las lleva?<br />-Lo que pasa, que las chicas, de vez en cuando quieren salir... –respondía la otra. Camila, Silvia y Stella miraban, compenetradas, la situación. No hablaban entre ellas, y cada una entendía a su manera la conversación. Claro que, pese a todo, ninguna podía explicarse porque el clima se iba tornando más tenso.<br />-Discúlpeme, señora, pero... ¿quién es Carnevale que le tiene más confianza a él que a mi hijo? –disparó la madre de Stella y Camila, cuando se le hubo agotado la paciencia.<br />Silvia fue la primera en estallar en una risa incontenible, hilarante y contagiosa, porque habían entendido la confusión antes que las demás: su mamá estaba hablando de carnaval. Que Daniel Azar las llevara unos cuantos meses después, cuando llegara carnaval.<br /><br /><strong>La Hora del Pueblo y el GAN</strong><br />Los Montoneros creían firmemente que Perón llegaría para iniciar el camino hacia el socialismo en una transición por etapas, y sufrieron un leve desconcierto cuando el líder exiliado patrocinó “La Hora del Pueblo”, una declaración colectiva pidiendo la convocatoria a elecciones.<br />El radicalismo, el Partido Conservador Popular, el Partido Demócrata Progresista, el Partido Socialista Argentino, los radicales “Bloquistas” de San Juan y el propio peronismo suscribieron el pedido, que fue interpretado por la juventud militante como una treta de Perón para mantener al régimen en la mesa de negociación mientras el Movimiento profundizaba sus niveles organizativos y sus métodos de lucha “para emprender las próximas etapas de la guerra”.3<br />Durante la gestión de Levingston, no tendría eco “La Hora del Pueblo”, excepto como un acercamiento de posiciones entre los partidos políticos todavía proscriptos.<br />Será recién cuando sea designado Lanusse en su reemplazo, y a través de su llamado Gran Acuerdo Nacional (GAN), en marzo de 1971, que comiencen a sintonizarse ambos proyectos: el de los partidos políticos por retornar a la democracia, y el del presidente de facto por crear un frente de acción política que lo posicionara como su principal referente.<br />Lanusse rehabilitó la actividad política y dispuso la devolución de los bienes y locales a los partidos políticos, levantó las sanciones impuestas a diversos sindicatos, anunció la reunión de convenciones paritarias para discutir aumentos salariales, y permitió el funcionamiento de la CGT.<br />El presidente de facto se acercó a los referentes de La Hora del Pueblo para estrechar lazos y avanzar en un proyecto de normalización institucional. Sin embargo, la pieza clave para todo acuerdo era Perón, y en ese sentido se orientaron una serie de acciones de aproximación entre ambos. La que marcaría el momento de mayor acercamiento sería la repatriación del cadáver de Eva Perón, hecho que se concretó el 23 de septiembre de ese mismo año.<br />Sin embargo, las intenciones políticas de Lanusse fueron haciéndose cada vez más evidentes y eso motivó un cambio en la actitud del ex presidente exiliado: primero reemplazó a su delegado en Argentina, Daniel Paladino, por Héctor Cámpora, luego inició una serie de declaraciones en apoyo a las actividades de la guerrilla peronista representada no sólo por Montoneros, sino también por las FAP, y se mostró tolerante, cuando no comprensivo con las acciones desarrolladas por las otras agrupaciones no peronistas como las FAR y el ERP.<br />Lanusse abandonó su estrategia de acercamiento a Perón y Perón endureció cada vez más sus discursos contra el gobierno militar.<br />Corría ya 1972, cuando la publicación de una entrevista secreta entre un enviado del presidente de facto y el líder exiliado en la que se barajaba la posibilidad de un futuro político para Lanusse terminó por aguar todo posible acuerdo.<br />Lanusse anunció que en las elecciones no podrían ser candidatos quienes desempeñaran cargos en el Ejecutivo Nacional o en los ejecutivos provinciales hasta el 24 de agosto, pero tampoco quienes no residieran en el país con anterioridad a esa fecha. En ese marco, ni uno, ni otro, tenían chances ciertas de sumarse a la contienda electoral.<br />Perón podía volver al país, pero no lo hacía por no tener garantizada su seguridad, y eso permitió a Lanusse asegurar: “Aquí no me corren más a mí, ni voy a admitir que corran más a ningún argentino diciendo que Perón no viene porque no puede: permitiré que digan que no viene porque no quiere, pero en mi fuero íntimo diré que no viene porque no le da el cuero para venir”.4<br />La situación cambiaría drásticamente en el país, mediante un hecho en el que Perón nada tendría que ver: la Masacre de Trelew, que se traducirá en un incremento del descontento generalizado, así como de las acciones guerrilleras.<br />Perón debía volver, y volvió el 17 de noviembre de ese año.<br /><br /><strong>Una chica enamoradiza</strong><br />Después de 1971, las salidas a bailar fueron dándose con algo más de frecuencia. Y aunque no formaban parte de una rutina establecida, para las chicas eran acontecimientos más que importantes, que requerían un enorme despliegue en preparativos y en el maquillaje. La ropa no representaba un inconveniente, y apenas se arreglaban con unas pocas prendas cada una, que luego intercambiaban sin prejuicios.<br />Silvia se destacaba entre sus amigas por su particular facilidad para enamorarse. Todos los chicos le parecían encantadores, y en realidad, no solía detenerse en el aspecto exterior, sino que se dejaba llevar por otros detalles que las demás, más estructuradas y en busca de un modelo de atractivo que ajustara a lo que pretendían, no percibían.<br />Podían encararla ellos, o salir ella a la búsqueda de alguien que le gustara para Silvia no había problemas. Era tolerante, era resuelta, y por sobre todas las cosas, muy segura de sí misma. Incluso, jamás se mostró preocupada por la cicatriz de su operación de infancia, que le llegaba casi hasta media pierna, y que era verdaderamente notoria.<br />Esa naturalidad, esa seguridad de sí misma pese al cuerpo armonioso pero sin atributos que destacaran, esa forma de ser tolerante, a veces indiferente, incluso, no sorprendía tanto al resto de las chicas, como lo hará andados los años.<br />1972 fue un año catastrófico para varias de las chicas del grupo: Camila, Silvia y Stella habían repetido el año. Y si bien en casa de las Azar la noticia no había sido nada bien recibida, en el caso de los Isabella Valenzi no existían demasiadas presiones sobre Silvia respecto a los estudios.<br />En el verano siguiente, las chicas conformaron un grupo sumamente homogéneo, independientemente de que las edades de sus integrantes fueran de los 13 a los 17 años: estaban Stella y dos amigas del barrio entre las más pequeñas, dos amigos de ellas de 15, y Camila, Alicia y Silvia, de entre 16 y 17.<br /><br /><strong>El fin del exilio</strong><br />Para sus compañeros, Carlos era la persona indicada para todas las cosas, y él mismo no rehuía el peso de esa consideración, a tal punto que en una oportunidad llegó a infiltrarse en una reunión de la Concertación Nacional Universitaria, una agrupación claramente identificada con la derecha peronista.<br />Sin tener en cuenta la opinión de su hermano Luis, Carlos participó de la reunión, y estuvo cerca de ser descubierto, cuando una de las asistentes no sólo lo reconoció, sino que incluso se atrevió a saludarlo a mitad del mitín. Con el aplomo que le daba la certeza de sus convicciones, él retribuyó el saludo, y evitó que advirtieran las intenciones con las que había llegado.<br />Era por esos años cuando militaba en la Facultad de Derecho de la Universidad de la Plata, en la cual llegó a ocupar cargos de peso como dirigente estudiantil, que le permitirían después vincularse con la organización Montoneros.<br />Carlos llevaba avanzada su carrera universitaria, costeada con enorme sacrificio, pero siempre con su propio trabajo, negándose a depender de la ayuda de la madre o los hermanos, cuando llegó a su fin el exilio de Perón.<br />El 17 de noviembre de 1972, un avión aterrizó en el aeropuerto internacional de Ezeiza, en una jornada lluviosa, y Juan Domingo Perón volvió a pisar territorio argentino tras diecisiete años de exilio. El viejo líder llegaba para demostrarle a la dictadura lanussista que estaba más allá de la imposición fijada para los candidatos presidenciales, y al mismo tiempo, para avalar los acuerdos llevados adelante por el peronismo para conformar el Frente Justicialista de Liberación Nacional, que casi un mes después, el 15 de diciembre, presentaría oficialmente su fórmula presidencial: Cámpora-Solano Lima.<br />La Juventud Peronista, creada a comienzos de 1972 pero aún desligada de la organización Montoneros, que por entonces seguía teniendo una estructura pequeña en torno a los sobrevivientes de su núcleo fundacional, se convirtió en vedette de la campaña electoral del peronismo.<br />Durante casi todo el año 1972, sus integrantes organizaron distintos mitines. Con la llegada de Perón al país, fueron los responsables de la reunión de casi 100 mil personas en torno a la residencia ocupada por el líder, en Vicente López.<br />Por su parte, los Montoneros también salieron de su aislamiento para volverse hacia la campaña a fines de ese año. Y será entonces cuando el viejo dirigente perciba en toda su dimensión las limitaciones de la guerrilla que hasta entonces le había sido funcional a sus intereses. Sin embargo, el divorcio tardaría aún un año y medio en llegar.<br />Frente a una escalada guerrillera que no se detenía y que contaba con acciones militares de cada vez mayor envergadura por parte del ERP, Montoneros, y las FAR, así como otras organizaciones menores, el 7 de febrero de 1973, Lanusse decidió prohibir el retorno definitivo de Perón al país, al menos hasta que no se produjera la asunción del gobierno que resultara electo el 11 de marzo de ese año.<br /><br /><strong>Ojotas para no estar desnuda</strong><br />Faltaba una semana exactamente para las elecciones presidenciales, y para que Silvia cumpliera sus 17 años, pero fiel a su carácter, no estaba preocupada por ninguno de los dos hechos ese domingo 4 de marzo de 1973 en que decidió disfrutar del sol y de la pileta del Club de los Telefónicos que cuidaban sus padres.<br />Era de tarde, probablemente cerca de las 18, y estaba con sus amigas Stella y Vilma, cuando llegó “el Batiplomo”, como conocían a un chico que si bien no era del grupo, era tolerado por las chicas porque las llevaba de paseo en su Fiat 600.<br />La recorrida llevó a los cuatro a un campo sin alambrado ni demarcaciones, en el que aprovecharon para ver la puesta de sol. Sin embargo, una voz marcial interrumpió el bucólico momento. “Quietos o disparo”, les advirtió.<br />Al darse vuelta, las tres chicas y el muchacho se encontraron cara a cara con una camioneta militar y un grupo de uniformados que les apuntaban con armas largas. “Nos estábamos yendo”, intentaron justificarse, y explicaron lo que era obvio: que el campo no estaba señalizado, que no había cerco perimetral, ni tampoco tranquera. Todas las excusas fueron vanas, porque estaban dentro de Batallón de Comunicaciones Nº 601, de City Bell.<br />Los cuatro jóvenes fueron llevados a la sede del regimiento. Antes de bajar, desesperada, Silvia le pide a Stella que le preste las ojotas. Una y otra vez, cada vez más ansiosa. Estaba en bikini y se sentía desnuda, por eso quería llevar algo más.<br />Las tres chicas de 13, 15 y 16 años fueron obligadas a quedarse esperando, junto al “Batiplomo”, sentadas en un banco, con todos los soldados del regimiento mirándolos a los cuatro.<br />Las autoridades militares se comunicaron con las familias de los demorados, aunque los hicieron aguardar casi unas cuatro horas para permitirles irse.<br />Vilma no podía contener el ataque de pánico, porque cuando estaba en la pileta con sus amigas, en realidad debía estar tomando clases particulares, y como si eso fuera poco iría a buscarla la madre junto a un tío y recibiría duros reproches. Silvia no se hizo mayores problemas, incluso frente al comandante del Regimiento mostró su ofuscamiento cuando el militar le explicaba a Concepción que no podía ser que ella estuviera en bikini y Stella en mini-short. “Yo estaba en mi casa tomando sol, cómo quiere que esté”, pataleó, mientras su mamá intentaba conciliar, pidiéndole que no le contestara al uniformado.<br />Camila fue la encargada de retirar a Stella, presentándose como responsable por su hermana menor. Llegó con una actitud seria y adulta, y tratando de siquiera mirar a sus amigas para evitar la tentación de la risa, justo en el momento preciso en que tenía que demostrar responsabilidad.<br />Al cabo de una larga estadía en el Batallón, Camila acompañó a Vilma, la madre y el tío en uno de los autos, como para ir suavizando el ambiente de cara a los retos posteriores, y el Batiplomo devolvió a su casa a Silvia y Stella, con la compañía de Concepción.<br />El responsable del regimiento argumentó que faltando una semana para las elecciones, y con el clima que se vivía en el país, se habían asustado, y no podía saber qué era lo que ocurría cuando vieron el vehículo detenido en el predio del Batallón. Las chicas se llevarían la certeza, una vez pasado el susto, de que lo único que las retuvo tantas horas ahí fue la poca ropa que llevaban puesta.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><span style="font-size:78%;">1-Todo o Nada, María Seoane, Editorial Planeta, l997.<br />2-Todo o Nada, María Seoane, Editorial Planeta, l997.<br />3-Soldados de Perón, Richard Gillespie, Editorial Grijalbo, 1998.<br />4-Historia de la Argentina 1966-1976: EL GAN, Crónica – Hyspamérica, Editorial Sarmiento S.A. 1992.</span> </div>Federico Gabriel Sequeirahttp://www.blogger.com/profile/03886178131600484209noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3140985487202468417.post-89331050291556061372009-06-22T15:51:00.000-03:002009-06-22T15:54:04.976-03:00Capítulo 4 - El tercer Gobierno de Perón<div align="center"><span style="font-size:180%;color:#006600;">Capítulo 4<br />El tercer gobierno de Perón</span></div><div align="justify"><br /><br /><br /><strong>Cámpora al Gobierno</strong><br />Después de que se impusiera cómodamente en los comicios del 11 de marzo de 1973 la fórmula Cámpora-Solano Lima del Frente Justicialista de Liberación Nacional, el país debería transitar por un ajetreado período hasta que la asunción del nuevo presidente constitucional se concretara.<br />A veinticuatro horas del triunfo en los comicios, Perón planteó desde Madrid: “Al desaparecer su causa, desaparecerá la guerrilla”, en un claro mensaje a las “formaciones especiales” que había alentado hasta entonces.<br />Sin embargo, el pico de mayor tensión en el período de transición estuvo dado en el mes de abril, cuando todas las agrupaciones revolucionarias realizaron acciones tendientes a dejar en claro a la dictadura saliente que no estaban dispuestas a tolerar una inesperada reacción que evitara la llegada del tercer gobierno peronista al poder.<br />Finalmente, el viernes 25 de mayo, Héctor Cámpora tomó posesión de su cargo en una jornada de fiesta popular, donde incluso la Juventud Peronista fue la encargada de garantizar la seguridad en la Plaza de Mayo, la Plaza de los Dos Congresos, y la Avenida de Mayo, que unía a ambas.<br />“Se va, se van, y nunca volverán” se oía entonar a la multitud, mientras que se les impedía a los militares realizar los ritos que habían preparado para la ocasión. Y gigantescos estandartes de FAR y Montoneros decoraban la Plaza de Mayo, junto a las banderas rojinegras de la JP.<br />En esa misma jornada, los presos políticos alojados en la cárcel de Villa Devoto fueron liberados, mediante una amnistía que rápidamente se avendría a ratificar el Congreso. La euforia era total, pero las diferencias entre las agrupaciones peronistas y las guevaristas comenzarían a marcarse cada vez más claramente a partir de entonces. Sin embargo, no podrían socavar las ilusiones puestas en Perón por la mayoría de los argentinos, las cuales se disiparían por si solas un año más tarde cuando los aparentes éxitos económicos de los primeros doce meses de gobierno se diluyeran.<br />Los 49 días que Cámpora permanecerá en el Gobierno permitirán, al menos, evidenciar la compleja composición del peronismo, no sólo a través de la conformación de su gabinete, donde convivían representantes de la izquierda, del empresariado nacional, y del sindicalismo, así como de la más rancia derecha. La diversificación de las relaciones diplomáticas del nuevo gobierno con países comunistas, será otro de los datos. Claro que las promesas preelectorales de reforma agraria, nacionalización de los depósitos bancarios y del comercio exterior, o la socialización de la economía mediante la incautación estatal de empresas monopólicas no llegarían a concretarse. <br /><br /><strong>Somos apolíticas</strong><br />No era una fiesta propiamente dicha, sino más vale un encuentro familiar, pero los dos hechos coincidían ese 11 de marzo: Silvia cumplía los 17 años, y Cámpora lograba el triunfo electoral, con una diferencia contundente sobre el resto de los candidatos.<br />El clima no podía ser otro que el de algarabía en aquella familia peronista por sentimiento, más que vocación electoral, donde, además, Jorge Sánchez, el marido de Rosa, exhibía un alto grado de compromiso militante, desplegado a lo largo de la campaña preelectoral del peronismo.<br />Ajena totalmente a ese clima, Silvia charlaba con Camila, y comentaba lo surrealista que la escena se presentaba a sus ojos. Llegó, entonces, un momento en que ninguna de las dos pudo evitar soltar la carcajada, mientras que los demás derrochaban una bulliciosa alegría.<br />-¿De qué se ríen? –debe haber preguntado alguien.<br />-De ustedes –es probable que se haya despachado Silvia, con la cándida irreverencia que la caracterizaba, para asegurar después: -Nosotras somos apolíticas.<br />Los López Mateos también festejaban, y es que ellos también habían hecho lo suyo, no sólo para lograr arrancarle a la dictadura de Lanusse el compromiso de llamar a elecciones, sino para la campaña que llevó al “Tío”1 a la presidencia.<br />Los dos varones eran los más comprometidos y habían participado activamente en el trabajo en el barrio. Aunque en especial Carlos había alcanzado un nivel de madurez y compromiso, a sus casi 23 años, que asombraba a su propio hermano.<br />Luis no podía dejar de admirar la constancia del más chico, al que consideraba ya entonces “un tipo brillante en todos los aspectos, pero en especial en lo político”.2<br />A los ojos de su hermano, Carlos tenía algo que era imprescindible en todo aquel que quisiera un cambio en la sociedad hacia un modelo más equitativo, como el socialismo nacional que, estaba convencido, el tercer gobierno peronista traería: había cambiado él primero.<br />Carlos no daba el ejemplo, era ejemplo para los demás por una convicción enraizada en lo más íntimo de su ser. Su militancia tenía lugar de lunes a lunes, y quien lo necesitara podía encontrarlo para lo que fuera: colaborar con un comedor, hacer zanjas, o levantar una casa, que eran, en general, las tareas que, además, realizaban otros miembros de la Juventud Peronista por entonces.<br />Estudiaba, trabajaba, y ayudaba, las tres cosas por igual, dejando tiempo para militar, aunque la militancia la realizara en todas las actividades de su vida, con el convencimiento de que las teorías políticas debían multiplicarse en la práctica.<br />Luis ya por entonces no podía dejar de sorprenderse, y prefería, incluso, tomarse a risa las críticas de su hermano menor.<br />-Vos tenés un déficit ideológico –le decía Carlos, cuando Luis le dedicaba tiempo a lo que él mismo consideraba como “un poco de vagancia”.<br /> <br /><strong>En la legalidad</strong><br />La agrupación Montoneros debía adaptarse a la legalidad en que tendría que moverse a partir de la llegada del peronismo al Gobierno, dado que ése había sido el principal motivo de su lucha, en el marco de su esquema para alcanzar un “socialismo por etapas”.<br />Fue entonces que se hizo necesario a la organización crear una serie de agrupaciones de masas que se adaptaran a cada una de las necesidades reinantes, y que se conocerán como “organizaciones de superficie”: La Juventud Universitaria Peronista (JUP) orientada a las universidades, la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) para el trabajo en el nivel medio de la enseñanza, la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) una alternativa al sindicalismo ortodoxo dentro del movimiento peronista, el Movimiento de Villeros Peronistas (MVP), la Agrupación Evita, de la Rama Femenina, y el Movimiento de Inquilinos Peronistas, que en conjunto, y sumadas a la Juventud Peronista, dividida en regiones y abocada al trabajo en los barrios, conformarán lo que se conocería como la Tendencia Revolucionaria del Movimiento peronista.<br />Poco después se presentará la primera oportunidad de peso para que la Tendencia mida fuerzas con el otro sector fuerte del Movimiento: los sindicatos. La ocasión estará dada en el marco de la campaña presidencial de Juan Domingo Perón, el 31 de agosto de 1973. Ambos sectores desfilarán frente al palco ocupado por el viejo líder.<br />162 minutos demandará a las organizaciones de la izquierda peronista la recorrida, tres menos que los que requirieron las agrupaciones sindicales. La diferencia, sin embargo, radicará en que mientras los primeros decidieron su participación apenas cuarenta y ocho horas antes del acto, los segundos necesitaron un mes de organización y una inversión de 300 mil dólares.3<br />“Como 'movimientistas', los montoneros aún dependían de que Perón y su movimiento fueran verdaderamente revolucionarios, pues sus medios de avance político –una purga de los “burócratas” y “traidores” del Movimiento, y su rejuvenecimiento generacional, tal como lo había prometido Perón- eran pasos que ellos podían reclamar, pero no conseguir por cuenta propia”.4<br />Lo que para muchos, incluso dentro del Movimiento ya era visible en 1973, no terminará de quedar claro para las agrupaciones de izquierda del peronismo sino hasta un año más tarde: Perón había usado a sus “formaciones especiales” para lograr doblegar a la dictadura, posibilitar su retorno al país, y su acceso nuevamente al poder. Tras el 11 de marzo, ya no le eran funcionales, y manifestaría una y otra vez su desprecio, pero el mensaje no llegará con toda su vehemencia sino hasta el 1º de mayo de 1974.<br /><br /><strong>Ezeiza</strong><br />El 20 de junio de 1973 fue la fecha elegida para el retorno definitivo de Juan Domingo Perón al país, y para recibirlo, en las inmediaciones del aeropuerto internacional de Ezeiza se montó un palco donde se esperaba que el General hablara a la multitud presente.<br />Si bien el despliegue de seguridad había sido de proporciones, la derecha peronista monopolizó la organización en la zona de la tribuna, y allí se preparó para recibir a las agrupaciones de la Tendencia a punta de fusil.<br />Las columnas que marchaban tras las banderas de FAR y de Montoneros fueron atacadas con armas de fuego cuando se acercaban al palco, y la jornada terminó con un saldo sangriento: aunque nunca se conocieron los datos finales, se mencionó la muerte de 25 personas, mientras que se dijo que más de 400 recibieron heridas de distinta consideración.<br />Carlos, como uno de los responsables de la Columna de la Juventud Peronista de La Plata, estaba entre los pocos que llevaban armas cortas consigo, haciéndose eco de la premisa de los propios organizadores de la participación de la Tendencia en la histórica jornada.<br />Luis, que lo acompañaba, fue el primero en percibir que, desde su puesto, uno de los francotiradores que formaban parte del “comité de recepción” de la fracción más reaccionaria del peronismo les apuntaba. No lo dudó: tomó a su hermano de la cabeza y lo arrojó al suelo.<br />La reacción de Carlos no se hizo esperar tampoco, y lanzó una ráfaga de insultos, porque cubriéndolo con su cuerpo como estaba, Luis no le permitía sacar el arma y defenderse. Sin embargo, así permanecerían hasta terminado el primer tiroteo.<br />El mayor de los López Mateos había visto a otro de los militantes presentes caer al suelo tras recibir un impacto de bala en la pierna, y no vaciló en proteger a su hermano. Después habría tiempo de reflexionar y darse cuenta que no había tenido la reacción propia de un “compañero”, y sí la de un padre.<br />Lo cierto es que él, inconscientemente, no podía dejar de ver a su hermano menor, aunque la diferencia fuera de apenas cuatro años, como un chico.<br />Luis había sido prácticamente el encargado de criar a ese hermano, que era entonces para él una confusa mezcla de hijo y compañero de militancia, y del que pese a ser el menor de los dos, constantemente le estaba dejando enseñanzas que le quedarían luego grabadas toda la vida.<br />Carlos era pura convicción, un despliegue de férrea voluntad para defender sus valores, pero al mismo tiempo, un ser de un amor inconmensurable. Una combinación de muchos pequeños detalles que hacía que su madre y sus hermanos lo tuvieran como el mimado de la familia.<br />En el verdadero “campo de batalla” en que se habían transformado los bosques de Ezeiza próximos al palco oficial, la semilla de muchas reflexiones que haría después comenzó a germinar dentro de Luis.<br />En lo demás, la jornada fue un desastre absoluto, y quedó a una distancia abismal de la fiesta que el peronismo en pleno pensaba concretar, para recibir a su líder exiliado que volvía al país tras casi dos décadas de ausencia.<br />Finalmente, el avión en que Perón retornaba fue desviado a raíz de los incidentes, y al atardecer aterrizó en la base aérea militar de Morón. Cerca de un millón de personas que habían ido a recibir al líder tras su largo exilio, fueron parte de la desbandada.<br />El presidente Cámpora, que ya había recibido una dura reprimenda en Madrid, cuando fue a buscar a Perón para acompañarlo en el viaje de retorno, por “haberse dejado influenciar por elementos de izquierda”, transitaría en lo sucesivo un deslucido Gobierno. Ya en Argentina, Perón comenzó a recibir en su casa de la calle Gaspar Campos a representantes de distintos sectores, empresariales, políticos, e incluso militares, casi como si fuera él quien gobernaba el país.<br /><br /><strong>Perón-Perón</strong><br />La renuncia de Héctor Cámpora el 13 de julio de 1973 conmovió al país entero, pese, incluso, a que durante la campaña electoral previa a su triunfo se agitaba el lema: “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, así como también a que durante toda su corta presidencia se habían oído rumores anticipando la dimisión. Nadie esperaba que fuera tan pronto.<br />Solano Lima también presentó su renuncia, y el presidente provisional del Senado fue enviado en una curiosa y nunca aclarada misión a Europa, dejando así al presidente de la Cámara de Diputados, Raúl Lastiri, yerno del ministro de Bienestar Social, José López Rega, como titular del Ejecutivo Nacional en forma transitoria.<br />Lastiri introdujo dos cambios en el gabinete ministerial, sin afectarlo grandemente, y lanzó la convocatoria a elecciones.<br />En el interregno hasta los comicios, las agrupaciones de la Tendencia realizaron algunos actos públicos, mientras que el guevarista ERP protagonizó una escalada con el intento de copamiento del Comando de la Sanidad, que finalmente desembocó en la detención de sus autores, rodeados por efectivos policiales y del Ejército.<br />Perón anunció que su compañera de fórmula sería su esposa María Estela Martínez, conocida como “Isabelita”, y la campaña electoral siguió adelante sin actos proselitistas debido, en parte, a que nadie dudaba del triunfo de Perón, y a que, además, con excepción del radicalismo, los partidos de oposición se habían retirado de la contienda anticipadamente.<br />El 23 de septiembre, la fórmula Perón-Perón se llevó el 62 por ciento de los votos, abriendo paso a un nuevo período de tensión.<br />Una jornada más tarde, la jefatura de la Policía Federal era asumida por el general retirado Miguel Ángel Iñiguez, y se declaraba la ilegalidad del ERP. Dos días después, veintitrés impactos de bala terminarían con la vida de José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, sin que ninguna agrupación se atribuyera el hecho.<br />La izquierda peronista seguía confiando en el viejo líder de 78 años, que el 12 de octubre asumiría la presidencia, solicitando colaboración a todos los sectores, abogando por la paz y la tranquilidad para llevar adelante las medidas que el país necesitaba. El discurso lo dio amparado en una caja de vidrio blindado.<br /><br /><strong>La legión</strong><br />Después de haber repetido el año anterior, Silvia eligió recursar su tercer año en la Escuela Media Nº 2, más conocida como “la Legión”, de 12 y 60. Stella Azar, también cursaría ahí, por segunda vez, su primer año de secundaria.<br />Ese año marcaría para las dos un estrechamiento de los lazos de amistad, y Camila y otras amigas quedarían un poco más relegadas, aunque para Silvia, su grupo era fundamental, y no podía prescindir de las amigas y los amigos que integraban “la barra”, a quienes consideraba un valioso tesoro.<br />Ese año de 1973, fue también en el que Silvia se puso de novia con Carlos López, un marplatense que había ido a La Plata a estudiar, y que tenía pareja en su ciudad. Y fue también el año que le permitió a Stella descubrir en su amiga a una persona que la escuchaba y la entendía plenamente, sin hacer distinción de los tres años de diferencia que las separaban en la edad.<br />Sin embargo, en el transcurso de los meses las dos cosas cambiarían: por un lado, el marplatense, que desde el primer momento había dejado en claro no sólo su situación, sino que, además, la relación con Silvia sería por ese año únicamente, porque al volver al siguiente le tocaba noviar con Stella, se fue al terminar las clases.<br />La despedida fue todo lo sobria que podía serlo en esas circunstancias, más cuando la pareja la vivió no como el final de una relación, sino como la finalización de un acuerdo previo. Claro que en la soledad de la pareja perdida, Silvia lloraría profundamente.<br />Con Stella también fue dándose un distanciamiento, aunque en forma más paulatina. Y en ese caso, lo que jugaría el papel central para alejar a las chicas sería la definición política que cada una fuera adquiriendo de a poco, y sin llegar –al menos por entonces- a un importante grado de compromiso. Silvia, que había recogido esa inclinación en el seno de su familia durante toda la vida, y también a través de su hermana y su cuñado, e incluso en el clima propio del barrio, se orientaría hacia el peronismo. Stella, en cambio, “más zurdosa”, según su propia definición y en un todo en desacuerdo con Perón, elegiría la senda del “guevarismo”.<br />El hecho de que los padres no la presionaran para que continuara sus estudios, como tampoco para que trabajara, propició que Silvia finalmente abandonara la escuela ese año.<br />En realidad, para ella, como para las demás chicas de la barra, poco era lo necesario para ser felices: algún que otro vaquero, alguna remera como para salir, y cigarrillos. A sus 17 años, Silvia era quizá la más malcriada del grupo, pero lo máximo que pedía era que Concepción, su madre, le comprara la ropa en la tienda La Lucila.<br />En general, los tiempos eran simples para las chicas, y la vida no les pedía demasiados compromisos, más allá de divertirse y pasarla bien en grupo. Quizá fuera por eso que, como otros, pero él principalmente, Carlos Alberto López Mateos fuera visto como una especie de “tipo raro”.<br />No lo entendían, les parecía un aburrido, y no comprendían como podía sostener tan férreamente su compromiso militante. Para Silvia, que se reía sin vergüenza de sus propias “barbaridades”, producto de su inocencia, muchas veces y de la mezcolanza del castellano italianizado de sus padres, por el otro, decididamente, Carlos López Mateos era demasiado serio.<br />Además de sus múltiples actividades en el barrio y en la unidad básica de Sarmiento y Camino General Belgrano, Carlos se había integrado a la Juventud Universitaria Peronista en la Facultad de Derecho donde estudiada, y rápidamente se había convertido en dirigente.<br />“Antes de desarrollar cuadros con la base en las organizaciones de masas, los Montoneros se mostraban muy selectivos respecto a quienes debían incorporar y a quiénes les servirían solamente para las movilizaciones y las campañas electorales. Sólo los jóvenes peronistas visiblemente capaces eran escogidos para el adiestramiento especializado político y militar que se les daba a fin de prepararlos para su incorporación a Montoneros. Ello significaba que las grandes multitudes que éstos solían movilizar a través de sus organizaciones de masas no podían equipararse con el apoyo numérico para un proyecto político revolucionario”5.<br />Carlos López Mateos se incorporó a la organización Montoneros, pero siguió siendo en el barrio la cara visible de la Juventud Peronista, una agrupación que si bien era “de superficie” de la agrupación revolucionaria que había enterrado las armas con el triunfo camporista del 11 de marzo 1973, tenía una trayectoria de acción independiente en la resistencia del peronismo.<br /><br /><strong>La Triple A</strong><br />Si bien con el tiempo muchos estimarán que tuvo su bautismo de fuego en Ezeiza, durante el retorno de Perón, y otros ubicarán como su primera acción el ataque con una bomba al senador radical Hipólito Solari Irigoyen en 21 de noviembre 1973, lo cierto es que la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina, que no se llamaría así sino hasta 1974) había comenzado a gestarse con la llegada de José López Rega al ministerio de Bienestar Social.<br />El ex cabo de la Policía Federal, que por decreto fue reincorporado a esa fuerza, ascendiendo a comisario general, en un salto de quince graduaciones, utilizó la cartera a su cargo para montar la base de su accionar. El visto bueno, o cuanto menos la indiferencia de la policía conducida por Alberto Villar harían el resto.<br />El “trabajo” de la Triple A consistía en ataques en forma anónima, aunque claramente atribuibles a la organización, no sólo contra miembros de la izquierda peronista, o las expresiones de superficie de Montoneros. Políticos de todos los partidos, abogados, medios de prensa, e incluso refugiados políticos de los países vecinos formarían apenas una pequeña parte de la larga lista de “blancos” de la agrupación de derecha tolerada por el gobierno de Juan Domingo Perón, y tras su muerte, el de su esposa.<br />Asesinatos, violaciones, cuerpos dinamitados, y bombas en distintos edificios en una clara señal intimidatoria conformarían parte de las características de la acción de la Triple A.<br />Andados los meses, entre finales de 1974, y su desarticulación poco antes del golpe militar de 1976, cuando López Rega sea obligado a abandonar el país, la agrupación de derecha será la principal actora en una espiral de violencia indiscriminada que llegará a causar más muertes y daños que las propias organizaciones revolucionarias: el ERP y Montoneros. En su escalada, además, abrirá paso a una modalidad que después será aplicada por los militares: el asesinato de miembros de la familia de un “enemigo”, como una forma indirecta de infligirle un golpe.<br />Montoneros recopiló información sobre la organización de extrema derecha y conformó con ella un expediente detallado que remitió a los principales referentes de los distintos partidos políticos a mediados de 1975.<br />Ninguno se hizo eco del minucioso trabajo de recopilación, que sirvió, sin embargo, para que los militares presionaran exigiendo la salida de López Rega del gobierno, en el que para entonces era una figura de ostensible peso, como asesor directo de la viuda de Perón. En el mes de julio de 1975, el ex ministro de Bienestar Social subió a un avión y marchó al exilio.<br /><br /><strong>Desenmascarar al viejo</strong><br />Durante el gobierno de Cámpora, Perón ya había impulsado el Pacto Social, una medida que si bien no agradó a los sectores de izquierda del partido, fue tolerada con sumisión. Se trataba de un acuerdo entre la Confederación General del Trabajo, máxima expresión obrera, y Confederación General Económica, que nucleaba al empresariado nacional, y por el que el gobierno prometía a la clase trabajadora un aumento de su participación en la renta nacional y el control de precios, a cambio de dejar en suspenso por dos años los derechos de libre negociación colectiva.<br />Eran tiempos difíciles en materia económica, y la realidad del tercer Gobierno peronista distaba mucho de la que había encontrado el General al asumir su primera presidencia en 1946. Los créditos que la industria nacional necesitaba tendrían que salir de la emisión de moneda más importante de la historia; que sumaría dos veces y media más que la de cien años anteriores junta, según señalará un artículo del diario La Prensa, de septiembre de 1974.<br />La imagen de un Perón que había llegado para implantar el socialismo nacional comenzaba a resquebrajarse ante los Montoneros, que poco después de la asunción del general como presidente de la Nación en octubre de 1973 se preguntaban: “Y esto, ¿qué es?” en las páginas de la revista El Descamisado.<br />Se trataba de un documento de la jefatura peronista que constituía una virtual declaración de guerra “contra los grupos marxistas y terroristas infiltrados en el Movimiento”. Y pese a la fingida incredulidad de los miembros de la Tendencia, no podía pasarse por alto que fue el propio Perón que había estampado su firma al pie del documento, y quien, además, lo había anunciado públicamente.<br />Pero será el Ejército Revolucionario del Pueblo el que haga enfurecer a Perón y mostrar claramente cuál era el proyecto que tenía previsto para con las organizaciones revolucionarias que le habían sido funcionales durante su exilio para golpear a la dictadura de Onganía, Levingston y Lanusse.<br />Perón impulsó una reforma en el Código Penal, considerablemente regresiva, que los diputados debatirían largamente en el Congreso a mediados de enero de 1974, con una oposición mucho más marcada de los ocho representantes de la Tendencia en las bancas.<br />Dispuesto a demostrar “quién era Perón”, Mario Roberto Santucho, líder del ERP, decidió llevar adelante una operación militar contra el Regimiento X Húsares de Pueyrredón, en Azul, la guarnición militar más poderosa del país. Y si bien resultó en un fracaso estrepitoso, enardeció al presidente, que un día más tarde, el 20 de enero, vestido con su uniforme de general del Ejército, juró ante las cámaras de televisión que todo el peso de la ley caería sobre los “delincuentes”.<br />El hecho le dio a Perón la excusa perfecta para deshacerse del gobernador bonaerense, Oscar Bidegain, ligado a la Tendencia, quien fue reemplazado por Victorio Calabró.<br />Cuatro días más tarde, el 24, los ocho diputados de la Tendencia presentaron la renuncia a sus bancas, cumpliendo así su palabra, luego de anunciar que antes de aprobar la propuesta del general para el Código Penal preferían dimitir. De entre sus reemplazantes, de acuerdo al orden de la lista eleccionaria, sólo dos se contarían como ligados a la izquierda peronista.<br /><br /><strong>Esos imberbes que gritan</strong><br />Aunque en público intentaban disimular su cada vez más fuerte desencanto con Perón, presentándolo como un revolucionario y antiimperialista, para fines de enero de 1974, y tras la renuncia de los ocho diputados de la tendencia, los Montoneros, no podían evitar las fricciones.<br />El último día de ese mes boicotearon con su ausencia una reunión del presidente en la Quinta de Olivos porque en ella se darían cita las organizaciones juveniles ultraderechistas del peronismo: la Concertación Nacional Universitaria (CNU) y el Comando de Organización (CdeO).<br />Poco después, al cumplirse el primer aniversario del triunfo de 1973, en un acto en el colmado estadio de Atlanta, Mario Firmenich, uno de los líderes montoneros señaló en su discurso que el proceso de liberación nacional había sido tergiversado y traicionado por los traidores al Movimiento, y en especial los referentes del sindicalismo. Y destacó que para las organizaciones de superficie era necesario prestar más atención a las tareas organizativas.<br />Las tensiones existían y cada día que pasaba se hacían más inocultables, por eso, cuando se definió la política a seguir de cara a la celebración del Día del Trabajador el 1º de Mayo, muchas de las agrupaciones de la izquierda peronista en La Plata plantearon que sería mejor no asistir. El grueso de la Tendencia, con 60 mil personas de un total de 100 mil que coparon la Plaza de Mayo, se dio cita.<br />Pese a que no era la premisa de los organizadores, la Juventud Peronista y Montoneros lograron hacer visibles sus banderas, las cuales sorprendieron a Perón al salir al balcón. Tampoco los referentes de la Tendencia se conformaron con gritar: “Perón, Perón”, y “Argentina, Argentina”, como estaba previsto.<br />“No queremos carnaval, Asamblea Popular” gritaron, cuando Isabel Perón coronó a la Reina del Trabajo. Seguido de: “Si Evita viviera, sería montonera”. El clima se caldeaba, pero la tensión no llegaría al punto máximo sino hasta que de la multitud surgiera la pregunta: “Qué pasa, qué pasa general que está lleno de gorilas el Gobierno Popular”.<br />Perón elogió al “sindicalismo argentino” durante cincuenta segundos, y aludió luego a “algunos imberbes que pretenden tener más méritos que los que lucharon durante veinte años”.<br />La diatriba continuó, aunque ya los representantes de la Tendencia se habían retirado, dejando vacíos dos tercios de la Plaza de Mayo. El viejo líder acusó de infiltrados y de mercenarios al servicio del dinero extranjero, e invocó la necesidad de una guerra interna “si los malvados no cejan”.<br /><br /><strong>Perón ha muerto</strong><br />Perón revelaba quién era abiertamente, no sólo a los integrantes de la Tendencia, sino a los del Movimiento y quienes habían acompañado con simpatía su llegada al Gobierno por tercera vez.<br />Una semana después de su pelea con las facciones de izquierda del peronismo en la Plaza de Mayo, el general recibió en la base aérea de Morón a otro militar: Augusto Pinochet, quien apenas ochos meses antes había derrocado al socialista Salvador Allende de la presidencia de Chile, bañando en sangre a ese país.<br />Los Montoneros fueron aumentando sus críticas hacia Perón, progresivamente, y perdiendo la ingenuidad respecto a la línea de acción del Gobierno, e incluso mencionaron la posibilidad de un “retorno a la resistencia” ante un “ataque del imperialismo”.<br />Sin embargo, la muerte de Perón el 1 de julio de 1974, y más aún su última presentación de importancia el 12 de junio, en la que denunció un complot imperialista. Sería la base para que uno de los principales referentes de Montoneros, Roberto Quieto, asegurara en un discurso en La Plata que el ya extinto líder “estaba teniendo en cuenta en gran medida las orientaciones y las críticas que nosotros le formulábamos”.<br /><br /><strong>Una reunión política</strong><br />Camila y Silvia volvieron a encontrarse, y la amistad tan fuerte que las unía sumó un ingrediente más: la política. Aunque claro, de las dos, la primera era la que ya había asumido un grado de interés mayor.<br />El detonante había sido su amistad con una compañera de estudios, casi diez años mayor, que cursaba como ella en el Normal Nº 3 durante el año anterior. Camila quedó obnubilada por el nivel de militancia de la joven, y comenzó a involucrarse también, participando activamente en una campaña organizada por las Unión de Estudiantes Secundarios (UES), que le valió una distinción en el Salón Dorado de la Municipalidad de La Plata el 15 de septiembre de 1973.<br />Tiempo más tarde, en 1975, invitó a Silvia a que transformara su -hasta entonces- simpatía por el peronismo en un compromiso mayor, y juntas participaron de una de las tantas charlas que Carlos López Mateos encabezaba, y en algunos casos, como aquella, organizaba.<br />La presencia de las chicas en el asado sorprendió al propio Carlos, que las conocía a ambas del barrio, y que hasta es probable ya se hubiera fijado en Silvia. Y el hecho de que le haya participado de inmediato a su madre ese dato, podría contribuir a afirmarlo.<br />Y es posible que Silvia también haya quedado prendada de ese muchacho al que nadie quería contradecir en la reunión, porque después de escucharlo, todos se aseguraban en un todo de acuerdo con lo que decía.<br />De Nelly Mateos de López, la noticia de la participación de Silvia y Camila en la reunión pasó a Rosa Isabella Valenzi, que era por entonces la peluquera del barrio, y la atendía en su local, puntualmente todos los sábados.<br />Ya entonces, Silvia vivía con sus padres en la calle 25, entre 12 y 13, de City Bell. Habían dejado el Club del Sindicato de Telefónicos. En la mudanza, también, Alberto Isabella Valenzi, cambió, aunque sin dejar de ser ese hombre parco en el círculo íntimo, de un metro setenta y cinco de estatura, que sólo se dejaba llevar por la alegría y la jovialidad manifiesta en sus ojos verdes en las reuniones familiares. Para él, la posibilidad de que Silvia se encontrase con las amigas y los amigos de la barra, de los que ya estaba más distanciada por una cuestión geográfica, se hizo más tolerable.<br />Stella fue una de las que pudo comprobarlo en las ocasiones en las que ambas seguían la telenovela de Claudio García Satur y Soledad Silveyra, o los días de invierno en que tejían juntas, y Silvia realizaba complejas maniobras, zurda como era, para ir sacando cada punto.<br />Carlos estaba más comprometido que nunca en la actividad política. Era el encargado de coordinar las juntas de delegados barriales que reunían a militantes de Gorina y de distintos puntos de City Bell, que conformaban, además, el círculo más estrecho con el que trabajaba.<br />Sin embargo, se encontraba con lo que para él era una dificultad, aunque muchos otros dirigentes pudieran haberlo apreciado: lo que decía era casi como una verdad incuestionable, y eso lo irritaba sobremanera.<br />-¿Por qué está todo bien, porque lo dije yo? Si yo me equivoco, perdemos todos... –insistía, y entonces volvía a pedirles a los que asistían al encuentro que dieran su opinión, y que tomaran distancia de lo que él mismo había dicho.<br />Carlos se empecinaba en formar personas capaces de tomar sus propias decisiones, de elegir, de criticar, de rebatir sus posturas.<br />Su hermano Luis veía en ese trabajo con la gente, que ya entonces venía de larga data, una de las claves en la formación de un dirigente. Consideraba imprescindible que “mamara”, decía, “el amor por la gente, por el barrio, que el poder se construya desde abajo”.<br />“Un dirigente sin el respaldo de la gente, al pasarlo a una estructura militar, cambia. No se ganó trabajando el poder que alcanzó, sino tirando tiros, y por eso después va a ser más fácil quebrarlo. Sólo va a cambiar de patrón para pasarse al enemigo, cuando vea que el poder lo detenta otro”, dirá Luis, años más tarde, analizando no sólo lo ocurrido en líneas generales, sino puntualmente con la que se conoció como “la traición de Quieto”.<br />Esas mismas reflexiones formarán parte de las críticas que en un documento firmado por Carlos, como responsable de prensa de la Columna de La Plata, reciba la Conducción Nacional.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><span style="font-size:78%;">1-“El Tío”, era el apodo con el que se conocía popularmente a Héctor J. Cámpora.<br />2-Una opinión que se sostendrá a lo largo de los años, incluso después de haber compartido la convivencia, andado el tiempo, con miembros de la conducción nacional de la organización Montoneros.<br />3-Soldados de Perón, Richard Gillespie, Editorial Grijalbo, 1998.<br />4-Soldados de Perón, Richard Gillespie, Editorial Grijalbo, 1998.5-Soldados de Perón, Richard Gillespie, Editorial Grijalbo, 1998.</span></div>Federico Gabriel Sequeirahttp://www.blogger.com/profile/03886178131600484209noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3140985487202468417.post-4969578682911834752009-06-22T15:31:00.000-03:002009-06-22T15:36:56.022-03:00Capítulo 5 - La Militancia<div align="center"><span style="font-size:180%;"></span></div><div align="center"><span style="font-size:180%;color:#006600;"></span> </div><div align="center"><span style="font-size:180%;color:#006600;">Capítulo 5<br />La militancia</span></div><div align="center"><span style="font-size:180%;color:#006600;"></span> </div><div align="justify"><br /><br /><strong>Clandestinos otra vez<br /></strong>“Excluidos del sistema político oficial argentino, los Montoneros se volvieron entonces violentamente contra él. El 6 de septiembre de 1974, tras haber declarado la guerra a un gobierno juzgado ni popular ni peronista, se hallaban de nuevo en la clandestinidad. Les parecía haber vuelto a donde se hallaban antes de las elecciones de marzo de 1973, y se preguntaban: ‘¿Qué diferencia hay entre aquella dictadura y este gobierno?’.<br />Pero el tiempo no había pasado en vano. Los Montoneros poseían ya una tremenda reserva de apoyo gracias a sus iniciativas políticas relacionadas con las masas y ante su sensibilidad frente a la opinión pública. En el curso de los doce meses siguientes se convertirían en la más potente fuerza guerrillera urbana de cuantas se han conocido en América Latina”1.<br />El anuncio oficial de la vuelta a la clandestinidad se efectuó en una conferencia de prensa, el 6 de septiembre, pero no será hasta el día siguiente cuando lo sepan muchos de los integrantes de las organizaciones de superficie, al enterarse a través de los medios de prensa escrita.<br />Y si bien la medida abría el camino para acciones como las que la sociedad casi en pleno creía no se habían desarrollado desde la tregua anunciada tras la asunción de Cámpora, lo cierto era que Montoneros había protagonizado varios episodios durante su periodo de “legalidad”. Gran parte de ellos habían tendido a aumentar sus reservas de capital, otros habían sido la expresión de lo que las organizaciones revolucionarias consideraban “justicia popular”.<br />Entre estos últimos hechos, se contaba el secuestro de David Kraiselburd a fines de junio de 1974, responsabilizándoselo como propietario del diario El Día, de La Plata, de haber recibido durante la Revolución Libertadora un medio de prensa que hasta entonces había sido de control sindical. El empresario periodístico moriría el 17 de julio, cuando la policía incursionara en la “casa segura” donde lo tenían alojado.<br />Aunque intentaron mantenerlas en la superficie, las organizaciones que componían la Tendencia se vieron rápidamente en problemas para sostener su funcionamiento “normal” de hasta entonces. Muchos de sus principales referentes, además, estaban claramente asociados con Montoneros, aunque su relación no fuera, en la práctica, tan directa, o al menos no en cuanto a las acciones militares.<br />Carlos López Mateos debió dejar la carrera de derecho cuando sólo le faltaba rendir una materia para recibirse, debido al pase obligado a la clandestinidad que la decisión de la Conducción Nacional de Montoneros había definido.<br />Como integrante de la Juventud Peronista, y pese a la necesidad de “alejarse de la superficie” que se hacía imperiosa, se mantendría en estrecho contacto con el barrio en el que se formó y en el que dio el primer paso en busca del “hombre nuevo”.<br /><br /><strong>El reparto de los Born</strong><br />En el mes de septiembre de 1974 tendría lugar una acción que en su desarrollo, y particularmente en su final, configurará un antes y un después en la historia de la organización guerrillera peronista: Montoneros secuestró a los hermanos Juan y Jorge Born, propietarios de la multinacional argentina Molinos Río de la Plata.<br />Los hermanos fueron recluidos en lo que se conocía como una “cárcel del pueblo”, que no era otra cosa que una vivienda con fuertes medidas de seguridad y con total hermetismo sobre lo que en ella ocurría.<br />Poco después, Montoneros emitió un comunicado en el que anunciaba que juzgaría a los Born por su “actuación contra los trabajadores, el pueblo, y los intereses nacionales”, y puntualizaba, además, que el Gobierno había reintegrado a la firma las mercaderías confiscadas luego de hallárselas acaparadas, presuntamente para forzar un alza en los precios.<br />El rescate pedido por los mega-empresarios argentinos fue de sesenta millones de dólares, lo que configuraba un verdadero récord mundial en lo que al pago de una liberación se refería. Sin embargo, tras algunos meses de negociaciones, la empresa aceptó no sólo ese pedido, sino también el de distribuir 1.200.000 dólares en bienes en las barriadas obreras y las villas miseria como “multa” por el acaparamiento y la escasez generados.<br />La distribución de la ayuda en ropa y alimentos fue coordinada por los referentes Montoneros de cada zona, que llevaron adelante así y en una enorme magnitud, una acción que el ERP ponía en práctica con frecuencia con el robo de vehículos de distribución de todo tipo de productos, que luego repartía en barrios pobres.<br />Jorge Born fue liberado el 20 de junio de 1975, poco más de nueve meses después de su secuestro, y en perfectas condiciones de salud. Lo mismo había ocurrido casi cuatro meses antes con su hermano Juan, quien durante su cautiverio había sido atendido por su médico personal, debido a los problemas de salud que padecía.<br />Cuando en City Bell se estaba organizando el reparto de los productos que la empresa de los hermanos Born había acordado entregar en las distintas barriadas necesitadas, y cuando ya modificaba constantemente su domicilio a sabiendas de que era buscado por las fuerzas de seguridad, Carlos volvió a la casa materna. Ante todo estaba Nelly, y él tenía algo de dinero de su sueldo como asistente social que podía serle más útil a su madre.<br />Cuando llegó no había nadie en la casa de Luján y Sarmiento, pero eso no iba a ser así por mucho tiempo, porque enseguida se presentaron fuerzas policiales que comenzaron a revolver la vivienda, a levantar pisos, tirar cajones, romper floreros, y hurgar todos aquellos lugares donde sospechaban que podían encontrarse escondidas armas, volantes con consignas políticas, o cualquier otro elemento “subversivo”, a su entender.<br />Nelly y su hijo Luis, que la llevaba del brazo, estaban llegando cuando vieron pasar los tres Ford Falcon. Estaban a dos cuadras de su vivienda, y vieron que los autos doblaron justo en esa esquina. No había duda de cuál era el destino, pero se sintieron aliviados de que Carlos no estuviera.<br />Madre e hijo decidieron seguir la caminata, y pasar de largo frente a su vivienda al menos unas cuantas casas más, hasta lo de “el Ruso”, un zapatero que le tenía simpatía a los chicos López Mateos.<br />Mientras que la esposa del zapatero hacía de “campana”, Luis y Nelly esperaban a que los vehículos se fueran, seguros de que al menos, pese a todo el daño que pudieran hacer, no iban a encontrar a Carlos.<br />Finalmente, los hombres de la seguridad se retiraron, llevándose con ellos algunas “cositas” que les resultaron interesantes de la vivienda. Apenas menos de cinco minutos más tarde Nelly y su hijo entraban al verdadero pandemonio que era la vivienda. Pero la sorpresa más grande fue ver salir a Carlos de atrás de la cortina del baño, donde había permanecido escondido durante todo el allanamiento, con el arma en la mano, y dispuesto a enfrentarse a los visitantes, pese a su superioridad numérica.<br />Esa se convirtió en la primera “caída” de importancia de la casa. Vendrían otras en los meses siguientes.<br /><br /><strong>El Rodrigazo</strong><br />Automáticamente, tras la muerte de su esposo y presidente de la Nación, María Estela Martínez de Perón -conocida popularmente como Isabel, o Isabelita-, en su rol de vicepresidente, quedó al mando de los destinos del país.<br />Convertido en una suerte de eminencia gris del Gobierno, el ministro de Bienestar Social, José López Rega desplegó aún más que antes, en vida de Perón, una ofensiva abierta contra la izquierda peronista.<br />La revista “El Caudillo”, un órgano de expresión antisemita y ultraderechista dirigido por Felipe Romeo, y presuntamente financiado con publicidad oficial de la cartera ministerial que conducía López Rega, pedía la eliminación de los “guerrilleros de la retaguardia”, es decir, de todos aquellos argentinos que simpatizaran, o toleraran, incluso, el proyecto de las agrupaciones revolucionarias, que por entonces contaban con una imagen positiva de más del 50 por ciento en el Gran Buenos Aires, y de poco menos de esa cifra en el resto del país2.<br />Otro de los frentes donde se produjo una arremetida fue el universitario, vital para Montoneros, con la intervención de quince casas de altos estudios y la sustitución de gran parte de sus rectores. Para 1975, se sumaría el despido de 4000 catedráticos, y el encarcelamiento de 1600 estudiantes.<br />La izquierda peronista vio con más claridad que nunca el fracaso de su estrategia ‘movimientista’ al ser expulsada a empujones del Movimiento. Y no tardaron en sumarse, además, la proscripción de sus expresiones de comunicación con la sociedad en su conjunto: el semanario La Causa Peronista y el diario Noticias fueron cerrados por decreto. Uno tras otro seguirían el mismo destino Militancia, El Descamisado y Crónica, así como el diario El Mundo, ligado al ERP, y la revista El Satiricón.<br />En materia económica, el gobierno de Isabel avanzó sobre José Ber Gelbard, a quien reemplazaría por Alfredo Gómez Morales en 1974, y mediante un juego de pinzas entre el sindicalismo y el lopezrreguismo, lo sucedería Celestino Rodrigo en medio de una crisis de proporciones.<br />Claro que a poco de asumir, el 2 de julio de 1975, el plan que Rodrigo ponga en marcha (y que por su impopularidad recibirá su bautismo popular como “el Rodrigazo”), hará saltar por los aires esa alianza estratégica.<br />La huelga general estallaría en forma espontánea, y los gremios y la CGT irían detrás para reconocerla, primero, y encabezarla, después. Sería la primera huelga decretada por la CGT contra un gobierno peronista, y obligó a la Presidente a dar marcha atrás en la derogación de los aumentos salariales concedidos y ratificar las paritarias.<br />La etapa lopezrreguista, que marcó la extrema derechización del Gobierno quedó cerrada cuando el ministro de Bienestar Social partió al exilio después de buscar, en vano, apoyos.<br />Las Fuerzas Armadas amenazaron con divulgar las listas de integrantes de la Triple A, que quedarían de esa manera expuestos a la venganza popular.<br />El gabinete entero presentaría su renuncia, y Economía iría a manos de Antonio Cafiero el 14 de agosto, después del fugaz paso de Pedro Bonanni.<br />“La táctica del ministro Cafiero consistió en la indexación general y gradual de los salarios, los precios y la tasa de cambio, para hacer frente a la vertiginosa espiral inflacionaria. Sin embargo, las grandes empresas, en lugar de invertir, aprovechaban las diferencias entre el dólar oficial y el dólar en el mercado negro, y entre el interés que redituaban los títulos públicos y la tasa de inflación. (...) La recesión y el desempleo amenazaban la economía, y las exportaciones descendieron un 24 por ciento en todo el año 75, lo que afectó principalmente al campo, un sector que respondió inmediatamente con una serie de paros”3.<br />En el mes de octubre, Cafiero intentaría reflotar la base del Pacto Social, para lograr una tregua entre empresarios y obreros. Pero fracasaría estrepitosamente debido a la férrea posición de la nueva confederación empresaria en la que se habían aglutinado los sectores más poderosos de la economía, y a la vez los más retrógrados. Los cuales, además, ya pensaban en un futuro plan económico de ajuste hecho a la medida de sus pretensiones, con un futuro ministro de Economía que no tardaría en llegar de la mano de un golpe militar.<br />La “era Cafiero” llegaría a su fin de la mano de la agudización progresiva de la crisis, y cuando esta ya fuera totalmente irreversible. El 3 de febrero de 1976 renunció y fue reemplazado por Emilio Mondelli.<br /><br /><strong>La caída</strong><br />A comienzos de agosto de 1975, una denuncia anónima lleva a un oficial de la delegación La Plata de la Policía Federal Argentina hasta una vivienda de la localidad de Gorina, donde luego de establecer la identidad de su moradora y los movimientos que realizaba, efectúa una redada.<br />La joven detenida, de nacionalidad paraguaya y apenas 18 años de edad es Nidia Sebastiana Martínez, novia de Carlos Alberto López Mateos desde el mes de febrero de ese año. Se habían conocido cuando ella entrenaba para un torneo intercolegial en el Estadio Provincial, y casi enseguida comenzaron una relación.<br />La aprehensión de Martínez permitió, además, la captura de otras tres personas: María Segunda Casado, conocida como “Silvia”, Hugo Roque Gallardo (Hugo), y Enrique José Mércuri (Porki).<br />Inicialmente todos fueron interrogados por los integrantes de la Policía Federal, con métodos coercitivos, como revelaría después, únicamente Mércuri en su declaración ante Carlos Luis Molteni, titular del Juzgado Federal Nº 3, secretaría 9, de La Plata, donde se tramitó la causa.<br />Los cuatro detenidos formaban parte del “círculo íntimo” de Carlos, conocido como “Carlitos” en el ámbito de militancia. Y quien para la justicia estaba entonces en calidad de prófugo.<br />Los delitos sobre los que se investigaba a los cuatro detenidos, y también al no aprehendido eran el grado de participación de éstos en el secuestro de un empresario de la firma Corchoflex (Rodolfo Leandro Saurnier), la colocación de artefactos explosivos en los domicilios del secretario general de la CGT regional La Plata y diputado provincial, Rubén Diéguez, y de Raúl Zardini, decano de facultad de la UBA. Pero también se les imputaba el “difundir ideas contrarias al gobierno” por realizar pintadas tales como: “Luche y vuelve”, o “Los precios suben por el ascensor, los salarios por la escalera”.<br />Si bien en mayor o menor medida todas las declaraciones ante las autoridades policiales habían resultado comprometedoras, la de Gallardo irá más allá de la de Mércuri, porque mientras el primero señale a Carlos como partícipe en la colocación del artefacto explosivo en la casaquinta de Diéguez el 27 de julio de ese año, “Porki” rechazará haber estado al tanto de lo ocurrido, a excepción de lo que supo por los medios de prensa.<br />La más delatora fue la declaración de “Nidia”, tal como la conocían, quien aseguró ante la policía, y luego ante el juez, que su novio, que la había introducido en la organización Montoneros, había tenido participación en los hechos que se investigaban. Dijo también que la habían llevado a practicar tiro en un predio cercano al Cruce de Etcheverry, y brindó un panorama de la estructura organizativa de la Juventud Peronista y Montoneros en City Bell y sus alrededores.4<br />El dato era que en cada zona se formaban “juntas barriales”, las cuales ofrecían el espacio propicio para organizar reuniones donde charlar con otras personas que se interesaran en el proyecto político de la agrupación. Y donde, además, mucho se hablaba de “los Auténticos”, el espacio político que estaban creando importantes referentes de la izquierda y el progresismo peronista para competir en los comicios como una fuerza legal. ¿El objetivo?: Contar con una alternativa de construcción política de masas para oponerse al peronismo “oficial” de Isabel Perón y su entorno, cada vez más alejado de los ideales de quienes habían protagonizado la resistencia.<br />Tanto Gallardo, como la propia Nidia y María Segunda Casado5, eran referentes barriales, y también lo era Carlos, quien, además, coordinaba las actividades de los demás, y era el encargado de distribuir los volantes que la agrupación bajaba para dar a conocer su postura frente a los aumentos desmedidos de precios del Rodrigazo, o los conflictos sindicales que se desarrollaban en forma permanente en distintas empresas.<br />La tarea era la misma que habían llevado adelante hasta noviembre de 1974 congregándose en la Unidad Básica de Sarmiento y Camino Belgrano, de la que el esposo de Rosa Isabella Valenzi se alejara debido al clima cada vez más enrarecido a partir del distanciamiento entre Perón y Montoneros, y que finalmente un mes y medio antes de comenzar 1975 había cerrado sus puertas definitivamente.<br />Desde aquel momento, las casas de cada uno de los integrantes de las juntas barriales eran el espacio propicio para los encuentros. En uno de esos encuentros se conocerían más formalmente Carlos y Silvia, cuando ella fuera acompañando a Camila a un asado.<br /><br /><strong>Los Auténticos</strong><br />El 11 de marzo de 1975, en el Restaurante “Nino” se puso oficialmente en marcha el Partido Peronista Auténtico, nacido como una propuesta política de masas, y orientado, inicialmente, a tener su debut político en las elecciones de la provincia de Misiones, donde se elegiría gobernador para ocupar el cargo que había quedado vacante, junto al de vicegobernador, tras estrellarse el avión en que ambos viajaban.<br />Poco después, un fallo judicial despojaría a la agrupación de la palabra “Peronista”, por lo cual, finalmente sería el Partido Auténtico. Mantendrían, sin embargo, una consigna que se reproduciría mediante pintadas callejeras: “El peronismo vuelve con el Partido Auténtico”.<br />Nombres de peso de la resistencia peronista posterior a 1955, y figuras alineadas ideológicamente con la Tendencia que habían ocupado cargos a partir del triunfo camporista de 1973 se aglutinaron en la nueva cara legal de Montoneros. Claro que los hechos llevarían a un distanciamiento cada vez mayor a ambas fuerzas en los meses siguientes.<br />Para abril, sin embargo, el panorama era alentador, pese incluso a los malos resultados de la elección misionera, donde “el ministerio de Bienestar Social de la Nación (con López Rega todavía al frente) había invertido una pequeña fortuna”6 durante la campaña y de cara a la elección.<br />Serán sin duda la crisis de mediados de año, y el Rodrigazo, los que abran un horizonte promisorio al Partido Auténtico, que se desplegó a lo largo de todo el país, cubriendo un área que englobaba al 95 por ciento del electorado, y logrando 40 mil afiliaciones.<br />Todos los datos de esos adherentes serían puestos a disposición del Gobierno, cumpliendo de esa manera con una exigencia habitual para los partidos políticos, pero, sin embargo, se abrirá la posibilidad, a futuro, de una mucho más sencilla identificación de los simpatizantes que sumara la izquierda peronista.<br />Paralelamente, y como si buscaran borrar con el codo lo que escribían con la mano, los Montoneros realizarán una serie de acciones cada vez de mayor envergadura, que entorpecerán la labor de masas del Partido Auténtico. Al mismo tiempo, obligarían a que los importantes referentes políticos que componían el PA, tuvieran que salir a tomar distancia de las hazañas militares.<br />En una jugada perfectamente intencionada, el Partido Auténtico será finalmente prohibido en el mes de diciembre, bajo el pretexto de que Montoneros formó parte de un osado ataque del ERP a un regimiento de arsenales en el sur del Gran Buenos Aires.<br />En el camino había quedado, antes, su publicación quincenal, “El Auténtico”.<br /><br /><strong>Cada vez más lejos de las bases</strong><br />Villa Constitución, en Santa Fe, constituía un verdadero bastión de resistencia industrial a los avances de la crisis y las políticas de ajuste, y protagonizaría el 20 de marzo de 1975 un hecho que pasará a la historia como el “Villazo”, donde luego de 39 días de huelga en toda la ciudad, hombres, mujeres y niños que resistían los planes de reconversión industrial serán víctimas de la represión de la policía y las bandas de derecha.<br />Tanto el ERP, como Montoneros encontrarán campo de acción entre los obreros industriales de esa zona de Santa Fe, donde el sindicalismo “oficial” mostraba oídos sordos a los reclamos.<br />Sin embargo, la paulatina desmovilización de los trabajadores de todo el país sobre el final de ese año, dejaría a la guerrilla girando en el vacío. Sin canales de expresión a partir de la clausura sistemática de todos los medios que habían ido creando, y finalmente en la ilegalidad desde septiembre, los Montoneros se vieron en la necesidad de recurrir a actos desmesurados para mantener su presencia y lograr que su existencia no pudiera ser ignorada por la sociedad.<br />Claro que a partir de agosto entrarían en una escalada de proporciones tales que muchos observadores tenderían a pensar que asistían ya no a la lucha de un movimiento insurgente, sino a una verdadera guerra entre dos ejércitos, teniendo del otro lado a las fuerzas armadas.<br />El 22 de ese mes, como cada año a partir de 1972, se recordaría un nuevo aniversario de la masacre de Trelew, y en todo el país unos cien artefactos explosivos serían detonados. Claro que Montoneros tenía una carta en la manga.<br />En esa misma jornada, hicieron estallar la primera fragata moderna de la Armada, la Santísima Trinidad, fondeada en el Astillero Río Santiago, de Ensenada. La embarcación, que estaba provista de misiles, había costado 50 millones de dólares, y había sido construida con ayuda británica.<br />Muy poco después, y en el mismo mes, la pista del aeropuerto Benjamín Matienzo, en San Miguel de Tucumán, volaría cuando un avión Hércules C-130 de la Fuerza Aérea despegaba con personal militar antiguerrilla.<br />Pero sin duda, la más monumental de las acciones contra las fuerzas armadas era la que reservaban para el Ejército, y que tendría lugar el 5 de octubre de ese mismo año, en la sede del Regimiento Nº 29 de Infantería de Monte, en Formosa.<br />La operación no sólo implicó una enorme osadía, sino un despliegue de proporciones para llegar hasta el extremo norte del país con combatientes que no eran de la zona. El objetivo era hacerse de armas, y en parte se logró, aunque con la pérdida de varios guerrilleros.<br />La retirada, digna de una película, la hicieron secuestrando un avión en el aeropuerto de El Pucú, que luego hicieron descender en algún lugar de la provincia de Santa Fe. Un pequeño grupo huyó hacia la provincia de Corrientes en automóvil, donde luego sería detenido uno de los principales referentes de la Columna La Plata de la JP y Montoneros.<br />Aunque el episodio fue condenado por todos los partidos, “el razonamiento político exigía que los Montoneros profundizaran su penetración en los movimientos de masas; la lógica militar dictaba un alto nivel de aislamiento. Una enorme brecha separaba las luchas armadas de los Montoneros de las luchas de los militantes industriales, incluidos los de ideas montoneras. La estrategia que habían escogido generaba de modo inevitable, su aislamiento físico del pueblo, en nombre del cual luchaban!”7.<br />Veinticuatro horas después del ataque en Formosa, el Gobierno, encabezado por el titular de la Cámara de Senadores, Italo Argentino Lúder (debido a una licencia por cuestiones de salud de la presidente) creó el Consejo de Seguridad Interna, que autorizaba a las fuerzas armadas a desarrollar actividades en todo el país para luchar contra la guerrilla. Apenas nueve días más tarde, la policía bonaerense también sería puesta bajo control militar.<br />Mientras que las cifras dejaban en claro que eran mucho más amplias las listas de bajas que las de víctimas para las agrupaciones insurgentes, el último foco de resistencia de la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez, que el ERP había creado en las selvas tucumanas, quedó virtualmente desmantelado entre el 7 y el 10 de octubre.<br />Había alcanzado una supervivencia de poco menos de un año, que incluso podía considerarse un dato no menor, teniendo en cuenta que la respuesta militar fue casi inmediatamente implementada tras el asentamiento de los guerrilleros.<br /><br /><strong>En pareja</strong><br />Hacía fines de 1975, Silvia y Carlos habían comenzado su noviazgo, justo en el momento en que la situación política del país llegaba a su punto más extremo.<br />Pasarían algunos meses hasta que decidieran vivir juntos, en el transcurso de los cuales, el compromiso político de ella iría en aumento, al menos en lo ideológico.<br />Él, en cambio, profundizaría su reflexión sobre el giro que estaba dando la agrupación, y que la conducía a un aislamiento cada vez mayor del sustento en sus bases: los trabajadores y la gente de los barrios. Pero esos primeros bosquejos de crítica, que se fueron planteando en forma verbal y aislada, no tomarían la forma de un documento hasta el año siguiente, cuando la Columna La Plata -junto a la de la zona Norte, que lo hará después- plantee varios puntos de desacuerdo con la conducción nacional de Montoneros.<br />Por esos días de finales de 1975 habrá un hecho que se convertirá, para muchos, en una pieza clave para realizar una mirada introspectiva: la traición de Quieto, que oficialmente será maquillada en las páginas de Evita Montonera, el único órgano de propaganda que subsistía en forma clandestina.<br />Roberto “el Negro” Quieto, como oficial superior de Montoneros, redactó órdenes específicas de cara a la Navidad de 1975 que se aproximaba. En ellas recomendaba a los integrantes de la organización que bajo ninguna circunstancia contactaran a sus familias en esa oportunidad, como una forma de prevenir riesgos, en especial, atento al clima que se vivía, donde las desapariciones de militantes de la izquierda guevarista y la peronista, ya se contaban por decenas.<br />Sin embargo, el 28 de diciembre, y en una clara contradicción con sus propias recomendaciones, Quieto fue detenido cuando jugaba con su familia en las playas de San Isidro. Dado que el Gobierno se negaba a reconocer oficialmente la detención, se pusieron en marcha de inmediato campañas reclamando la legalización del detenido, y se sumaron estallidos espontáneos con quema de coches en la Capital Federal y pintadas en las paredes de La Plata, Buenos Aires y los partidos del Conurbano.<br />Mientras todo esto ocurría, dos allanamientos en importantes bases de Montoneros con un consecuente secuestro de material valioso se dieron en la noche siguiente a la detención de Quieto, y en los días sucesivos se sumaron una racha de secuestros, detenciones, desapariciones, y pérdidas de infraestructura que sólo podían interpretarse de una manera: el “Negro” había cantado.<br />Un Tribunal Revolucionario se reunió en febrero de 1976, y condenó a Quieto a la pena de degradación y muerte, en ausencia del acusado, sin embargo, ya que nunca más se conocería su destino.<br />“La condena de Quieto trastornó en gran manera, sino permanentemente, a los militantes de la izquierda peronista. (...) Evita Montonera, en un intento de tranquilizar a los fieles, se llenó súbitamente de informaciones con ejemplos de heroísmo e intransigencia, combinados con condenas del individualismo”.8<br /><br /><strong>Un golpe anunciado</strong><br />Los decretos reservados Nº 2770, Nº 2771 y Nº 2772, de noviembre de 1975, y que llevaban la firma de Lúder, y de los ministros Carlos Ruckauf y Antonio Cafiero, entre otros, se convirtieron en el primer paso para que las Fuerzas Armadas avanzaran sobre las libertades individuales, aún, incluso, en democracia.<br />Mediante esos documentos se las autorizaba, literalmente, a “ejecutar las operaciones militares y de seguridad que sean necesarias a los efectos de aniquilar el accionar de los elementos subversivos en todo el territorio nacional”.<br />Claro que, como se verá al cabo de ocho años a partir de entonces, el aniquilamiento del accionar de la subversión fue interpretado como el exterminio de quienes militaban en las filas de las organizaciones de izquierda, y de un amplio abanico de otros ciudadanos que poco o nada tenían que ver, sumando, finalmente, una lista de 30 mil desaparecidos, decenas de miles de exiliados, y otros tantos detenidos políticos durante muchos años.<br />El destino final del gobierno de Isabel Perón parecía no estar muy lejos, e incluso acercarse día a día en la segunda mitad de 1975. Ese año, una crisis militar llevó a Isabel a nombrar a Alberto Numa Laplane como comandante general del Ejército, aunque su figura sería mal vista en el interior de la fuerza, por su voluntad de contribuir con el Gobierno para salvar la crisis. La autorización que Numa Laplane extendiera a Vicente Damasco, militar en actividad, para ocupar la cartera de Interior desataría otra crisis.<br />Los generales Jorge Rafael Videla, Roberto Viola y Guillermo Suárez Mason dieron un ultimátum a la presidente, que pese a su voluntad de no dejarse doblegar, cedió a instancias de Cafiero y del titular de la CGT, Casildo Herreras. La Jefatura del Ejército recayó en Videla, que junto con Eduardo Massera, ya máximo responsable de la Marina, perfilaban la que sería la primera junta militar del Proceso de Reorganización Nacional.<br />El 18 de diciembre se sublevaron oficiales de la Fuerza Aérea comandados por Jesús Orlando Capellini, y la Plaza de Mayo fue sobrevolada por dos aviones de combate y helicópteros que arrojaron volantes con el sermón del vicario general de las Fuerzas Armadas, de los días previos. En él, el referente eclesiástico llamaba abiertamente a los uniformados a hacerse cargo del gobierno, considerando que serían, al desempeñar esa tarea, elementos “elegidos por Dios”<br />Al cabo de algunos días, los rebeldes se rindieron y fue nombrado Orlando Ramón Agosti al frente de la Aeronáutica.<br />En la víspera de Nochebuena, el Ejército Revolucionario del Pueblo llevó adelante un intento de asalto al Batallón de Arsenales Nº 601, Domingo Viejobueno, en el partido de Quilmes. La operación ya era conocida casi al detalle por las fuerzas militares, y por eso concluyó en un estrepitoso fracaso, con varias decenas de militantes de la agrupación guevarista asesinados e incursiones represivas durante toda una noche en la villa de emergencia ubicada frente al regimiento militar.<br />El hecho sirvió de excusa para ilegalizar al partido Auténtico, con el argumento de que Montoneros había tomado parte en la acción.<br /><br /><strong>Las horas contadas</strong><br />La posibilidad de bordaberrización9 del gobierno fue descartada a comienzos de 1976, y por eso, a finales del mes de enero, Videla, Viola, y el empresario Alfredo Martínez De Hoz se reunieron para delinear, de urgencia, un programa económico ante la inminente toma del poder las Fuerzas Armadas.<br />Si bien por esos días Isabel Perón había anunciado el adelantamiento de las elecciones presidenciales para los meses de noviembre o diciembre de ese mismo año, la situación estaba ya totalmente fuera de control. Pero peor aún era que a nadie parecía interesarle salir del atolladero: la UCR decía no tener soluciones, y en el Congreso el peronismo se había quebrado, quedando en minoría, por la escisión del bloque Gestión y Trabajo.<br />La izquierda tradicional abogaba por un gobierno cívico-militar, mientras que el 2 de febrero la bancada de diputados del FUFEPO presentó un pedido para que se tratara sobre tablas la destitución de la presidente por “inmoralidad, inconstitucionalidad, ilegalidad e ineptitud en la gestión presidencial”.<br />Se sumaron a eso investigaciones sobre presuntos manejos discrecionales de los fondos públicos, y el primer lock-out empresario en la historia argentina. La inflación marchaba hacia marcas universales en el país que era, entonces, lo más parecido a una caldera.<br />Un nuevo ministro se hizo cargo de la cartera económica tras la renuncia del gabinete en pleno: Emilio Mondelli aplicó un severo plan de ajuste, con devaluación del 82 por ciento para el peso, autorizando un alza de precios del 100 por ciento, mientras que el tope para el aumento de salarios era del 20 por ciento, lo que desató una nueva ola de violencia.<br />El 19 de marzo, la Coordinadora de Gremios en Lucha protagonizó una jornada con incidentes en La Plata, y durante la madrugada siguiente, un estudiante y tres militantes obreros fueron arrancados de sus casas y fusilados en la calle sin más trámite. Esa semana hubo 37 muertes violentas en todo el país.<br />Para mediados de febrero, el temor invadía las fábricas ante la detención o secuestro de los delegados. La clase media aterrada por los niveles de violencia, el caos gubernamental, la hiperinflación y los reclamos sindicales miraba con buenos ojos el orden que el golpe podría traer.<br /><br /><strong>El despliegue del terror<br /></strong>“A la 1 de la madrugada del 24 de marzo de 1976, mediante la denominada “Operación Bolsa”, fue arrestada por un comando militar al mando del brigadier Basilio Lami Dozo, la todavía incrédula Isabel Perón. A las 2.45, oficialmente las Fuerzas Armadas ser hicieron cargo del gobierno. Los funcionarios y líderes del sindicalismo y del Partido Justicialista fueron detenidos y alojados en tres buques-cárcel. La Junta militar declaró a todo el territorio nacional objetivo militar sujeto al nuevo orden. Era el golpe más anunciado y el que menos resistencia tuvo en la Argentina moderna. El presidente del Consejo Empresario Argentino, Alfredo Martínez de Hoz fue nombrado ministro de Economía. Debía producir un relanzamiento productivo. (...) A poco de andar, el plan implementado devendría en predominio del capital financiero, en especulación desenfrenada, endeudamiento externo, deterioro del nivel de vida de los trabajadores, desocupación y desindustrialización”.10<br />Los argentinos que le habían creído inicialmente a la Junta Militar su versión de que había llegado para “terminar con el desgobierno, la corrupción y el flagelo subversivo” pronto se vieron desengañados. El gobierno de facto disolvió el Congreso Nacional y las legislaturas provinciales, prohibió la actividad política, gremial y estudiantil, se intervino la CGT, las huelgas fueron declaradas ilegales, y se encarceló a los principales dirigentes políticos.<br />Pero el desconcierto no sólo afectaría la variable política. Un año después de la toma del poder, la economía estaba peor que cuando Martínez de Hoz se había hecho cargo de esa cartera. La desindustrialización del país tardaría más en percibirse que la línea económica claramente orientada en beneficio de grandes grupos financieros, terratenientes, y el capital extranjero. La clase obrera perdió su poder adquisitivo con tal aceleración, que para fines de 1976, los salarios reales representaban el 50 por ciento del nivel de 1974.<br />Pese a la violencia con que la “cacería” de opositores políticos, gremiales, y estudiantiles se había desatado, superando largamente cualquier imaginable ataque a los movimientos insurgentes, los conflictos no tardarían en presentarse: en septiembrte fueron los trabajadores de la automotriz Ford, y luego de los de Mercedes Benz. Les seguirían a finales de 1976 y comienzos de 1977 los del sector eléctrico, y en ese mismo año los ferroviarios.<br />Para poner en marcha el nuevo modelo económico diseñado para la Argentina era necesario no sólo aplastar a la guerrilla, sino también a toda manifestación sindical de rebeldía a un programa neoliberal a ultranza.<br />Los Montoneros, que habían calificado inicialmente la toma del poder por los militares como la “ofensiva generalizada sobre el campo popular, como una respuesta a la crisis definitiva del capitalismo”, pronto se darían cuenta que el militarismo no los conducía a donde buscaban.<br />En ese marco, comenzaron a surgir disidencias en dos de las más importantes columnas que tenía la organización: la de La Plata, y poco después, la de la Zona Norte del Gran Buenos Aires. Y fue recién entre finales de 1976 y poco más de la primera mitad de 1977, que la agrupación comenzó a realizar acciones de apoyo a los conflictos gremiales que se iban sucediendo.<br />Hasta entonces, varios atentados de magnitud contra blancos militares o de la policía habían logrado como única respuesta matanzas numerosas, e incluso el montaje de escenarios inverosímiles donde en un enfrentamiento moría una importante cantidad de guerrilleros sin que sumara una sola las bajas de las fuerzas de seguridad.<br />En el ámbito interno, Montoneros aplicó una transformación en abril de 1976, convirtiéndose de una Organización político militar, en un Partido de cuadros. El documento que acompañaba la transformación hablaba por primera vez de la “muerte del peronismo”, y descartaba la estrategia de alcanzar el socialismo por etapas. Proponiendo una transición directa tras la toma del poder, se trasnformó así en el documento más izquierdista que jamás publicaran. Sin embargo, en la práctica, nuevamente la teoría sería de difícil aplicación, porque la agrupación había quedado aislada de las masas y estaba únicamente compuesta por guerrilleros.<br />Lo que quedaba del Ejército Revolucionario del Pueblo, tras la muerte de su líder, Mario Roberto Santucho, el 19 de julio de 1976 en Villa Martelli, elegiría el camino del exilio, para diluirse en el resto del mundo. Una fracción mínima quedaría en el país para realizar una única acción: intentar asesinar a Jorge Rafael Videla colocando 104 kilos de trotyl en el Aeropuerto Metropolitano, pero sin éxito.<br />Antes habían sido desarmadas las células del Partido Revolucionario de los Trabajadores (brazo político de ERP) de Mendoza, Santa Fe y Rosario, y destruida la más importante de las imprentas de la organización en Córdoba.<br /><br /><strong>Un bebé en camino</strong><br />Después de decidir vivir juntos, en la primera mitad de 1976, Carlos y Silvia alquilaron una casa en la Plaza Azcuénaga de La Plata, en diagonal 76 casi calle 19, la que, sin embargo, se mantendría casi completamente desconocida para las familias de ambos por una cuestión de seguridad.<br />El clima no era el más propicio para encuentros abiertos, y una prueba clara de eso fue el allanamiento que sufrió Rosa en su casa en el mes de agosto, cuando fuerzas militares irrumpieron en la vivienda. Mientras conscriptos entretenían a las dos pequeñas hijas, ella y su marido era interrogados, a punta de fusil, para que dijeran dónde escondían “las armas de Montoneros”.<br />La casa fue “daba vuelta” por completo: rompieron cielorrasos y levantaron pisos, pero no encontraron nada y se retiraron. Jamás se les ocurrió revisar la parte posterior del terreno, donde en un reducido galpón, adentro de un pequeño carrito y cubiertas por una lona, se encontraban varias ediciones de Evita Montonera que Silvia había llevado.<br />Fue más o menos para esa misma época en que Silvia quedó embarazada. Poco después llegarían las dudas, y el atraso prolongado de su período, con lo cual para septiembre tendría ya la certeza de estar encinta.<br />Carlos recibió la noticia con alegría, en parte porque en lo personal le gustaban los chicos y había deseado ese momento, y en general, porque la llegada al mundo de un hijo era siempre motivo de algarabía entre los militantes políticos, incluso cuando las adversidades hubieran adquirido las proporciones que tenían en esa etapa de la dictadura.<br />Después de comunicarlo al resto de sus familias, la pareja debió, entonces, formalizar su situación, con anillos incluidos, y a instancias de Concepción. Es que la mujer, en su profunda religiosidad, planteó que si no podían contraer matrimonio legalmente por cuestiones de seguridad, al menos debían realizar un ceremonia de bendición de sus alianzas ante el altar.<br />Rosa creyó conveniente regalarle a su hermana algo para la casa, pero era tal la estrechez con que vivían, que Silvia le dijo que prefería un par de sandalias, porque en realidad, le hacían más falta. Ella se había contagiado de ese espíritu solidario y desprendido de Carlos, que cedía incluso hasta sus prendas de vestir si creía que alguien las necesitaba más que él, y era capaz de ponerse después, a falta de otra cosa, un pulóver de cuello alto a fines de primavera.<br />Las hermanas combinaron, entonces, y se vieron en el centro de La Plata. Hablaron de sus cosas, de cómo estaba evolucionando la situación política en el país, de trivialidades como los “claritos” que Silvia se había hecho en el pelo, y de temas que inquietaban profundamente a Rosa como por ejemplo, qué harían una vez que el bebé llegara para sostener la actividad política, o eventualmente tener que resguardar su seguridad de manera más vehemente que hasta entonces.<br />Ninguna de las dos lo sabía, claro, pero tampoco podían suponerlo. Y, sin embargo, esa sería la última vez que se vieran personalmente. El resto de la familia mantendría el contacto en los meses siguientes: Concepción sería la que más vería a su hija, al igual que Nelly con Carlos. Mingo pondría su casa para los encuentros, y la tía y las primas de Silvia harían lo mismo.<br />Pese a todo, los lazos no se interrumpirían, como tampoco iban a menguar las gestiones de ambas familias para que la pareja se alejara del centro del torbellino de violencia desatado. Habrá propuestas de partir en lancha hacia Uruguay por parte de los López Mateos, así como la sugerencia de abandonar el país por otra vía, y parte de la familia de Silvia ofrecerá la casa de Chapadmalal como refugio.<br />Todo resultaba en vano, porque el convencimiento de que debía terminar la lucha iniciada, aunque le costara la vida, era en Carlos una premisa irreductible. Y Silvia había asumido el mismo compromiso.<br /><br /><strong>Víctimas del horror</strong><br />El 9 de noviembre, una bomba colocada por la agrupación Montoneros, destruyó el cuartel general de la policía de provincia de Buenos Aires en La Plata, matando a un oficial, e hiriendo a otros once que estaban reunidos en el despacho del ayudante del jefe de la fuerza, coronel Guillermo Ernesto Trotz.<br />La antipatía, el temor y desconfianza que la policía inspiraba eran generalizados, pero, sin embargo, con la censura total impuesta a los medios de prensa, los Montoneros no tenían canales a través de los cuales explicar sus acciones a los argentinos, y señalar que el blanco del ataque habían sido los responsables de miles de desapariciones, centenares de sesiones de torturas y tormentos, y varias decenas de muertes admitidas sólo en el período que iba desde el 24 de marzo a esa fecha.<br />La ira se desató, entonces, y en el lapso de unos cuantos días cincuenta y cinco sospechosos fueron muertos en un lugar cercano al cuartel volado, como lo informara el diario The Times, en su edición del 17 de noviembre de 1976.<br />En la espiral de violencia de esa misma represalia, el 12 de noviembre fueron secuestradas por tropas del Regimiento Séptimo de Infantería de La Plata Isabel Nelly Mateos de López, y su hija, Elsa Noemí López Mateos, ambas en casa de la primera, en City Bell.11<br />El impacto por el hecho golpeó directamente a Carlos, y por supuesto, a Silvia. Aunque por entonces, la imposibilidad de vislumbrar los hechos en perspectiva, no permitía siquiera remotamente fantasear con lo que finalmente ocurriría, y se sabría años más tarde.<br />La hipótesis más tolerable era la de que las dos mujeres, que nada tenían que ver con la militancia de los varones de la casa, habían sido capturadas para forzar la rendición de los otros.<br />Pocos días más tarde, otro episodio, registrado entonces en la casa de uno de sus grandes amigos, y compañero en la conducción de la organización en La Plata, volverían a golpear a Carlos.<br />La casa de Daniel Mariani, en la calle 30, entre 55 y 56, donde vivía con su pareja Diana Teruggi y la pequeña hija de ambos, de tres meses de edad, Clara Anahí, fue cercada por tropas militares y atacada con bazucas, tanques y ametralladoras en un operativo que duró cuatro horas.<br />Las fuerzas de seguridad habían llegado con el dato certero de que allí funcionaba una importante imprenta de Montoneros, disimulada con la fachada de una casa común y corriente, y luego de asesinar a Teruggi y a otros tres militantes que se encontraban en el lugar, se retiraron, después, llevándose a la pequeña bebé, de la cual nunca más volverán a tenerse datos. Su abuela, María de Isabel Chorobik Mariani, se convertirá en la primera conductora de las Abuelas de Plaza de Mayo12. Daniel no estaba en el lugar.13<br /><br /><strong>El último encuentro</strong><br />El día en que fueron secuestradas su madre y su hermana, Adolfo Luis López Mateos cumplía años, y por eso decidió llamar a la casa familiar para saludar. Era obvio que en Rosario, donde se encontraba, no podía estar disponible como para recibir comunicaciones que no fueran las de la organización. Lo habían destinado allí para establecer contacto con militantes combativos de la CGT, que si bien no estaban integrados a Montoneros, prestaban su colaboración a la organización.<br />En varias oportunidades a lo largo del día de su cumpleaños, Luis intentó establecer contacto con su mamá, pero Nelly nunca atendió el teléfono. Tras el secuestro, un camión se hizo presente en la casa y cargó con todo lo que había en ella, desde muebles hasta objetos sin valor alguno, más que el sentimental.<br />Preocupado, aunque lejos de pensar lo peor, Luis llamó a su padrino, en La Plata, y escuchó al otro lado de la línea lo que jamás hubiera imaginado: “Mirá, a tu mamá y a tu hermana se las llevó el Séptimo de Infantería”. Y aunque la desesperación se apoderó de él, acompañada por una necesidad imperiosa de viajar a Buenos Aires, los compañeros no se lo permitieron. A cambio, aceptaron establecer un contacto con Carlos, para que los hermanos pudieran encontrarse. En el caso de ellos, esa también sería la última vez.<br />Se reunieron en la casa del ex senador por Catamarca, Eduardo Buenader, y pasaron casi toda la noche en vela, charlando, para quedarse finalmente dormidos, abrazados, y compartiendo la sensación -aunque no lo dijeran-, de que no volverían a verse.<br />El contacto entre ambos se mantendría, no obstante, pero sin que ninguno supiera dónde estaba el otro. Y cuando ocurra lo peor, Luis recibirá la notificación por parte de otros militantes, aunque sin conocer al detalle si Carlos había muerto o había sido secuestrado. Una certeza por la que tendrá que esperar varios años más.<br /><br /><strong>Un paquete para entregar</strong><br />Una frase quedará en el recuerdo de la familia, grabada a fuego: “Tenemos que luchar por los pobres”, le había dicho Silvia a su abuelo, el 7 de noviembre, cuando éste le ofreció partir junto a Carlos hacia Italia, de donde había venido de visita. La pareja rechazaba así una nueva propuesta para salir del país<br />Faltaba, entonces, menos de una semana para que Nelly y Elsa Noemí López Mateos fueran secuestradas. Aunque ese hecho no modificará los encuentros familiares de Silvia con sus tías y primas, con Mingo y con sus padres a lo largo de noviembre y de diciembre de 1976.<br />Y fue justamente en ese mes de diciembre cuando -aunque Silvia no lo sabría porque los ámbitos de militancia de ambas eran completamente diferentes-, su amiga Camila Azar desapareció.<br />De ese episodio, pocos son los datos que quedarán claros: el sábado 11 de diciembre llamó al Club de los Telefónicos, se contactó con la familia de caseros que había reemplazado a los Isabella Valenzi, y pidió que fueran a buscar a su hermana Stella. Un desencuentro impidió que pudieran hablar para coordinar ir de compras, porque la menor de las hermanas iba a regalarle unas sandalias a Camila para su cumpleaños, el miércoles 16.<br />Camila Azar no se comunicaría nunca más con su familia, pese a que a la casera del Club le había prometido volver a intentar más tarde la llamada.14<br />Por esos días se dará una seguidilla de desapariciones de militantes de la Juventud Universitaria Peronista, a la que estaba integrada Camila, como estudiante de Derecho de la UNLP. Aunque según datos recogidos por distintas organizaciones, el promedio que se daba en el país en ese período de 1976 era de unos quince secuestros diarios.<br />Al cabo de esa semana, el sábado 18, Carlos López Mateos acudió a una cita previamente acordada, en 14 y 67. Eran alrededor de las 11.30 de la mañana, tenía bajo el brazo un envase de leche como se había convenido, pero el contacto no llegaba.<br />Carlos estaba a punto de marcharse cuando de pronto fue rodeado por tres Falcon, a bordo de los cuales iba un verdadero pelotón de fuerzas de seguridad. Sacó su arma, se enfrentó a los agresores, y arrojó luego la granada que también tenía consigo; pero la superioridad numérica y armamentística de sus enemigos terminó superándolo, y ya sin municiones, recibió un impacto de bala en la cabeza que puso fin a su vida. Había cumplido con su voluntad más íntima, que era la de no entregarse al enemigo, llegada la circunstancia en que debiera optar. Optó, y eligió la muerte, antes de lo que, sabía, podía ser una delación involuntaria, o inducida por la vía medicamentosa.<br />El cuerpo sin vida fue retirado del lugar por personal uniformado, y nunca se supo su destino.<br />Silvia, en tanto, se extrañó ante la demora de Carlos pasadas varias horas, pero como ocurría una y otra vez, sistemáticamente en aquellos tiempos, no era capaz de concebir la peor de la hipótesis como la que realmente había tenido lugar.<br />La noticia de que algo había ocurrido le llegaría cerca del atardecer de ese sábado, cuando quienes debían tener un contacto con su pareja en horas de la tarde le avisaran lo que había ocurrido, aunque sin la precisión respecto de si Carlos había sido herido y detenido, o muerto.<br />Angustiada, pero tratando de sofrenar su desesperación por no saber qué hacer, Silvia fue a lo de una de sus primas, quien, paradójicamente, celebraba el cumpleaños de su hijo. Juntas recorrieron el trayecto desde allí, hasta diagonal 76 y 19, donde Silvia esperaba encontrar a Carlos, o al menos un mensaje, o algo. No había nada.<br />De la casa Silvia sólo se llevó lo elemental de entre sus prendas, y los elementos que Carlos le había pedido que, de ocurrirle algo, entregara a un contacto en la ciudad de Quilmes, el que según indicarán versiones después, habría sido un comisario.<br />Los cuatro días siguientes los pasaría escondida en lo de una tía domiciliada en la calle 45, entre 27 y 28, y partirá el 22 de diciembre a concretar la entrega. A lo largo de la jornada Silvia no volvió a contactarse con ninguno de los miembros de la familia, lo que dejó a todos la certeza de que algo le había ocurrido. La pregunta era: ¿qué?<br />Nadie sabía dónde buscar, a quién recurrir, qué pensar, más aún cuando por esos días circulaban versiones que indicaban que era la propia organización la que escondía en lugares seguros a quienes perdían el contacto con su entorno.<br />La búsqueda no tardaría en ponerse en marcha, y Concepción mostrará una decisión y fortaleza poco conocidas hasta entonces para ponerse al frente de ella. Otros miembros de la familia completarán la tarea, como el esposo de una de las primas, albañil en la Jefatura de Policía, que intentaba cotejar si entre los cadáveres que llegaban en los días posteriores a la desaparición podía estar el de Silvia.<br />A lo largo de tres meses y medio, la familia no tendrá noticias de la chica de veinte años, que cumplirá la mayoría de edad detenida en la Brigada de Investigaciones de Quilmes.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><span style="font-size:78%;">1-Soldados de Perón, Richard Gillespie, Editorial Grijalbo, 1998.<br />2-Soldados de Perón, Richard Gillespie, Editorial Grijalbo, 1998.<br />3-Historia de la Argentina 1966-1976: La caída de Isabel, Crónica – Hyspamérica, Editorial Sarmiento S.A. 1992.<br />4-Sin embargo, ni en el asecuestro de Saurier ni en la explosión en la casa del decano universitario Carlos había tenido participación. Martínez y Casado no aparecen implicadas en ninguna, y Mércuri en una, mientras que López Mateos y Gallardo en la otra. En ninguno de los casos, en el secuestro del empresario. Las explosiones causaron daños materiales, pero no víctimas, porque tampoco era esa la finalidad.<br />5-María Segunda Casado Fracchia estaba embaraza de 5 meses cuando fue detenida con su pareja, Pedro Antonio Frías, en la localidad de Hurlingham, el 23 de junio de 1978. Nunca más se supo de ellos, ni del bebé que María esperaba.<br />6-Soldados de Perón, Richard Gillespie, Editorial Grijalbo, 1998.<br />7-Soldados de Perón, Richard Gillespie, Editorial Grijalbo, 1998.<br />8-Soldados de Perón, Richard Gillespie, Editorial Grijalbo, 1998.<br />9-Bordaberrización: Generalización aplicada a un esquema en el que un presidente civil es colocado como fantoche al frente del Gobierno, pero en realidad son las Fuezas Armadas las que definen la política de un sistema sin Congreso ni partidos políticos. Surge a partir del sistema aplicado en Uruguay en 1973.<br />10-Todo o nada, María Seoane, Editorial Planeta, 1997.<br />11-Elsa Noemí López Mateos, conocida como “Mimí” (32 años) se había mudado a La Plata, poco antes, tras casarse, y ese día visitaba a su madre. Ambas mujeres se encuentran aún desaparecidas y sus cuerpos nunca fueron hallados.<br />12-Isabel Chorobik de Mariani, conocida como “Chicha” fue la primer presidente de Abuelas de Plaza de Mayo, agrupación que nació sin ese nombre, reclamando la restitución de los niños apropiados por las fuerzas armadas.<br />13-Daniel Mariani no estaba en la casa atacada. Fue abatido un año después, luego de realizar una mudanza, el 1 de agosto de 1977 en 132 y 35. Allí secuestraron a la pareja María Graciela Médici y Roberto Aued. Ambos fueron vistos en el Pozo de Banfield, estando ella embarazada.<br />14-Camila compartía una pensión con amigas y militantes. Una de ellas, Liliana Pereyra sobrevivió al episodio en el que se presume fue detenida Azar. Un año más tarde, Pereyra fue aprehendida en Mar del Plata, estando embarazada. Alojada en un centro clandestino de detención de esa ciudad, fue llevada a la ESMA para tener su bebé y luego reintegrada a Mar del Plata. Se informó oficialmente después que había sido muerta en un enfrentamiento, lo cual fue desmentido por los exámenes forenses sobre sus restos encontrados en una tumba inscripta como NN de un cementerio marplatense. Su bebé aún no fue hallado.<br /></span></div>Federico Gabriel Sequeirahttp://www.blogger.com/profile/03886178131600484209noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3140985487202468417.post-80653525743918040472009-06-22T15:16:00.000-03:002009-06-22T15:36:20.743-03:00Capítulo 6 - La reaparición de la desaparecida<div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>Uno no siempre hace lo que quiere</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>pero tiene el derecho de no hacerlo que no quiere<br /></em><br />Mario Benedetti, Hombre preso que mira a su hijo</span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"></span> </div><div align="right"> </div><div align="center"></div><div align="center"></div><div align="center"></div><div align="center"><span style="font-size:180%;color:#006600;"></span></div><div align="center"><span style="font-size:180%;color:#006600;"></span></div><div align="center"><span style="font-size:180%;color:#006600;">Capítulo 6<br />La reaparición de la desaparecida</span></div><div align="center"><span style="font-size:180%;color:#006600;"></span> </div><div align="center"><span style="font-size:180%;color:#006600;"></span> </div><div align="center"></div><div align="center"></div><div align="center"></div><div align="justify"><strong></strong></div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify"><strong>Quebrando el silencio de la noche</strong><br />A las 3 de la mañana del 26 de enero de 1977 sonaron unos golpes en la puerta de la casa del matrimonio Lefteroff, con la misma suavidad con que su hija “Cris”, como llamaban a María Cristina, solía efectuarlos.<br />María Kubik Markoff y su esposo Jorge Lefteroff, que acababan de acostarse, fueron hasta la puerta, temerosos pero ilusionados, pese a los acontecimientos de la mañana. Sin embargo, al abrir se encontraron con un cuadro muy diferente del que esperaban: catorce hombres, fuertemente armados y apuntándoles, los metieron a empujones en el interior de la casa.<br />Un grupo llegó rápido a la habitación de la menor de las dos hijas del matrimonio, María Alejandra, la despertaron a empujones, rasgaron las sábanas de su cama y la vendaron. Hicieron lo mismo con la señora Kubik Markoff, y una vez que tenía sus ojos cubiertos, la encerraron en el baño.<br />El que parecía el líder del grupo dijo que tenían que llevarla detenida, por una orden emanada del Regimiento 2 de La Plata, y luego comenzaron un breve interrogatorio para establecer si habían informado de lo ocurrido, es decir, la detención de María Cristina horas antes.<br />“Ustedes me rompieron los teléfonos, ¿cómo podía hablar con alguien?”, respondió la mujer. Aunque ante la insistencia de su interrogador, añadió que una sobrina salió a buscar un teléfono en alguna casa de la cuadra para comunicarse con su esposo, que estaba trabajando en la localidad de Rojas.<br />Kubik Markoff intentó ocultar la otra llamada, la que habían recibido luego de que su esposo, recién llegado, reparara el teléfono. La comunicación con “el paraguayo”, al que le habían dicho que Cris había sido detenida.<br />No conformes, los captores quisieron confirmar que nadie más hubiera sido informado de lo ocurrido, y entonces encararon a Lefteroff, llevando a la mujer con ellos.<br />El hombre sólo pudo confirmar lo dicho por su esposa. Nada más de lo que dijo fue tenido en cuenta después: ni sus explicaciones sobre el estado de salud de Kubik Markoff, que no podía movilizarse con facilidad por un problema en la cadera, ni su ofrecimiento para que lo llevaran a él en lugar de su esposa.<br />“Ya sabemos que está enferma, que se lleve todos los remedios”, disparó el que comandaba al grupo, y añadió: “no le va a pasar nada, ella va a volver enseguida, no hay nada ni contra usted ni contra su esposa, ni contra su hija menor".<br />El señor Lefteroff insistió varias veces en ser él el detenido, y no su esposa, y desafió al que parecía el jefe de la partida: “No me tape los ojos, hablemos cara a cara”.<br />La respuesta no pudo ser más contundente: “no señor, porque en este momento los vencedores somos nosotros y hoy o mañana los vencedores pueden ser ustedes y nos pueden conocer, y entonces es mejor que no nos veamos las caras, para bien de ustedes y para bien de nosotros".<br />Después se fueron, llevando a Kubik Markoff con las manos atadas y los ojos vendados hasta los coches que esperaban frente a la casa de Pringles 788.<br />Al cabo de rato, el auto se detuvo frente a un portón en Allison Bell, casi Garibaldi, en Quilmes Centro. Poderosos reflectores bañaron de luz el rodado, y de fondo comenzó a sonar a muy alto volumen un tema de Carlitos Balá, que sólo se interrumpió cuando el que había llevado a la mujer hasta allí aseguró al resto: “bajen el disco que no es para la señora”.<br /><br /><strong>En busca de la imprenta</strong><br />Kubik Markoff había sido detenida sólo para forzar a su hija a “cantar” lo que sabía, y es que para sus captores, como en todos los casos, era fundamental extraer información durante las primeras cuarenta y ocho horas, cuando consideraban que podían infligir fuertes golpes sobre el enemigo. En eso se basaba su “inteligencia”.<br />Un día antes, alrededor de las 10 de la mañana del 25 de enero, más de una decena de vehículos habían cercado los alrededores de la calle Pringles al 700, anunciando por altoparlantes que se trataba de un operativo del Ejército Argentino, e invitando a los habitantes de la zona a no salir de sus casas.<br />Entraron en la vivienda de los Lefteroff, donde estaban seguros de encontrar una imprenta perteneciente a la organización Montoneros, que en realidad nunca existió. Y se llevaron a María Cristina, una joven militante de la Juventud Universitaria Peronista en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Plata.<br />Una vecina de la calle Pringles, venció el temor y fue hasta el policlínico ubicado a cuatro cuadras de distancia, donde María Kubik Markoff y su hija menor habían ido a visitar a la madre de Jorge Lefteroff, ahí internada.<br />Desde la antesala, la señora Gutiérrez le hizo señas a su amiga, para luego, una vez que la tuvo enfrente y tomándole los hombros, advertirle: “quédese tranquila, se la llevaron a María Cristina”.<br />Kubik Markoff corrió a su casa, pero Cris ya no estaba. El grupo de tareas que había visitado su vivienda no había robado nada, ni causado destrozos tampoco, pero sí habían descompuesto los teléfonos, buscando de esa manera que otros posibles “contactos” de la detenida no se pusieran al tanto de lo ocurrido.<br /><br /><strong>La chica que no podía llorar</strong><br />Una vez que se apagó la música de Balá, Kubik Markoff fue conducida al primer piso de la Brigada de Investigaciones de Quilmes, donde funcionaba el que sería conocido luego por sus sobrevivientes, como el centro clandestino de detención Pozo de Quilmes.<br />La mujer de 53 años fue depositada sobre una colchoneta sucia y gastada, de no más de un centímetro de espesor, sobre la que permanecería por casi doce horas hasta las tres de la tarde de ese mismo día, sin poder moverse, debido a su problema de salud. E incluso entonces, necesitaría de la ayuda de los guardias para poder incorporarse y salir al pasillo a comer.<br />Allí descubrió que había varias chicas en las demás celdas, y advirtió, además, que todas ellas eran muy jóvenes. Supo que podía comer sin la venda en sus ojos, pero le aclararon rápidamente que la regla era no mirar a sus custodios en el rostro.<br />Kubik Markoff generaba algunas sospechas en las demás mujeres del piso, dado que durante su estadía no la habían sacado del calabozo, como ocurría con todas, para llevarla a las sesiones de picana, o incluso las de “ablandamiento”, que se aplicaban en las primeras horas de la detención, y que consistían sencillamente en una fuerte golpiza. Siquiera preguntas por parte de los guardias recibía la mujer mayor, que optaba al mismo tiempo por guardar silencio todo lo que fuera posible.<br />Sin embargo, un día después de haber llegado al Pozo, desde su celda escuchó el llanto de Cristina. Desesperada, la mujer trató de comunicarse con la chica que estaba en el calabozo contiguo, muy despacio, de la única manera que podían intentar hablar. Quería saber qué pasaba, y se enteró por las palabras de su propia hija, en medio de un mar de lágrimas, que Cris había recibido una fuerte golpiza por parte de los captores, al punto que no conseguía ver.<br />-No se preocupe, señora. No llore. No le va a pasar nada a María Cristina, aunque esté así golpeada en la cabeza y no pueda ver –le contestó una voz del otro lado. Una voz que intentaba mostrarse consoladora y entera, pero que únicamente no se quebraba cuando las lágrimas se secaban por completo y ya no podía llorar.<br />Esa voz, era la voz de Silvia Mabel Isabella Valenzi, que para no volverse loca en el infierno que le tocaba vivir, y no dejarse vencer por el dolor, cuando no conseguía romper en lágrimas, llenaba los espacios con recuerdos.<br />-Yo tuve una vez un accidente con mi hermano -empezó a contarle a Kubik Markoff. -Me lastimé la frente. Me quedó una cicatriz, pero no me pasó nada. -le dijo.<br />Era justo el día que su hermano Mingo había comprado el Citroën, rememoró. Y había subido a su lado a mamá Concepción, y atrás a ella y su amiga Mónica Biancolini para llevarlas a todas a ver el chiche en funcionamiento. La alegría duró poco, y la interrumpió un choque, que no fue tan violento en realidad como las consecuencias posteriores lo hicieron aparecer.<br />Silvia se despertó en el hospital, donde habían quedado en observación con Mónica, y después permaneció algunos días en la casa de su amiga, para que la madre de esta cuidara de las dos.<br />Pero el rumor se había esparcido rápido, y los chicos del grupo, Jorge Lazarte y Jorge Valleto la fueron a ver enseguida, y la llenaron de preguntas. Querían confirmar si era cierto que Silvia había quedado tonta por el golpe, porque les habían contado que ella repetía una y otra vez que lo último que se acordaba era que se estaba limando las uñas en el asiento trasero del Citroën, y cuando se despertó fue recién en el hospital, sin recordar otra cosa.<br />Ahora, en su calabozo oscuro y estrecho, cuando no podía llorar, Silvia sentía que algo le oprimía en el pecho, la doblegaba la angustia, y hacía esfuerzos por estar bien, pero no lo conseguía, se agitaba.<br />Buscaba distraerse con sus propios recuerdos, y pensaba en el bebé que crecía dentro suyo, porque con eso conseguía llorar y sentirse mejor.<br />Kubik Markoff le repetía despacito lo que desde el otro calabozo le indicaba una detenida que era médica psiquiatra, le explicaba a Silvia cómo tenía que respirar, cuáles eran las mejores posiciones que podía adoptar en la incomodidad de una celda vacía de todo, donde sólo tenía una colchoneta insignificante.<br />-Tenés que tomar fuerzas, no dejarte caer ahora –insistía la mujer.<br />Silvia lograba reponerse, de a momentos, y entonces le contaba lo mal que se sentía, las torturas que le habían aplicado, la sensación que la picana provocaba en el cuerpo haciéndolo tensar al máximo en los picos de intensidad, cuando en cada fibra, en cada palmo de la carne sólo parecía sentirse un cosquilleo, para dar paso después al dolor, las marcas y las quemaduras.<br />De Carlos no hablaba. No porque las imágenes no ocuparan la mayor parte del tiempo su cabeza, sino por el temor que todavía persistía en ella: De la muerte de él era difícil tener dudas, pero tampoco podía arriesgarse a decir nada. Buscaba rescatar de él los momentos más íntimos, dejando de lado el compromiso militante, porque esas “instantáneas” de Carlos eran las que más la fortalecían.<br /><br /><strong>Un régimen especial</strong><br />La comida llegaba puntualmente todos los días entre las 3 y las 4 de la tarde, en recipientes plásticos, y se caracterizaba por su poca consistencia, y no pocas veces, por el exceso de sal o picante que la tornaba casi incomible para las detenidas. La situación se agravaba, además, porque el agua para beber era sumamente escasa.<br />Silvia, al igual que había ocurrido antes con otras detenidas embarazadas, y que pasaría en los años siguientes y en otros centros clandestinos de detención, recibía una ración mejor que el resto de las mujeres.<br />Estaba embarazada, claro, y debía alimentarse más saludablemente, dentro de lo que el régimen de degradación a que estaba sometida permitía. Pero no se trataba de un rasgo de humanitarismo por parte de sus captores, ni era una distinción, incluso de los integrantes de la “guardia buena”, como consideraban algunas de las presas a una de las tres de 24 horas que rotaban en forma permanente.<br />Los hombres de zapatos negros y pantalones azules del tipo policial, con camisas y camperas civiles no se habían compadecido de la chica de veinte años, que llevaba ya cinco meses de embarazo. En realidad, sólo cumplían órdenes, y las órdenes eran que el bebé tenía que llegar a nacer de la mejor manera posible.<br />El médico era el que impartía las instrucciones a los hombres que nunca usaban nombres sino apodos, y dejaba en claro que cuanto más bonitas fueran las madres, mayores debían ser los cuidados. Eso sí, no debía haber excesos y mostrar rasgos de compasión en ninguna circunstancia.<br />Cada vez que le tocada comer, sentada en el pasillo junto a las demás, al lado de la puerta de su calabozo, Silvia sentía otra vez ganas de llorar, y lloraba. Se preguntaba qué sería de su bebé en el futuro, si estaría detenida todavía cuando llegara el parto, y si era así, dónde daría a luz.<br /><br /><strong>Sándwich que nadie quería comer</strong><br />Alguna vez, comiendo, Silvia recordó aquella tarde en que habían sobrado los sándwich del Club de los Telefónicos, donde sus padres eran caseros, y a los que Jorge Lazarte1 y ella les habían pasado la lengua.<br />Concepción había llamado a todos los chicos de la barra para invitarlos a comer, y ellos dos había decidido jugarles una broma al resto, lamiendo cada uno de los emparedados, de un lado y del otro.<br />Si los comían, bien, y sino, quedarían para ellos, había sido la consigna tácita. Claro que resultó que después ni el propio Jorge se animaba con los que Silvia había lamido porque le daban asco, entonces ella podía aprovechar y comer a su antojo.<br />Puede que haya querido sonreírse, pero no se animara o no tuviera fuerzas para hacerlo. No podía levantar la vista del bol donde le habían servido la comida, y los ojos ardían por las llagas que la venda, que apenas podían correrse por un rato durante la comida, les habían producido.<br />A Jorge lo recordaba mejor de la época de noviazgo, porque él había sido su primer novio “en serio”, allá por el ’71, cuando tenía 15 años. Las otras imágenes, las que se habían incorporado después, cuando la vida y la militancia los habían ido distanciando, volviéndolos a juntar esporádicamente, o incluso aquellas de cuando lo visitaron en Avellaneda, con Camila, eran más difusas.<br />Para la señora de Lefteroff, que comía un poco más allá, Silvia era un enigma, como casi todas las otras chicas. Y si lo pensaba, sólo sabía que una de ellas se llamaba Norma Andreu de Robert, y de las demás podría enumerar algún que otro rasgo, pero nada más.<br />Silvia, en cambio, había despertado algo en ella. Tal vez porque estaba embarazada, o quizás porque en medio de su propio dolor interminable había juntado unas pequeñas fuerzas para consolarla cuando creyó que Cristina no podría volver a ver. Puede que hayan sido los ojos verdes, la piel increíblemente blanca.<br />Fuera lo que fuera, la imagen de esa chica menuda pese a su embarazo no se le olvidaría, como tampoco se le olvidaría que la conocían como “la Gata”. Y esos retazos del recuerdo que queden grabados en su memoria en apenas una semana de estadía en el infierno del Pozo de Quilmes, serán los que aporte luego en el Juicio a las Juntas que permitirá condenar a los responsables del horror.<br />Pocas serán, en cambio, las frases de Silvia que podrá Kubik Markoff de Lefteroff rescatar del pasado.<br /><br /><strong>Usted se va, señora</strong><br />María Kubik Markoff recibió el anuncio por parte de uno de los guardias, que le dijo que había conseguido lo que querían, que habían agarrado al pez gordo, porque su hija había colaborado.<br />Cristina estalló en llanto. Lloraba con desesperación, con locura, desgarrada, y entre sollozos le aseguraba a su madre: “me dijeron que si no hablaba te traían a vos y al abuelo”.<br />La mujer no entendía. No quería comprender, de la misma manera que no había podido dar crédito a las promesas de uno de los carceleros que juraba que el día que Cris saliera en libertad se casaría con ella, porque se había enamorado de los ojos grisáceos, del pelo castaño ceniza claro, y de su atlético metro setenta y dos de estatura.<br />Ya en libertad, y días después de que del mismo modo que se la llevaron volvieran a dejarla a la 1 de la mañana en su casa de Pringles 788, la señora de Lefteroff supo por una vecina que “el pez gordo” era un joven de apellido Rudy2, hijo de una modista, que había sido muerto por la policía.<br />Nunca más sabría nada la mujer acerca de su hija, e inútiles resultarían las recorridas por todas las cárceles del país, las gestiones en Trelew y en Rawson, donde coincidentemente una versión que le hicieron llegar y los anuncios de un vidente se encaprichaban en ubicar a la joven.<br /><br /><strong>Haciendo cálculos</strong><br />Había pasado poco más de un mes para cuando la mujer se fue. Día tras día, aunque no pudiera llevar la cuenta, minuto sobre minuto, Silvia vivía una agonía lenta y enloquecedora, donde no podía evitar sentir que cada vez se iba hundiendo un poco más.<br />Veía pasar a otras detenidas por esos calabozos. Iban y venían. Algunas estaban pocos días, otras se quedaban un poco más. Todas hablaban poco, comentaban lo menos posible, se escondían en el silencio como una forma de resguardarse. Y, sin embargo, los gritos llegaban hasta su celda cuando era el turno de cada una en la sala de torturas de la planta baja.<br />Escuchaba a las demás y se escuchaba. Volvía a sentir la picana como la había sentido en aquel primer momento, apenas la habían detenido, apenas había llegado a ocupar el calabozo.<br />Y porque dentro de lo indiferente que le era la escuela, la matemática estaba entre sus materias predilectas, hacía cálculos. De acuerdo con la fecha de la última menstruación, y si el embarazo llegaba al término de los nueve meses, su bebé tendría que llegar para junio de ese año.<br />¿Qué sería? Alguna de las chicas aseguraba que tenía que ser una nena, porque se le notaba en la cara y en las caderas, pero la mayoría no arriesgaba una opinión. Pero eso tampoco era importante, porque lo importante era estar bien, cuidar del bebé, y para cuidar de él... o de ella, tratar de estar bien. Una y otra vez se lo decía, se lo proponía, pero era más fuerte el dolor, la angustia.<br />Si esperaba para junio, y entonces debían estar a comienzos de febrero, según había dicho Cristina, tenía todavía casi cuatro meses por delante. Volvía a los cálculos. Y si estaban en febrero, quería decir que apenas había pasado poco más de un mes ahí encerrada.<br />No, no iba a poder soportarlo. No había forma, no encontraba el aliento que necesitaba. No tenía de dónde sacar fuerzas.<br /><br /><strong>Llega Rosita</strong><br />Cómo la necesitaba a Rosa, a su hermana, en esos momentos, cuando la panza se ponía dura. Estaba llena de dudas y de miedos. Desde los pasillos escuchaba las voces de los guardias, las risas ahuecadas como en muecas siniestras.<br />¿Quién podía decirle qué eran esos dolores? ¿Habían pasado ya los nueve meses? El tiempo parecía eterno, se le antojaban no meses, años ya los que llevaba ahí, con la venda apretando sobre los ojos, pasando frío aunque hiciera calor, con dolores de cintura, tirada sobre la colchoneta gastada.<br />¿Qué pensaría Mingo, su hermano Mingo si la viera? Se le había convertido en una figura paternal por la que se dejaba intimidar, pero a quien respetaba sobremanera. Mingo, que había ido a cubrir ese espacio que Silvia sentía que su padre no ocupaba.<br />El dolor cedía, y entonces era imposible no recordar ese día en que él llamó por teléfono al Club, y pidió que le pasaran el teléfono a Camila, para invitarla a tomar algo con unos amigos.<br />“Pero yo te dije, boluda, es un tipo grande”, repasaba sus propias palabras, casi como si acabara de pronunciarlas, y en verdad, aunque parecían dichas siglos antes, apenas habían transcurrido algo más de dos años desde entonces.<br />Camila se tomaba el trabajo de charlar con Domingo, de buscarle conversación para ayudarlo a abandonar su persistente timidez, pero jamás había imaginado que eso lo llevaría a pensar en segundas intenciones, sobre todo cuando el ya pisaba los treinta, y ella tenía apenas dieciocho.<br />Silvia esbozó una sonrisa. Una mueca apenas, como la sombra de la que alguna vez pudo ser una sonrisa en sus labios. El dolor volvió, y más intenso, y no pudo ahogar el grito, que se diluyó en una respiración cada vez más agitada, y volvió más tarde. Y se fue y volvió. Y se fue, y volvió otra vez, cada vez más seguido.<br />Desde los otros calabozos las chicas preguntaban, Silvia apenas si podía contestar. Entonces decidieron llamar a los guardias. Y estos, a su turno, lograron ubicar al médico de policía, que se presentó con su fina estampa, dejando una estela de perfume en el ambiente.<br />Dos o tres preguntas le bastaron a Jorge Bergés para hacer un diagnóstico rápido, por lo que pidió que se preparara un vehículo para trasladar a la detenida hasta el hospital de Quilmes, porque ahí no tenían las condiciones para atender un parto, y menos el de un bebé prematuro.<br /><br /><br /><br /><br /></div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify"><br /><br /><br /><br /><br /><span style="font-size:78%;">1-Jorge Lazarte forma parte de la lista de detenidos-desaparecidos. Su secuestro se produjo en la ciudad de Avellaneda, provincia de Buenos Aires, el 17 de julio de 1977. tenía 23 años.<br />2-Testimonio de Kubik Marcoff en la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). En el sitio web www.desaparecidos.org, se menciona el caso de una persona “de apellido o apodo Rudy, legajo en Conadep Nº 9874, visto en Pozo de Quilmes, y luego muerto, cuyo cuerpo habría sido entregado a su familia”.</span></div>Federico Gabriel Sequeirahttp://www.blogger.com/profile/03886178131600484209noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3140985487202468417.post-42803503898452733462009-06-22T14:58:00.000-03:002009-06-22T15:15:10.045-03:00Capítulo 7 - Ya nadie te escuchará gritar<div align="right"><span style="font-size:78%;"><em></em></span> </div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em></em></span> </div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>Por mí se va hasta la ciudad doliente,<br />Por mí se va al eterno sufrimiento,<br />Por mí se va a la gente condenada.<br />(...)<br />Abandonad, los que aquí entráis, toda esperanza.</em><br /><br />Dante Alighieri, La Divina Comedia<br /></span><br /></div><div align="right"><br /></div><div align="center"><span style="font-size:180%;color:#006600;">Capítulo 7<br />Ya nadie te escuchará gritar<br /></span></div><div align="center"><br /> </div><div align="center"></div><div align="justify"><strong>La entrada al infierno</strong><br />Eran las 6 de la mañana del 2 de abril cuando de nuevo un grupo de policías se presentó en el Hospital Iriarte.<br />Fueron directamente a buscar a la mujer que había sido trasladada la noche anterior, la cargaron con desprecio, casi como un desecho, y la arrastraron por los pasillos hasta la calle.<br />En la parte trasera de una camioneta con cúpula y sin identificación, arrojaron a Silvia Isabella Valenzi sin miramientos, pese a los dolores de puerperio que la aquejaban, apenas a tres horas de haber dado a luz a su hija.<br />Siguiendo la orden que tenían, la mujer fue llevada a la sede de la Brigada de Investigaciones de Banfield, o como se conocerá después al lugar más parecido al infierno en la tierra: el Pozo de Banfield.<br />La detenida fue ubicada en el segundo piso del edificio, dejada en una de las celdas, junto a otras mujeres que habían sido trasladadas desde La Plata el día anterior.<br />Pronto, Silvia descubriría que el régimen de vida en Banfield era menos riguroso en algunos aspectos, ya que existía la posibilidad de hablar con sus compañeras de calabozo, y no era necesario llevar la venda en los ojos.<br />Sin embargo, otros aspectos se mostrarían mucho más duros que los que había conocido en Quilmes: la limpieza no existía, el único baño de las detenidas era una botella de lavandina cortada al medio, y la comida, que llegaba en bol de plástico de colores cada tres días, era un caldo aguado y sin sabor con restos, casi sólidos de algo imprecisable nadando en él.<br />Pronto las mujeres comenzarían a preguntarse por qué no era tan importante para los guardias que ellas pudieran verlos, y la peor de las respuestas sería también la primera en ser contemplada.<br /><br /><strong>La niña ha nacido</strong><br />El hombre se presentó en la casa de los Isabella Valenzi preguntando por Concepción. Entregó un papel, y aclaró que debían leerlo, y después quemarlo. Dijo que no podía responder preguntas, ni revelar quién era. Y se fue de la misma manera que había llegado.<br />La nota era breve: anunciaba que Silvia había dado a luz a una hija, que el parto había tenido lugar el 2 de abril, en la Maternidad del Hospital de Quilmes, que la nena había nacido con bajo peso y había quedado en Neonatología. Y, además, que Silvia había estado detenida en la Brigada de Investigaciones de esa ciudad.<br />Lo primero que hizo Concepción, después de leer el papel, comentarlo luego con su esposo, y finalmente quemarlo, fue pensar a quién podía recurrir. Tenía en claro que debía ir a Quilmes, pero cómo hacerlo sola.<br />No quería confiar en nadie, de la misma manera que había hecho cuando Stella Azar fue a verla preguntando por su hermana Camila, después de que tanto esta como Silvia hubieran desaparecido.<br />No, de Camila no sabía nada, como tampoco quién había echado a correr el rumor de que la había visto alrededor del 19 de diciembre caminando por la avenida 44. Y le inventó una excusa cualquiera, le mostró ropa que Silvia no usaba hacía tiempo, y le dijo que estaba preparando todo para llevarse a su hija de ahí justo cuando desapareció.<br />¿En quién confiar? Esa era la pregunta. Si cuando Silvia desapareció, incluso, se fue ella sola a hacer la denuncia al Juzgado de Menores, aprovechando que “la Chilvi” no había cumplido los 21. “La nena se peleó con el padre, y se fue de la casa”, declaró ante el magistrado.<br />Era obvio que no podía hablarle de la militancia, de Carlos, y de todas esas cosas. Lo primero que se le ocurrió fue decir que la chica se había escapado, que vivía con ellos en la casa de City Bell y se había fugado enojada.<br />Cómo podía imaginar en ese momento que andados los años, y con la democracia restituida, ese sería uno de los argumentos que quisieran levantar en su propia contra para decir que a su hija nunca la habían secuestrado las fuerzas de seguridad.<br /><br /><strong>La tortura la dejó loca</strong><br />Patricia Huchansky de Simón había sido trasladada a Banfield con la mayoría de las mujeres que estaban por entonces en ese lugar, y también como casi todas ellas, provenía de la Comisaría 5º de La Plata.<br />La solidaridad era el rasgo que más distinguía a Patricia, una enfermera que con su esposo Carlos Simón, empleado del Laboratorio Abbot, había alojado en su casa a una pareja que necesitaba refugio.<br />Así fue que de inmediato se propuso contener a la chica rubia de ojos verdes que aseguraba que había tenido a su bebé en un hospital. En la memoria tenía presente el caso de Inés Ortega, que había tenido a su bebé en la Comisaría 5º, sin contemplación alguna.<br />Patricia escuchó a Silvia, escuchó cada uno de los detalles que le contaba sobre el parto. No tenía dudas de que la chica había sido madre, pero mientras le apretaba la mano con fuerza, no podía evitar sentir que la tortura la había dejado loca. Era imposible pensar que las bestias a disposición de las que estaban hubieran tenido la contemplación de llevar a la joven a tener su bebé en una cama, con sábanas limpias, en un hospital, y donde hubieran quedado decenas de testigos de todo lo sucedido.<br />Silvia supo que María Adela Garín1 era el nombre de otra de las trasladadas desde la Comisaría 5º, igual que Silvia Muñoz, y que ambas estaban también embarazadas. Había, además, unas chicas, militantes del ERP, que estaban desde hacía más tiempo en el Pozo. Y detrás de las celdas que ocupaban las mujeres, espalda con espalda, estaban los calabozos de los hombres, dando a otro pasillo.<br />Los quejidos de María Eloisa Castellini, producto de las contracciones cada vez más frecuentes que tenía, hicieron que Patricia se enterara de su estadía. Ella era otra de las que no había llegado desde La Plata. En realidad, había sido secuestrada en noviembre, cuando salía del Jardín de Infantes “El Palomo”, en Libertad, donde trabajaba, y la habían trasladado desde la Brigada de San Justo.<br />Fue un día impreciso, entre el 8 y el 10 de abril, en que las contracciones de María Eloisa se fueron haciendo cada vez más intensas y frecuentes. Patricia, supo rápidamente que el parto estaba a punto de producirse, y empezó a golpear la puerta, mientras que como todas las demás mujeres gritaba llamando a los guardias.<br />Los encargados de la seguridad estaban solos. El médico no estaba en Banfield y no podían contactarlo. Las mujeres se impacientaban y sus gritos llenaban todo el piso.<br />Finalmente, los guardias optaron por abrir la celda de la parturienta y la de la enfermera Huchansky. Después de que nació la bebé, a la que la madre le puso como nombre Victoria, los guardias entregaron a Patricia un cuchillo de cocina para que, bajo su atenta supervisión, cortara en cordón umbilical. Poco después se llevarían a la recién nacida.<br /><br /><strong>Una oscura trama</strong><br />El 7 de abril, en su casa, la partera María Luisa Martínez de González, de 51 años, fue secuestrada por fuerzas de seguridad. Su delito había sido la solidaridad, al compadecerse de Silvia Isabella Valenzi, a la que se cruzó en el pasillo del Hospital cuando los policías la retiraban en la mañana del 2 de abril.<br />La chica le había alcanzado a gritar su nombre y el de sus padres, y le había pedido que les avisara del nacimiento de la pequeña Rosita.<br />La partera averiguó con sus compañeros de trabajo lo que había ocurrido. El temor de la mayoría imponía un manto de silencio, aunque otros dejaban en claro que no había que meterse, porque era “la chiquita de una guerrillera” la que había nacido.<br />María Luisa Martínez comentó en su casa lo que ocurrió, y con su familia tomó la decisión de enviar un anónimo a los padres de Silvia.<br />Por esos días, Concepción esperaba la respuesta del Padre Dardi, de la parroquia Sagrado Corazón, en City Bell, a quien le había pedido que la acompañara a Quilmes, después de contarle su historia. Era una buena católica, el cura lo sabía, y seguramente por eso le había dicho que si, que iba a ir con ella al hospital a preguntar por Silvia, y por la hija de ésta. Sólo tenía que decirle cuándo.<br />Pero Dardi, finalmente, se echó atrás, y Concepción emprendió sola el viaje el 13 de abril. Llegó a la Maternidad, explicó que buscaba a su nieta, que le habían dicho que estaba ahí, que había nacido prematura y con bajo peso. Médicos y enfermeras por igual se mostraban ajenos al caso, pese a que, sin embargo, fuera tema de conversación en los pasillos del Hospital.<br />El Jefe del Servicio de Obstetricia, Oscar García, quien había sido informado de todo lo ocurrido entre la noche del 1º de abril y la mañana del día siguiente, fue el que le dijo a la mujer que su nieta estaba aún en el sector de Neonatología, y que entonces lo que debía hacer era hablar con el director del Hospital, Roberto Iriarte, para retirarla.<br />Pero el siguiente paso fue agrio para Concepción porque la máxima autoridad de hospital quilmeño le negó de plano la existencia de su nieta. Habló de errores, de confusiones, del problema de las versiones y los anónimos, y le sugirió a la mujer recabar datos más concretos.<br />De nada valieron las insistencias, los ruegos, los pedidos de que revisara la documentación. Iriarte estaba decidido, y parecía que nada podía hacerlo vacilar. Excepto porque una enfermera, al escuchar el diálogo, le enrostró: “no se lo niegue más, que el doctor García ya le dijo que la nieta está acá”.<br />Furioso con la enfermera, Iriarte le pidió a Isabella Valenzi que se retirara.<br />Un día más tarde, la enfermera Generosa Fratassi, de 32 años, estaba trabajando cuando le informaron que alguien la buscaba en la planta baja. Al llegar allí, cuatro hombres la rodearon, la esposaron, y la introdujeron en una camioneta color marrón sin identificación.2<br /><br /><strong>Llegó Teresa, la que nació presa</strong><br />El 16 de abril, Adriana Calvo de Laborde fue ubicada junto a las demás detenidas en el segundo piso del Pozo de Banfield. Había llegado pocas horas antes, trasladada desde la Comisaría 5º de la Plata.<br />Dado que los encargados de transportar a la detenida no conocían muy bien el camino que debían seguir, en la noche del 15 se perdieron, y por eso Calvo, que estaba embarazada, tuvo a su bebé en el vehículo donde era transportada, en las inmediaciones de la Rotonda de Alpargatas, en el límite entre Florencio Varela y Berazategui.<br />Una vez en Banfield, el médico Jorge Bergés, que tenía a su cargo la atención de las parturientas en ese lugar, así como en varios otros centros de detención que funcionaban en un “circuito” con ése, realizó la tarea de quitar la placenta a la mujer. Después la obligó a limpiar la camilla y el piso que habían quedado manchados de sangre, ante la burla y las risas de los guardias, y mientras su bebé permanecía en el piso.<br />Patricia Huchansky fue la primera en advertir que Calvo había llegado al Pozo. Y de la misma manera que se las ingeniaba para ir logrando lo que se proponía, consiguió que la mudaran de celda, para estar con quien había compartido cautiverio antes en la Comisaría 5º.<br />Las dos mujeres hablaron de lo que había ocurrido a una y a otra, repasaron los nombres de las que estaban, y de los hombres también alojados en las celdas que daban sobre el otro pasillo.<br />Además, Patricia le contó a Adriana la historia de “la Gata”, como la conocía a Silvia Isabella Valenzi, que aún entonces no daba a conocer su apellido, pero sí su apodo. Y le dijo que la creía loca como consecuencia de las torturas, en vista de que ahora contaba con otra historia más para confirmar la inhumanidad de los captores.<br /><br /><strong>¡Borren ese libro!</strong><br />A las 9 de la mañana del 2 de abril, Adalberto Pérez Casal se presentó a tomar servicio en el Hospital de Quilmes, y encontró a sus compañeros presa de una gran conmoción.<br />“Está la chiquita de una guerrillera”, le dijeron. Pero antepuso su profesionalismo, y preguntó por la salud de la bebé, que presentaba algunos problemas respiratorios, debido a que había nacido prematuramente, y con bastante bajo peso.<br />Poco después llegó un hombre al que reconoció como un colega, aunque médico de la policía. Quería saber sobre el estado de salud de la pequeña recién nacida. Finalmente, advirtió a Pérez Casal: “Esta chiquita no la retira ni Videla, sólo yo”, a lo que el joven jefe de Servicio de Neonatología le señaló que tampoco a él podría entregársela, sino que sólo a la madre, y mostrando los documentos.<br />El policía, lejos de estar satisfecho, decidió recurrir a la oficina del director y mantener un diálogo a puertas cerradas, al cabo del cual Roberto Iriarte citó a Pérez Casal.<br />“Tiene que borrar de los libros el nombre de Isabella Valenzi”, pidió el director, pero el médico se negó, y recibió una amenaza como contestación: “hágase el gallito, nomás, que va a aparecer en una zanja”.<br />Quizá no estuviera hecho de la madera de los héroes, (lo demostrará a lo largo de los años y las comparecencias ante distintos tribunales, donde evidenció no sólo su temor ante posibles represalias3, sino también algunas contradicciones), pero entonces estaba decidido a negarse. Claro que con los libros de guardia de Obstetricia no pasaría lo mismo, y serían burdamente tachados.<br />Cuatro o cinco días más tarde, una enfermera le llevó a Pérez Casal el rumor de que la bebé había fallecido, o al menos, eso es lo que asegurará ante la Justicia una y otra vez, admitiendo, sin embargo, que nunca hizo una constatación personal del hecho, así como tampoco firmó ni lo hicieron los miembros del área a su cargo, certificados de defunción. “Todos los papeles pasaron al director”, fue la explicación del médico.<br /><br /><strong>Hablar... para tender puentes</strong><br />En el tiempo que Adriana Calvo no había estado en Banfield, pero sí sus ex compañeras de detención en la Comisaría 5º, se había producido un hecho significativo: la liberación de dos de los secuestrados.<br />Patricia narró que Anahí Fernández, que había sido sacada de la 5º, para pasar por la Brigada de Investigaciones de La Plata, y recaer después en Banfield, recibió un día la notificación de que tenía que arreglarse, porque iba a irse en libertad. Todas le juntaron ropa, de entre lo que tenían, como para que esté decente al salir de allí, y la guardia la llevó a higienizarse. Con Carlos Simón, el marido de Huchansky, ocurrió algo similar. E incluso, cuando él lo solicitó al guardia, le permitieron mantener un encuentro con su mujer.<br />Patricia pasó unos cuantos minutos con su esposo al que encontró afeitado y con el pelo cortado, y no tuvo dudas de que saldría en libertad. Eso mismo le aseguró a su compañera de celda, después, que había ocurrido.<br />Los guardias se llevaron a Anahí y a Carlos, y quienes permanecieron en el Pozo mantendrían la certeza de que sus compañeros habían logrado la libertad. E incluso, aunque ellos no lo supieran, el proceso que se había seguido era idéntico al de la mayor parte de los casos en que los detenidos eran “blanqueados”, puestos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, y destinados a unidades carcelarias.<br />Lo que ocurrió después nunca pudo saberse, porque finalmente, ni Carlos Simón ni Anahí Fernández recuperaron la libertad.<br />Con Eloisa el diálogo era por momentos más difícil, porque aunque se mostraba fuerte, no podía ocultar los dolores que sentía tras el parto. Pero, además, ver a Teresa en brazos de su madre, o incluso en los de Patricia, reavivaba su dolor en carne viva, y mientras se extraía la leche de los pechos recorriéndolos con sus dedos, vertía enormes y amargas lágrimas.<br />-Mirá, yo no pensé que iba a haber algo peor a lo mío o que lo de Inés Ortega4, y vos tuviste a la nena en el piso en el pasillo... –le dijo Calvo.<br />-No, Adriana. Lo tuyo fue mucho peor que lo mío, a mi hija la recibió una compañera.<br /><br /><strong>Sólo mentiras<br /></strong>La primera visita al Hospital había terminado con mucho dolor para Concepción, que se fue de allí con lágrimas incontenibles brotándole de los ojos. Pero no estaba dispuesta a dejarse vencer tan fácilmente.<br />Ella era ciudadana italiana, al igual que su esposo y sus dos hijos más grandes, y si bien Silvia había nacido en Argentina, tenía los mismos derechos a ser defendida por aquel país al que habían dejado en busca de un futuro de paz y prosperidad casi treinta años antes. Con esa certeza, la mujer fue a reunirse con el titular del Consulado Italiano en La Plata, para pedirle ayuda, como también lo hicieron y lo harían muchas otras mujeres.<br />Concepción fue bien recibida. La escucharon, y le prometieron enviar a un hombre al Hospital para averiguar por su nieta.<br />Pero cuando volvió para conocer el resultado de las gestiones se enteró que la respuesta recogida en Quilmes era aún menos satisfactoria que la anterior: la nena había fallecido. Así figuraba en los libros, con fecha 7 de abril.<br />La mujer volvió a tomar, entonces, las riendas de la situación, y durante más de un mes realizó visitas casi periódicas al Hospital.<br />En una ocasión alguien le indicó que debía preguntar por su hija en la Brigada de Quilmes, y recorrió los cien metros de distancia desde el Hospital, sólo para escuchar que Silvia no estaba ahí. Esa vez era cierto, y por eso uno de los guardias se apiadó de ella, y le sugirió ir a la Brigada de Banfield a buscar noticias. Claro que también ahí a Concepción le negarían a su hija.<br />En otra de esas oportunidades, llevó ropa para la bebé, que no le recibieron asegurándole que no hacía falta. En otra llegó hasta la incubadora y vio a una bebé con la cual sintió una conexión inmediata, pero al preguntar si era su nieta, sólo recibió silencio como respuesta.<br />Fue también en una de sus visitas que una enfermera le dijo que su hija, Silvia, le había puesto de nombre Rosa a la bebé. Pero nunca, nadie, en todo ese tiempo, le dio una respuesta clara. Se yuxtapusieron silencios, frases a medias, incoherencias como un presunto fallecimiento seis días antes de que en su primera visita el doctor García le dijera que la bebé seguía con vida.<br />Será recién muchos años después, ya en democracia, cuando el por entonces administrador del Hospital Iriarte, un hombre de apellido O’Neil, admita: “a mí me dijeron que se la llevó Bergés”.<br /><br /><strong>La risa, a pesar de todo</strong><br />En medio del infierno, la risa también se hizo presente durante esos días, y era como un bálsamo.<br />Cuando Patricia Huchansky contó lo que había sentido, y pensado, en el momento en que se produjo el traslado desde La Plata hasta Banfield, Eloisa y Adriana no resistieron la tentación.<br />Había sucedido que los detenidos fueron introducidos en un camión celular de la policía, y encerrados en su interior, de a tres, en pequeñas celdas metálicas donde apenas cabían. Patricia había imaginado entonces, en su total desconocimiento de lo que era un camión celular, que la habrían introducido en una cámara de gas, y que de un momento a otro saldría la toxina que pondría fin a su vida. Contaba los segundos, y en esa ansiedad, de pronto sintió que el vehículo se ponía en marcha.<br />Otro hecho que llenó de alegría el sombrío espacio de los calabozos y los tenebrosos pasillos de Banfield fue el poema que los detenidos varones hicieron llegar a través de las paredes hasta la primera de las celdas de las mujeres, donde estaba Adriana, cuando se enteraron que había llegado, y que tenía con ella a su hija. Decía el pequeño poema: "Llegó Teresa, la que nació presa".<br /><br /><strong>El MPM en el exterior</strong><br />El 20 de abril de 1977, los montoneros pusieron en marcha un Movimiento Peronista Montonero (MPM), tomando como modelo el Movimiento Peronista, pero incorporándole, además de las tradicionales “ramas”, una Rama Agraria, y una Rama de Profesionales, Intelectuales y Artistas.<br />Sin embargo, no pasaría mucho tiempo para que quedara en claro para los observadores, e incluso para la sociedad misma y sus propios simpatizantes, que la organización se había tornado mucho más efectiva para el diseño de estructuras en lo teórico, que para su puesta en marcha en lo práctico.<br />Incluso, rápidamente se dejó sentir la consternación entre muchos que anhelaban la construcción del Movimiento dentro de la Argentina, cuando se anunció que éste iba a establecerse en Roma.<br />“Los métodos que pusieron en práctica las Fuerzas Armadas para eliminar a la subversión habían pillado a los Montoneros por sorpresa. Esperaban violentos enfrentamientos armados en las calles, comprobaciones de vehículos, búsquedas casa por casa y detenciones colectivas, pero creían que esto se llevaría a cabo como antes: el sufrimiento de unos diez días de tortura antes de que se legalizara la detención, seguidos del restablecimiento del contacto con la familia y la organización del afectado. Tardaron algún tiempo en percibir la nueva infraestructura represiva y sus métodos: campos de concentración oficialmente autorizados pero clandestinos, centros de tortura, y unidades especiales basadas en las tres fuerzas militares y en la policía, cuya misión era la de secuestrar, interrogar, torturar y matar”5.<br />“Las barbaridades se habían convertido en actos de rutina. Además de la picana (corriente eléctrica), del submarino (inmersión) y de la violación, los métodos incluían el encierro de los detenidos con perros feroces, adiestrados por sus secuestradores, hasta que quedaban casi descuartizados”. 6<br />Por si quedaba alguna duda, ya lo diría apenas unos días después en declaraciones al diario inglés The Guardian, el general Ibérico Saint-Jean, gobernador por entonces de la provincia de Buenos Aires: “Primero mataremos a los subversivos, después, a sus colaboradores, después... a sus simpatizantes; después... a los que permanezcan indiferentes; y, finalmente, a los tímidos”7.<br /><br /><strong>La solidaridad</strong><br />Con el mismo espíritu de solidaridad, a pesar de todo, siempre había tiempo para compartir, y por eso, cuando cada tres días las sacaban de sus celdas para comer en el pasillo, las mujeres iban pasando la comida de sus recipientes plásticos al de Adriana Calvo, para que pudiera estar mejor alimentada, dentro de lo que las condiciones lo permitieran, y puesto que tenía a su hija consigo y debía amamantarla.<br />Ese mismo espíritu de amor lo evidenciaron en una encarnizada resistencia cuando los guardias quisieron llevarse a la bebé, en el momento en que habían tirado gamexane adentro de las celdas para eliminar los piojos que se habían multiplicado hasta lo inimaginable, en las condiciones infrahumanas de encierro, donde podían llegar a pasar incluso hasta cuatro días sin que se permitiera a las detenidas vaciar la botella de lavandina que empleaban como inodoro.<br />En aquella oportunidad, y con la excusa de que la sustancia le haría mal, los custodios pretendieron llevarse a Teresa. Su madre la apretó contra el pecho y se encerró en uno de los calabozos, mientras que las demás mujeres formaron una barrera humana y empezaron a gritar y propinar insultos a los guardias, que entendieron muy pronto que para pasar tendrían que matarlas a todas.<br /><br /><strong>Una hermosa rubia de ojos verdes</strong><br />Como todas las compañeras de cautiverio querían conocer a Teresa, tenerla en brazos porque muchas de ellas no habían podido hacerlo, incluso, con sus propios bebés, Calvo optó por ir cambiando de celda cada vez que una nueva ración de comida lo permitía.<br />A los guardias parecía no importarles, porque lo que caracterizaba al régimen de detención en Banfield era la indiferencia hacia los detenidos. No se pasaba lista, no se exigía que una venda cubriera los ojos, no llevaban las manos atadas...<br />Y fue en una de esas “mudanzas” en las que Adriana pudo por fin conocer a “la gata”, que compartía su celda con otras tres detenidas, militantes del ERP: Manuela Santucho, hermana del líder guerrillero, su cuñada, Cristina Navajas de Santucho, y Raquel D’Ambra. Supo, entonces, que las tres habían sido secuestradas en julio de 1976, y que habían pasado por los centros clandestinos de detención Automotores Orletti y Campo de Mayo, antes de recalar en Banfield.<br />El hecho de que las tres mujeres llevaran diez meses de prisión en esas condiciones, no resultaba alentador para sus compañeras, pero Manuela tenía la capacidad, con su enorme fortaleza y su solidaridad, de levantar el espíritu del conjunto, a las que les daba aliento aprovechando la única oportunidad que tenían de estar en un grupo grande, cuando les permitían ir al baño a vaciar sus botellas plásticas.<br />De Silvia, a la que no conocerá más que por su apodo, Calvo retendrá ante todo su imagen física, asombrada por los enormes ojos verdes, la piel clara y el pelo rubio. Pero también su historia le resultará impactante, porque la chica menuda le repitió todo lo que Patricia Huchansky le había anticipado: su estadía en la Brigada de Quilmes, el parto en un hospital. Y a poco de hablar descubrirán las dos que el médico que las había atendido era el mismo, aunque en ese momento ninguna supiera su nombre.<br />Del resto de la charla, que se prolongó de a intervalos a lo largo de unos tres o cuatro días, hasta una nueva llegada de la ración de comida, poco es lo que retendrá en su memoria Adriana Calvo. Tendrá, si, la certeza de que Silvia había mencionado la muerte de Carlos, su pareja8. Y también el nombre que le había dado a la pequeña que imaginaba entonces que estaría en los brazos de sus abuelos, de su hermana, que también se llamaba Rosa.<br /><br /><strong>Las horas contadas</strong><br />Al tener a Teresa en brazos, Silvia se imaginó lo que hubiera sentido cargando a Rosita. Se acordó de Carlos, de lo mucho que Carlitos quería que tuvieran un hijo juntos, de lo feliz que se había puesto cuando le contó que estaba embarazada.<br />¿Cómo habría sido tener a Rosita en brazos? ¿Qué se sentiría?<br />El médico no la dejó tenerla con ella en el Hospital, cuando nació, porque la nena tenía problemitas. Y entonces, cargando a Teresa, cómo quería haber tenido la posibilidad de compartir un tiempo con su propia hija. Rosita tenía más o menos el mismo tamaño, si no recordaba mal. Quizá un poco más chiquita, pero Teresa también era menuda...<br />¡Cómo había cambiado! Se acordaba de cuando se mandó a mudar de la casa el día que se peleó con su papá, y pasó la noche en lo de Camila, o el día que se había enchinchado porque no le salían los puntos del tejido que su hermana Rosa le quería enseñar, y también se fue, como una nena caprichosa, para volver al día siguiente.<br />Ni dos años habían pasado de esa vez, y cómo se había transformado su vida. ¡Cuántas cosas habían pasado de repente en tan poco tiempo!<br />El 22 de abril, Ana María Caracoche y Lucía Cristina Marroco fueron trasladadas a Banfield, y allí permanecerían incluso después de que casi la totalidad de los detenidos sean desalojados en lo que se conocía en la jerga de la dictadura como “un traslado”, el lunes 25, apenas tres días más tarde.<br />Como ellas, las excepciones serán Adriana Calvo y su hija Teresa, a quienes se liberará el 28, y tres mujeres de Bernal, que estaban aisladas del resto: una mujer de entre 50 y 60 años, su hija, y la amiga de esta.<br />Sobre el resto del grupo9 será imposible precisar, andados los años incluso, la cantidad exacta de personas que lo componían, y por lo tanto sus identidades. Tampoco podrá saberse el destino que tuvieron, aunque es imposible dudar que fueron asesinados ya que no hay testimonios posteriores de su paso por otros centros de detención.<br /><br /><strong>Traslado</strong><br />Ese día, el 25 de abril, la vigilancia fue reforzada, nuevamente se tabicó10 a todos los prisioneros. Una voz anunció: “Traslado”, y luego se leyó la nómina de quienes no formarían parte del grupo, quienes permanecerían aún en Banfield.<br />Mientras se despedían, Adriana Calvo le dio a Patricia Huchansky su vestido, porque ésta estaba con un camisón, y a Eloisa Castellini le entregó una hebilla para el pelo.<br />Finalmente, los que se iban fueron puestos en fila en sus respectivos pasillos, mujeres y hombres, y luego descendidos en fila india desde la segunda planta del Pozo.<br />En el momento mismo de enfrentarse cara a cara con la muerte, bajo las garras de sus captores, indefensa como el resto del grupo, Silvia verá proyectarse en su mente, como en una sucesión infinita de instantáneas, toda su vida.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><span style="font-size:78%;">1-Su cuerpo fue encontrado por el Equipo Argentino de Antropología Forense en el Cementerio de Avellaneda. Se estableció que había tenido a su bebé, lo que indica que cuando partió en el traslado masivo de presos desde Banfield fue alojada en otro lugar hasta el momento de dar a luz.<br />2-El dato del secuestro consta en el sitio Desaparecidos.org (www.desaparecidos.org) Coincide, además, con el testimonio de Teresa Fratassi de Bossi, del 18 de octubre de 2000, en el marco del Juicio por la Verdad que sigue la Cámara Federal platense.<br />Elena Alfaro, sobreviviente del Centro Clandestino de Detención “Vesubio” declaró haber visto tanto a Fratassi como a Martínez de González allí alojadas.<br />3-Testimonio de Adalberto Pérez Casal, en el Juicio por la Verdad. 20 de junio de 2001<br />4-Inés Ortega de Fossati había tenido a su bebé en el calabozo de la Comisaría 5º de La Plata, donde había estado recluida.<br />5-Soldados de Perón, Richard Gillespie, Editorial Grijalbo, 1998.<br />6-Informe de la OEA, año 1980, páginas 199 y 200.<br />7-The Guardian. 6 de mayo de 1977.<br />8-Entrevista personal con Adriana Calvo.<br />9-Nombres de los trasladados: Susana Oche, Patricia Huchansky, Inés Menescardi, Mary Garín, Ana Movili, Silvia Muñoz, María Adela Troncoso, Silvia Mabel Isabella Valenzi, Eloísa Castellini, Juan Carlos Arrasola, Miguel Iglesia, Mario Mercader, Juan Carlos Peralta, Alfredo Reboredo, Roberto Odorizio, Juan Carlos Bovadilla, Cristina Navajas de Santucho, Raquel D’Ambra, Manuela Santucho, entre otros.<br />10-Tabicar: colocar una venda que cubriera los ojos.</span></div>Federico Gabriel Sequeirahttp://www.blogger.com/profile/03886178131600484209noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3140985487202468417.post-16471719446838339182009-06-22T14:52:00.000-03:002009-06-22T15:15:34.363-03:00Capítulo 8 - Rosita, ¿dónde estás?<div align="right"><em><span style="font-size:78%;"></span></em></div><div align="right"><em><span style="font-size:78%;"></span></em></div><div align="right"><em><span style="font-size:78%;"></span></em> </div><div align="right"><em><span style="font-size:78%;"></span></em> </div><div align="right"><em><span style="font-size:78%;">Habré de levantar la vasta vida</span></em></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>que aún ahora es tu espejo:</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>Cada mañana habré de reconstruirla.</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>Desde que te alejaste</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>cuantos lugares se han tornado vanosy sin sentido</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>iguales a las luces en el día</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>tardes que fueron nicho de tu imagen</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>músicas en que siempre me aguardabas</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>palabras de aquel tiempo.</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>Yo tendré que quebrarlas con mis manos.</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>¿En qué hondonada esconderé mi alma</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>para que no vea tu ausencia</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>que brilla como un sol terrible</em></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"><em>que brilla definitiva y despiadadamente?</em> </span></div><span style="font-size:78%;"><div align="right"><br />Jorge Luis Borges, Ausencia<br /><br /><br /><br /><br /><em>Tantas veces me borraron,<br />tantas desaparecí;<br />a mi propio entierro fui<br />sola y llorando;<br />hice un nudo en el pañuelo<br />pero me olvidé después<br />que no era la única vez,<br />y seguí cantando.<br /></em><br />María Elena Walsh, La Cigarra<br /></span><br /><br /></div><div align="center"><span style="font-size:180%;color:#006600;">Capítulo 8<br />¿Rosita, dónde estás?<br /></span></div><div align="center"><br /><br /> </div><div align="justify"><strong>Una madre con las madres</strong><br />Los rumores arreciaban, las versiones eran lanzadas al ruedo sin que nadie supiera de dónde provenían, y sin saber por qué eran repetidas. Se mencionaba la posibilidad de que los detenidos fueran liberados para las fiestas. ¿Qué fiestas? ¿De qué año? No importaba, la premisa tácita era mantener la esperanza.<br />Pero enseguida se colaban otros comentarios. ¿Escuchados dónde? Quién podría saberlo en ese momento, y más todavía recordarlo con el andar de los años. Stella Azar le diría a su amiga Alicia que escuchó que a Silvia y a Camila las habían fusilado.<br />El Mundial. En 1977 faltaba un año, pero era una excusa para no perder del todo la fe en que podía ser otra oportunidad propicia para que los presos políticos recuperaran la libertad.<br />Era imposible no aferrarse a cualquier sospecha, cualquier comentario o versión por infundado o inverosímil que resultara, porque sino quedaba la nada, el vacío enorme y oscuro que dejaba la ausencia. Y sin embrago, no se podía bajar los brazos. No era cuestión de quedarse en la casa esperando. Había que pedir, y Concepción pidió.<br />La mujer se sumó a las reuniones de las Madres de Plaza de Mayo, que con otro nombre entonces, habían comenzado a encontrarse desde diciembre de 1976. Ella buscaba a su hija Silvia, y buscaba también a su nieta, a Rosita. Y por eso tampoco abandonó las visitas al Hospital de Quilmes, que realizaba con la frecuencia que la repetida carencia de noticias con la que salía del lugar y emocionalmente quebrada le permitía.<br />Algo había cambiado en esa mujer más bien baja y entrada en carnes, amiga de todo el mundo. Sus ojos marrónverdosos ya no eran los de antes, los de años antes, y habían perdido el brillo merced a un manto de tristeza que se había tendido en ellos.<br />El horror y la incertidumbre, el dolor y la angustia fueron carcomiéndola por dentro, a pesar de la coraza con que intentaba disimular la pena enorme que por momentos no sabía cómo manejar, y en la que Alberto no lograba contenerla por completo.<br />Concepción optó, como muchas otras mujeres en su situación por el consejo de mentalistas, primero, y cedió después espacio para que evangelistas pusieran paños fríos sobre un dolor en el que el catolicismo al que le había dedicado toda su devoción durante años no parecía tener respuestas.<br />“Su hija y su nieta están con Dios”, fue la frase de consuelo, y la mujer la fue comprando a medida que las esperanzas se gastaban en cada nueva gestión. Y claro, las fiestas habían pasado en 1977, y en 1978, y también el Mundial, y nada había cambiado.<br />Una hermana de Concepción aportó la casa para que ella y Alberto fueran a pasar unos días a Chapadmalal en 1979. El mar llenó de entusiasmo a la mujer, le daba la sensación de paz, de sosiego que su alma no conseguía encontrar, y entonces el matrimonio Isabella Valenzi se decidió a mudarse.<br />Alquilaron una casa en Miramar, en la que permanecerían tres años, hasta que Concepción comprobara que nada el mundo podría llenar el lugar que la ausencia de Silvia y de su nieta, que entonces tendría ya 5 años podía llenar, y entonces, en 1982, se trasladó con Alberto a Mar del Plata.<br />Pero las cosas no estaban bien en la pareja, y las discusiones eran cada vez más frecuentes. La religión se apoderaba cada vez más de las ideas de Concepción, y como una telaraña la iba enredando, hasta que finalmente decidió separarse de su esposo.<br />Consiguió asilo en la casa del pastor de la iglesia a la que asistía, y absorbida como estaba, en septiembre de ese mismo año ni siquiera visitó a su hija Rosa y sus nietas Roxana y Analía cuando el 28 de septiembre de 1982 quedaron viuda y huérfanas. Sólo Alberto viajó a La Plata.<br />Domingo viajó entonces a ver a su madre, logró que convencer a Concepción de que acompañara a Rosa por un tiempo, y luego de que volviera con Alberto. No sería por más de un año, al cabo del cual regresó definitivamente a La Plata.<br /><br /><strong>Camino a la derrota</strong><br />Más fuerza, incluso, que en los meses precedentes adquirió la ofensiva militar contra la subversión en particular, y contra todo intento de manifestación popular en general en la segunda mitad de 1977. La Junta se proponía hacer realidad su promesa de llega a una “Navidad en Paz”, y suprimir la amenaza guerrillera de escena por completo con tiempo suficiente para la tranquila organización del Mundial de fútbol de junio de 1978.<br />A finales de 1977 los guerrilleros estimaron que el número de sus efectivos equivalía al 40 por ciento de los de 1975, habiéndose recuperado de un mínimo del 20 por ciento al que habían bajado. Y fue para esa misma época que casi la totalidad de los Montoneros que permanecían en libertad salieron del país.<br />Luis López Mateos, luego de cambiar de destino en algunas ocasiones, también cruzó la frontera. En su caso, a Brasil, a diferencia del grueso de los miembros de la organización que habían recalado en Europa o en Cuba.<br />En el exterior, los Montoneros encararon dos frentes de acción: una fuerte campaña propagandística en contra de la dictadura argentina, y una búsqueda de apoyo de distintos organismos de derechos humanos, la Iglesia Católica, y el movimiento obrero mundial, entre otros frentes. El dinero que aún tenían en su poder, producto de la operación Born, les garantizaba la posibilidad de emprender acciones sin estar limitados por problemas de tesorería. Aunque parte de los 60 millones se perdieron, presuntamente, en el accidente de avión sufrido por el banquero David Graiver en agosto de 1976, y a cuyo cuidado habrían estado unos 17 millones de dólares.<br />Pero en 1978, y con la perspectiva de una enorme presencia mundial en el país con motivo del Campeonato de Fútbol, las acciones de Montoneros estuvieron orientadas a difundir lo que ocurría en el país. En ese marco, se ofrecieron conferencias de prensa clandestinas en Buenos Aires, y varios de los exiliados retornaron para realizar múltiples actividades.<br />Luis también regresó a Buenos Aires, pero no imaginó al hacerlo que su vida pendería apenas de un gesto.<br />En una de tareas que se le había asignado, debía encontrarse con un compañero en la Puerta 14 del Estadio de River Plate. Mientras caminaba hacia la cita vio pasar un Falcon verde, con el contacto en su interior, detenido por las fuerzas de seguridad. Abrió la cartera de mano que llevaba y se preparó para sacar el arma y la granada ante la eventualidad de que el otro lo señalara. Eso no ocurrió, aunque desde la vereda por donde caminaba y el auto donde el otro era llevado a “marcar” ambos se reconocieron.<br /><br /><strong>Rosa toma la posta</strong><br />En 1979, Rosa Isabella Valenzi decidió que era el momento en que tenía tomar parte activamente en la búsqueda de su hermana Silvia y de su sobrina Rosita. Concepción comenzaba a flaquear ante la ausencia siquiera de una esperanza.<br />Hasta ese momento eran pocos los datos que se habían conseguido. Sabían de una mujer, de apellido Lefteroff, que había compartido cautiverio con una chica que sin duda era Silvia. Estaba la descripción física, pero también la anécdota del choque en el Citroën de Mingo como para corroborarlo.<br />A María Kubik Markoff de Lefteroff, Concepción la conoció en una reunión con el Obispo de Quilmes, Jorge Novak, a quien fue a ver junto a Isabel Chorobik de Mariani, que también buscaba a su nieta Clara Anahí.<br />En ese mismo año también surgió la posibilidad de que un abogado ayudara a localizar a Silvia, después de que una vecina de Villa Argüello, el primer lugar donde habían vivido los Isabella Valenzi en La Plata, le contara a Concepción que a su hijo lo habían detenido pero había sido liberado por la intermediación de un letrado.<br />La mujer no lo dudó. Contrató al abogado y abonó cada uno de los pagos que éste le pedía, a cambio de informaciones poco claras, imprecisas, y promesas de novedades que se iban aplazando unas a otras. Pasarían varios meses hasta que se terminara la fantochada y la desesperada se diera cuenta que había perdido mucho dinero a cambio de nada. Después sabría que el hijo de la vecina era, en realidad, militante de la derechista agrupación CNU.<br />Fue en ese mismo año de 1979 en el que Rosa se unió a las que luego serían las Abuelas de Plaza de Mayo. El lazo más fuerte lo estrechó con Chicha Mariani, y no lo desharía en las décadas sucesivas.<br />Con el retorno de la democracia y la conformación de la Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas, Rosa radicó la denuncia sobre la desaparición de Silvia, abriendo el expediente Nº 3741.<br />Por esos mismos días, Luis López Mateos hizo lo mismo, pero fueron tres en su caso: los números 3951, 3952, por su madre Isabel Nelly Mateos de López, y su hermana, Elsa Noemí López Mateos. El Nº 3953 correspondió a su hermano Carlos, del que dijo, había sido secuestrado en el parque Saavedra de La Plata. No tenía entonces la certeza de qué era lo que había pasado, pero prefería creer que se había tratado de un secuestro antes que de un homicidio.<br />Apenas un tiempo después, de regreso al barrio de la infancia, un conocido de la familia que había visto criarse a los chicos, y del que Luis se enteraría que era fotógrafo de la Policía Bonaerense le dio la confirmación del asesinato en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad.<br /><br /><strong>La Contraofensiva</strong><br />Alentados por el clima de efervescencia que se vivía en el ámbito sindical dentro de algunas de las principales fábricas de la zona norte del Gran Buenos Aires, y llenos de un espíritu triunfalista, los Montoneros organizaron desde su exilio europeo el regreso a la Argentina, en una operación que dieron en llamar “La Contraofensiva”.<br />“La Contraofensiva fue un desastre desde el comienzo hasta el final, una exhibición más de militarismo, pese a las afirmaciones guerrilleras de que lo que se preparaba era una contraofensiva popular. Animados por el aumento de las huelgas en 1978 y por la manifestación de cinco mil personas el día del cuarto aniversario de la muerte de Perón, los Montoneros intentaron su prometido ‘desembarco de Normandía’. Según su análisis de la situación había en aquel momento una posibilidad real de que los trabajadores se apoderaran de la calle, de que recuperasen los derechos sindicales, de que se derribara a Martínez de Hoz, y de que se dividieran las Fuerzas Armadas, obligando a estas a una desbandada”.1<br />La clase obrera no estaba preparada para unirse entonces, y menos aún para sumarse al proyecto Montonero que mostró signos claros de un militarismo persistente. Un cuarto de los reingresados al país se reagruparon como miembros de las Tropas Especiales de Infantería (TEI), las tres cuartas partes restantes lo hicieron como Tropas Especiales de Agitación (TEA).<br />Luis llegó junto a su pareja, María Antonia Berger, sobreviviente de la Masacre de Trelew, para integrarse a las TEA. Juntos fueron a ver al obispo de Morón, Justo Laguna, para pedirle su intervención frente a lo que era una verdadera avanzada militar sobre los obreros en conflicto.<br />Pero la Contraofensiva había sido conocida por los servicios de inteligencia y se convirtió en una verdadera masacre. Un número nunca precisado de militantes fue abatido en distintos episodios, y las cifras oficiosas fueron estimadas en al menos medio centenar.<br />En una “pinza” del Ejército en Morón caería, después de tirotearse, la pareja de Luis López Mateos, quien tras salir del país se trasladaría a Italia hasta que retornara la democracia a la Argentina.<br />El error de la Contraofensiva, que había sido aprobada, sin embargo, en forma mayoritaria por los miembros de la organización en el exilio, determinó el principio del fin de Montoneros. Al grupo que se había escindido a comienzos del ’79 rechazando el retorno a la Argentina se sumó en 1980 el alejamiento del autodenominado Montoneros 17 de Octubre (M-17).<br /><br /><strong>El retorno a la democracia<br /></strong>Cuando en 1981 el ministro de Economía de la dictadura Alfredo Martínez de Hoz terminó su quinquenio, contaba con menos admiradores de los que tenía al momento de asumir, en 1976.<br />Y si bien en su discurso de despedida, en marzo de 1981, sólo lamentó los altos tipos de interés bancario que provocaron varias quiebras empresarias, la realidad mostraba que eran no pocas las variables económicas desalentadoras.<br />La inflación había sido reducida de los galopantes índices de fines de 1975 y comienzos de 1976, pero era aún entonces del 100 por ciento anual. Durante su período de gestión, además, Martínez de Hoz había triplicado la deuda del Estado, que era al asumir de treinta mil millones de dólares. Y en 1980 el producto bruto per cápita fue menor al de 1974.<br />El general Roberto Viola sucedió a Jorge Rafael Videla en el poder, y a su vez, fue reemplazado por Leopoldo Fortunato Galtieri apenas un año más tarde.<br />En 1982, en medio de un creciente descontento popular que se traducía en multitudinarias manifestaciones como la del 30 de marzo, el Gobierno intentó el asalto imposible de las Islas Malvinas. La ocupación duró poco, y la guerra también una vez que llegaron las tropas británicas. Había comenzado la cuenta regresiva para la dictadura.<br />Poco más de un año después, el 30 de octubre de 1983, Raúl Ricardo Alfonsín se impuso en los comicios presidenciales, y asumió el 10 de diciembre de ese año.<br />A poco de andar su gestión anuló las leyes de autoamnistía dictadas por los militares antes de devolver el poder a los civiles, creó la Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) para recibir denuncias sobre las violaciones a los derechos humanos cometidos en los siete años precedentes y enjuició a los integrantes de las cúpulas militares.<br />“La CONADEP registró en su informe numerosas entrevistas con testigos, confeccionó una lista de 340 centros secretos de detención y catalogó como casos no resueltos 8.960 «desapariciones», haciendo constar la advertencia de que la cifra real podría ser superior. En el informe se incluyeron también casos sobre mujeres embarazadas que dieron a luz en centros secretos de detención. A sus bebés se los llevaron y se cree que fueron entregados a matrimonios sin hijos relacionados con las fuerzas armadas o con la policía para que los criaran como propios”.2<br /><br /><strong>Rosita, ¿dónde estás?</strong><br />Leonor González, la hija de la partera María Luisa Martínez de González, desaparecida el 7 de abril de 1977 de su domicilio en Quilmes se acercó a la sede de Abuelas de Plaza de Mayo, tras el retorno de la democracia. Quería saber si había datos sobre la chiquita de la que su madre le había hablado, de la hija de la detenida a la que la mujer se cruzó en los pasillos, y sobre la que informó a la familia del parto.<br />Conoció a Rosa, y supo que no, que la nena no había sido encontrada todavía, pese a las gestiones encaradas. Surgió entonces la esperanza a partir de un dato que había recibido el marido de Leonor, y mediante el que le habían dicho que la hija de Silvia podía estar en poder de una enfermera. Pero al cabo de meses e investigaciones, la pista fue desechada, debido a que el acta de nacimiento de la chica tenía fecha anterior al parto de Silvia, y la experiencia había demostrado que los falsos nacimientos anotados por los apropiadores de bebés siempre eran posteriores a la fecha real de los alumbramientos.<br />De ahí en más, los intentos no se agotarían jamás, y se llevarían a cabo hasta el 2006, cuando Rosa esperara los resultados genéticos de un examen de ADN y tratara por la vía judicial de que se hiciera un estudio a una joven de Berazategui, y otras dos jóvenes más. En medio habían quedado muchas esperanzas que luego naufragaron, pero siempre y más allá de todas las desazones, una sola cosa se mantuvo inconmovible a lo largo del tiempo: el deseo de Rosa de reencontrarse con Rosita, su sobrina.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><span style="font-size:78%;">1- Soldados de Perón, Richard Gillespie, Editorial Grijalbo, 1998.<br />2- Argentina, el derecho a saber toda la verdad. Informe de Amnistía Internacional, 1 de julio de 1995.</span></div>Federico Gabriel Sequeirahttp://www.blogger.com/profile/03886178131600484209noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3140985487202468417.post-58359467503063881972009-06-22T14:23:00.000-03:002009-06-22T15:15:56.030-03:00Capítulo 9 - Epílogo<div align="right"><span style="font-size:78%;"></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"></span></div><div align="right"><span style="font-size:78%;"></span> </div><div align="right"><span style="font-size:78%;"></span> </div><div align="right"><span style="font-size:78%;">Todavía cantamos, todavía pedimos<br />Todavía soñamos, todavía esperamos...<br />Que nos den la esperanza de saber que es posible<br />que el jardín se ilumine con las risas y el canto<br />de los que amamos tanto...<br /><br />Víctor Heredia, Todavía Cantamos<br /></span><br /></div><div align="center"><br /><span style="font-size:180%;color:#006600;">Capítulo 9<br />Epílogo</span><br /><br /></div><div align="justify"> </div><div align="justify"><br /><strong>Golpear todas las puertas</strong><br />Hasta 2006, Rosa llevó adelante una causa judicial en los Tribunales Federales de Lomas de Zamora contra el médico policial Jorge Antonio Bergéz, junto a otros ex detenidos y familiares de desaparecidos; así como otra en el Juzgado Federal Nº 1 de La Plata (1984), realizó una presentación ante la Organización de Estados Americanos (OEA), declaró en el Juicio por la Verdad (1999), escribió una carta al Papa Juan Pablo II, y realizó tres presentaciones de hábeas corpus.<br />También declaró como testigo en el Juicio a las Juntas en 1985.<br />El 3 de abril de 1984 participó, entre muchos otros, de un acto realizado en el Hospital Iriarte para reclamar por Rosita. Y en 1998, se sumó a una movida de organismos de derechos humanos promovida por el escritor y periodista Osvaldo Bayer, donde se le impuso simbólicamente el nombre de Isabella Valenzi a la calle Magallanes de Quilmes, donde tenía su domicilio el médico policial Jorge Bergéz.<br />Por el secuestro de Silvia y el robo de su bebé fueron condenados los ex dictadores Jorge Rafael Videla y Emilio Massera en distintos juicios, y se inició también un juicio en Italia.<br /><br /><strong>Mentiras y distracciones</strong><br />También a lo largo de más de dos décadas sumaron una larga lista los misteriosos episodios en los que por una u otra vía se trató de desviar la investigación sobre el destino de Rosita.<br />Hubo confusas y encontradas declaraciones de profesionales médicos del Hospital Isidoro Iriarte de Quilmes, que no recordaron nada en los años inmediato posteriores a los hechos, como tampoco varias décadas después.<br />En otra oportunidad fue una mujer la que se acercó a la sede platense de Abuelas de Plaza de Mayo para asegurar que un primo suyo, médico del Iriarte, sabía que una enfermera tenía a Rosita. Y fueron necesarios en ese caso, numerosos viajes, gestiones, y entrevistas para descubrir que todo había sido una fantochada.<br />Un anónimo, en otra oportunidad, fue la excusa de un presunto arrepentido que aseguraba no haber hablado antes por no mancillar la figura de Roberto Iriarte, director del Hospital de Quilmes en 1977. El texto narraba en pocas líneas que una película había conmovido a su autor, y por eso decidió confesar que Rosita había muerto, y su deceso se anotó a nombre de Roberta González, extendiendo el certificado de defunción un médico de apellido Rakauskas. Una investigación en los libros del Hospital Iriarte demostró la falsedad de esa versión.<br />Finalmente, y entre los episodios más destacados, se cuenta el de un texto “cifrado” en el que se menciona la detención de Silvia y su paso por tres dependencias (en dos de las cuales fue vista efectivamente). Menciona como “destino final”: 1836/957/1745/000. Y cita una serie de números para fijar el destino que se habría dado a su bebé.<br />Respecto de los restos de Silvia, que tampoco fueron encontrados al igual que los de ninguno de los que integró la comitiva del traslado masivo desde Banfield el 25 de abril de 1977, sólo hubo un aporte: el del ex militar Estanislao Orestes Vaello, quien señaló que estaban en un predio de Florencio Varela denominado “La Tosquera”. Según señaló Rosa Isabella Valenzi en el Juicio por la Verdad, no se avanzó sobre esa denuncia en las excavaciones que realiza el Equipo Argentino de Antropología Forense, por tratarse de un predio de muy amplia extensión.<br /><br /><strong>Partir sin verte</strong><br />El 27 de julio de 2004, Concepción Isabella Valenzi de Isabella Valenzi dejó de existir. Su vida terminó sin que pudiera conocer, finalmente, el destino que su hija Silvia había tenido, o reencontrarse con su nieta Rosita, que por entonces tenía ya 27 años.Nueve años antes, Amnistía Internacional había redactado un informe titulado: “Argentina: el derecho a saber toda la verdad, en que planteó: “Amnistía Internacional sigue interesada en que se establezcan las circunstancias sobre la suerte que corrieron los millares de detenidos que «desaparecieron» en Argentina durante la segunda mitad de los años setenta y primeros ochenta. Amnistía Internacional cree que los familiares de las víctimas tienen el innegable derecho a que se realice una investigación exhaustiva de la verdad sobre el destino de sus seres queridos y a que se hagan públicos sus resultados finales”.</div>Federico Gabriel Sequeirahttp://www.blogger.com/profile/03886178131600484209noreply@blogger.com0